Ahí entendí que él estaba cada vez más confundido, incluso más que yo, pues luego de buscarme me obligó a sentarme a jugar y sobra decir que cada segundo que pasaba me sentía sumamente incómodo. — ¿Y quién gana? —Pregunté en medio de mi consternación. —Nadie gana —respondió mirando hacia el suelo. “Godoy” no se mostraba agresivo, pero el ambiente seguía tenso, continuó así por un largo rato hasta que me sentí absurdo y expresé con palabras y actitudes que no quería jugar más... Por lapsos, las charlas parecían ser telepáticas, pues bastaban algunas miradas para comprender lo que me iba a suceder sino hacía lo que él quería, sin embargo, el no entender a veces lo que quería transmitirme por mi perpetua distracción y despiste, elevaban mis nervios y mi temor a niveles estratosféricos, pero entonces entendí que sí se enojaba acabaría con mi vida y a esas alturas, terminar con esa zozobra se había convertido en mi mayor deseo. Siempre había sido tan bueno con todos, ¿pero eso en qué me había ayudado? —Yo sé quién es usted, pero usted no sabe quién soy yo —repliqué con valentía. Sentí como un aire disipaba mis miedos y cómo las cosas empezaron a tornarse cada vez menos tenebrosas para mí. Pero él no hacía más que hacerme muchos gestos, mofas y reírse de mí, ya no lo soportaba más. — ¡No haga eso! —dije en medio de mucho fastidio y molestia. E ignorarme inescrupulosamente fue más que suficiente para habérmele ido a golpes con todas mis fuerzas; una gota de sudor frío recorría mi cara, cuando de repente puse la mirada justo en frente y pude apreciar lo que parecía ser un rostro, mi rostro… Era mi rostro en el espejo, pero que desviaba la mirada y no me veía. Aquella noche me cansé de golpearlo y todo fue una oportunidad para terminar en el piso, lo había golpeado tanto que esas marcas me acompañaron por siempre. Fue ahí donde él mostró el pecho y exhibió las marcas que le había hecho, se podía ver con claridad todas las cicatrices que formaban la frase “y esta sociedad es una mierda”. Fue justo en ese momento donde decidieron encerrarme… Yo seguía siendo consciente tan sólo del lugar en el que me encontraba, estaba en un armario en el que sólo podía ver un rayo de luz que reflejaba toda aquella oscuridad y que lograba entrar a través de una pequeña rendija. Ensimismado no hacía más que observarlo mientras jugaba con una pulsera roja que llevaba en mi brazo izquierdo, por alguna razón logré salir del armario y con cautelosos pasos me dirigí hacia la entrada.