Y aunque el investigador Godoy no me permitió observar bien cómo había quedado el cuerpo aquel día en que la policía estuvo en la finca, en una crisis de confusión entre la realidad y mi aparente “paranoia”, pude ver cómo había sido dicho asesinato gracias a Guillermo y sus revelaciones. ¡Lo habían degollado! En las imágenes que me mostraba, pude ver cómo en ese momento su rostro no reflejó sufrimiento alguno, pero esa acción mortal explicaba el sinfín de sangre que al otro día escurría por toda la casa, y también pude ver, cómo una hora más tarde de su muerte llegó la policía. ¿Pero quién los llamo? Yo había tenido que declarar lo sucedido y, según como iba todo me declararían loco. Al cabo de varios días me atreví a solicitar un permiso para que todo quedara bien, pues ya no podía más. Pero cuando desperté, me di cuenta de que ya lo sabían, lo sabían todo. Luego me dijo… ¡ARREPIÉNTETE! — ¿Qué le sucede? Cualquiera que lo vea dirá que ha visto un fantasma —dijo Godoy intrigado. —De verdad he escuchado algo que perturba mi existencia —respondí. Finalmente, haciendo memoria de lo ocurrido en aquel viaje, me pregunté qué había pasado con el chico que gritó e insinuó haberlo visto todo, tanta fue mi psicosis que inclusive llegué a creer en ese momento había sido yo mismo queriendo declarar algo o simplemente una escena más que produjo mi imaginación. A pesar de que no podía recordar muy bien todo, salvo a mí mismo y a que mi salud tanto físico como mental se había visto altamente afectada después de dicho suceso, me sentía satisfecho y me aferraba con desesperación a los óptimos recuerdos cada que mi mente amenazaba con perder la cordura. Y es que había sido el primero, el primero en atenderlo, en ver cómo agonizaban sus ojos, había sido sólo yo a quien le dio la oportunidad de mostrarle todo y escuchar su voz estando muerto. Sin embargo, en mí sólo estaba ese miedo, el de no saber qué debía hacer cada que me perturbaba esa voz, esa escena del crimen que no lograba olvidar. Su cuello estaba degollado, se veía tan retorcido y la sangre no hacía más que chorrear por todo el suelo, muy en el fondo me preguntaba si podría haber quedado vivo, pues así quería que hubiese sido… Pero no, sólo quedaba el miedo y la desazón, no hice más que empezar a llorar. No lo querían a él, sino a todas las doce personas que estaban con él, todo lo que había pasado ahí ni siquiera Godoy lo pudo imaginar, fue un acto tan atroz que nadie se atrevió a decir nada.