Resulta poco común que dos o más personas se agraden en cuestión de segundos o minutos, pero tal parece que puede ocurrir, pues con nosotros fue así, habían estado personas a las que no conocíamos, pero nos inspiraron un interés súbito cuando las vimos por primera vez, incluso antes de cruzar siquiera una sola palabra. Aquella grata impresión produjo que, de entrada, todos nos relacionáramos amenamente, no obstante, como lección aprendí y supongo ellos también, que jamás debíamos ni podíamos involucrarnos nuevamente de manera tan profunda con gente de la que cual no sabíamos nada. Y al contemplar toda esta travesía y las situaciones que tuve que vivir, pude concluir que algo así jamás en la vida puede superarse, pero seguía preguntándome qué era lo que realmente había sucedido, lo hacía una y otra vez hasta que escuché esa voz en mi cabeza. Ahora hago parte de su pasado, pero usted arruinó mi vida, por lo que yo arruinaré la suya, al principio pensé en matarlo para ajustar las cuentas, pero entonces comprendí que sería algo muy sencillo. Era consciente de que estaba recibiendo una amenaza terrible y, a pesar de que algo en mí me decía que no debía prestar atención a aquella voz, supe que guardar silencio ante una situación en la que no se sabe cómo reaccionar era algo sumamente grave. Sacudí la cabeza y entendí que eso de ninguna manera daría resultado, pero empezaba a convencerme de que esa noche sí se había suicidado. Sacudí nuevamente la cabeza e inferí en que sí se podía y que debía luchar contra ese miedo que tanto me atormentaba. Pero qué había hecho yo para haber despertado tanto terror, ¿qué o quién era eso realmente? O ¿quién era yo? ¿Ciertamente yo había causado esa muerte? ¿En definitiva sí se había cometido un suicidio? Pero es que todo era irrelevante, la investigación aún estaba, no se había dicho nada hasta ese momento y la verdad me encontraba en una confusión absoluta. ¿Había sido yo? ¿Quién fue el que cometió ese asesinato? El perito forense sólo dijo que era un degollamiento y que en la escena del crimen no se había encontrado rastro alguno salvo un trapo gris que fue arrancado en el trágico hecho. Y si era de reavivar todo lo que sucedió ese día, Guillermo tenía una camiseta de ese mismo color, por lo que todos habían intuido que en efecto se había suicidado… Aspectos como esos despertaban en mí miles de dudas que de alguna forma habían hecho que dedicara mi tiempo a examinar cada cosa, cada paso, uno tras otro hasta hallar una respuesta, por lo que me había dispuesto a hacer una recopilación de detalles, desde el más mínimo hasta el más irrelevante, y así fue como recordé detenidamente.