y creí que lo había perdido por lo que quise encender un cigarro para disipar mis nervios, pero escuché unos ruidos cerca del lugar donde me encontraba, ¡me estaba persiguiendo! Sutilmente apresuré mi paso hasta que pude ver que todo estaba oscuro nuevamente, las calles se encontraban desérticas y en el ambiente sentía una penumbra total, para aquel entonces ya me había resignado a que cualquier cosa me podría pasar. Los miedos aún me acechaban y el nerviosismo lo tenía a flor de piel, era una víctima en potencia andando por las calles en la madrugada, huyendo de un asesino en serie suelto que había cometido un crimen tan meticuloso del que yo había sido testigo. El miedo no hacía más que recorrer todo mi cuerpo, pues yo era su nueva presa y estaba sumamente vulnerable, me encontraba a su merced, sin embargo mi mente producía una y otra vez la idea de que todo era percepción, había pasado por tanto, que empezaba a considerar que mis miedos y mi paranoia jugaban en mi contra nuevamente, tal parecía que me encontraba en negación, lo cual no sonaba nada descabellado, pues la idea de vivir con alguien que me perseguía en todo momento y a toda hora, se me hacía increíble de manejar para cualquiera. Me resultaba imposible sentirme tranquilo y a salvo, pues por más que me esforzaba e intentaba hacerlo, ya era bastante tarde y sólo podía apreciar la oscuridad por todos lados, el silencio era infinito y las ganas de salir corriendo a cualquier lugar recorrían mis piernas, pero no terminaba por hacerlo. El tiempo pasaba y no lograba hallar donde esconderme, bastó detenerme por un instante para que el sanguinario “investigador” me encontrara y terminara raptándome, no supe a qué lugar me llevó, pero pude darme cuenta de que el final del paseo concluía conmigo encerrado en un armario. —Espero no salga de aquí porque si lo hace le arranco los ojos —me amenazó mientras mi corazón no paraba de latir al compás de un cronometro. Posterior a haberme amenazado, salió de la habitación confundido, pues sus palabras no tenían nada de coherencia. — ¿Ahora dónde se habrá metido? Su mente estaba causando tanto revuelo de contratiempos, que no estaba siendo plenamente consciente de lo que hacía, mucho menos de que me había encerrado en un armario. Tal parecía que tenía una personalidad algo contradictoria, pues expresaba mucha contundencia al ejecutar sus movimientos, pero sus pensamientos reflejaban otra cosa. Para entonces, el ambiente se había puesto tan tenso, que ni siquiera un afilado cuchillo hubiese podido cortarlo.