San valentín a tu lado

S E I S

Casi en un pestañeo, el calendario volvía a marcar febrero. El tiempo se le escapaba entre compromisos y obligaciones, y ahora faltaban apenas unos días para el 14. Xavier exhaló con fastidio. Siempre lo mismo. Siempre la misma presión. No podía evitar sentirse renuente a cualquier tipo de compromiso; estaba harto de todos ellos.

Su última película había sido un éxito rotundo, pero con ese éxito vinieron interminables responsabilidades. Estrenos, entrevistas, eventos repletos de caras falsas y sonrisas ensayadas. Las fiestas, más que celebraciones, parecían transacciones donde cada palabra debía medirse con precisión quirúrgica. Todos querían algo de él. Agradar se había convertido en una tarea tediosa, un papel más que interpretar.

Y luego estaban ellas. Las mujeres que lo rodeaban como si fuera un trofeo, que lo miraban con deseo, pero no por quién era, sino por lo que representaba: fama, dinero, estatus. Se sentía como un objeto, una presa en un círculo de cazadores vestidos de gala. Lo asfixiaba la superficialidad, el hambre de atención disfrazada de afecto.

Lo que más le irritaba, sin embargo, era la insistencia de la prensa y las redes por vincularlo con alguien. Ya no sabían qué inventar: rumores de amoríos, romances armados por conveniencia, e incluso especulaciones sobre su orientación sexual. Cada publicación, cada imagen sacada de contexto, cada titular sensacionalista lo hacían cuestionarse si alguna vez podría tener una relación genuina sin que el mundo entero opinara al respecto.

A veces, en noches de insomnio, se preguntaba si todo valía la pena. Si el precio de la fama no era demasiado alto.

Pero ya no había escapatoria. No cuando el mundo entero lo observaba, esperando el próximo escándalo, la próxima historia, la próxima versión de Xavier que pudieran moldear a su antojo.

—No quiero ir a esa fiesta —dijo con fastidio, mirando a su representante con una expresión sombría.

El hombre acomodó sus gafas y suspiró con cansancio.

—Es una fiesta con todo el reparto, Xavier. Es parte del contrato, una obligación. No me interesa lo que tengas planeado, irás.

Xavier reprimió el impulso de mandarlo a la mierda, pero su representante ya había salido del camerino justo cuando su coprotagonista entraba.

—¿Problemas en el paraíso? —preguntó Eva con una sonrisa ladeada.

—Estoy agotado, y encima me obligan a ir a una fiesta. Justo el 14 de febrero —murmuró con resignación, rodando los ojos.

Eva se echó a reír.

—Al menos yo tengo con quién ir. ¿Y tú? ¿Dónde está la afortunada?

Xavier se quedó en silencio un instante. Su mente viajó de inmediato a Lydia. A sus ojos brillantes, a su risa, a la sensación de su piel contra la suya. Un recuerdo fugaz, pero tan intenso que casi podía sentir su perfume en el aire. Pero apartó esos pensamientos de inmediato.

—Viviendo su vida tranquila, sin imaginar que estoy loco por ella.

Eva parpadeó, sorprendida. Era la primera vez que Xavier hablaba así de alguien.

—¿Es del medio? —preguntó con curiosidad.

—No.

Suspiró, pasándose una mano por el cabello.

—Nos vemos en la fiesta, Eva. Aunque me temo que yo no iré acompañado como tú.

Ella le dedicó una sonrisa y, antes de irse, dejó un beso amistoso en su mejilla. Xavier, por su parte, salió del camerino con la sensación de que, por más que intentara seguir adelante, una parte de él seguía atrapada en aquella noche con Lydia.

Lydia miró el calendario con una punzada de tristeza. En solo unos días, se cumpliría un año desde aquella noche inolvidable del 14 de febrero. Suspiró y, sin pensarlo demasiado, escribió su nombre en la lista para trabajar en un evento esa misma fecha.

Otro San Valentín sola. O peor aún: no sola, sino trabajando.

Sin saberlo, tanto ella como Xavier tenían planes para esa noche. Ninguno involucraba encontrarse.

Y así, el 14 de febrero llegó.

Xavier ajustó su corbata frente al espejo con gesto aburrido. Vestía su mejor traje, pero la emoción era nula. La fiesta sería como todas las demás: música, gente hablando de sí misma y cámaras buscando captar el momento perfecto.

Lydia, por su parte, se observó en el pequeño espejo de su habitación, alisando el vestido lila que usaba como uniforme. No era gran cosa, pero al menos intentó no verse tan miserable. Se maquilló un poco y dejó su cabello suelto, como un pequeño acto de rebeldía contra la monotonía.

Llegó puntual al evento, evitando una reprimenda de su supervisora. Tomó su bandeja y comenzó a trabajar, sorprendida por la cantidad de estrellas de cine y televisión reunidas en el lugar. Como siempre, algunos eran amables y otros… un grano en el culo.

La noche estuvo llena de chismes y rumores. Al parecer, alguien importante aún no había llegado.

Y entonces, Xavier entró.

Llevaba el rostro marcado por el hastío, ignorando las decoraciones cursis de San Valentín. Saludó a Eva y a su novio con cortesía y notó de inmediato los cuchicheos de algunas modelos a su alrededor. Como siempre, lo miraban como si fuera un trofeo. Pero él no estaba de humor para juegos.

Cuando llegó a la fiesta, todos buscaron la forma de conversar con él. No le dieron tiempo ni de llegar a su mesa, mucho menos de sentarse. En cuanto cruzó la puerta, una ola de personas se acercó con sonrisas brillantes y copas en la mano, ansiosos por intercambiar algunas palabras con él. Algunos querían elogiar su última película, otros buscaban una oportunidad para hacer negocios, y estaban aquellos que simplemente querían figurar a su lado.

Xavier se sintió abrumado por la atención, tanto femenina como masculina, que estaba recibiendo. Las mujeres reían demasiado alto, inclinándose hacia él con descaro, rozando su brazo como si fuera algo natural. Los hombres, por otro lado, intentaban impresionarlo con anécdotas forzadas y comentarios sobre la industria, esperando su aprobación. Era como estar en un escaparate, bajo el escrutinio de todos.




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