Sanando Heridas

Capítulo 10

El tiempo pasó y en un momento cuando giré el rostro, me encontré con la gran sonrisa de Kim quien me estaba haciendo señas para acercarme. Miré al grupo que estaba enfrascado en temas deportivos y aproveché la oportunidad de ir con ella.

—¿Me llamabas? ¿Renata está bien?

—Creo que llevó media hora intentando llamar tu atención, pero tú estabas muy ocupado repasándome fijamente—me sonrojé, intensamente.

—Mentirosa.

—Oh pero que lindo te sonrojas. Y sí, Renata está bien. Solo debemos mantenerla lejos de mi hermano. Pero volvamos a tu lindo sonrojo.

—¿Me has llamado para reírte?

—Nou, y aunque me encanta ver como una niña de 14, pronto a cumplir 15, te hace sonrojar tan tiernamente; la verdad es que te he llamado para darte algo.

—Bueno niña de 14 que pronto cumplirá 15, ¿Qué quieres darme?

—Un beso.

—¡¿Qué?! –exclamé sorprendido.

—Si solo vieras tu cara en este momento—soltó una carcajada que me llegó al pecho.

—No soy tu payaso, listilla—intenté mostrarme indignado.

—Ya en serio, ven quiero darte algo.

—Si tu hermano nos descubre va a matarme.

—Tranquilo, no voy a dejarte morir. No sin antes conseguir lo que quiero de ti.

—Ni siquiera voy a preguntar—empezó a tirar de mí por un pasillo y luego nos introdujo a una biblioteca.

—Espera aquí. No te muevas.

—Kim no creo que esto sea buena idea, si tus padres nos descubren…—salió del pasillo donde se había metido llevando una bolsa algo grande en sus manos.

—Toma es tuyo.

—¿Mío?

—Sí, te prometí un regalo recuerdas. Vamos ábrelo.

—Kimberly, tienes 14. No sé de donde puedes haber sacado dinero para comprar algo y yo te había dicho que no era necesario. Apenas nos conocemos, estoy seguro que no andas regalando regalos a los amigos de tu hermano.

—No, no lo hago. Eres especial. Ahora, acéptalo.

—¿Qué te hace pensar eso?

—Tengo un buen presentimiento sobre ti. Y no te preocupes de donde saqué el dinero. Tampoco es que haya gastado una millonada en eso. Anda, ábrelo—dejando la bolsa sobre el sofá, saqué de él una polera Adidas en color negro.

Viéndola bien no tenía nada de especial más que ser original. Lo especial era que venía de ella y que se había tomado el trabajo de pensar en mí y en mis gustos. Aunque como siempre andaba con lo mismo, tampoco se le hizo muy difícil.

—No puedo aceptarlo, es original y sí, cuestan una millonada. No, no puedo aceptar esto—volví a meter la polera en la bolsa.

—¿En serio estas despreciando mi regalo?

—Kim.

—¿Tanta importancia tiene para ti el dinero?

—No, el dinero no tenía ninguna importancia para mí. Pero cuando creces en un hogar donde el dinero siempre fue y aun es lo más importante para las personas, a veces lo llegas a creer.

Mi padre habría priorizado el dinero, mi madre también. Mi hermano había quería dinero para irse de casa y le había robado una buena cantidad a mi madre antes de escaparse. Pero yo no era como ellos; tampoco podía negar que me gustaba usar buena ropa y darme gustos. La leche y las galletas integrales que comía no eran baratas.

—No, no es eso. Pero no creo que a tus padres les guste saber que has gastado dinero en mí.

—Te conocen.

—Es la primera vez que vengo a tu casa.

—Henry habla de sus amigos de pichanga a menudo y yo le dije a mamá que eres tranquilo y buena onda. Además, le has caído muy bien.

—No es suficiente para que me compres algo.

—Bien—suspiró cansinamente—. En realidad, es un regalo de equipo. Los chicos querían darte algo y yo me uní a ellos.

—¿Y por qué ellos no están dándome el regalo contigo?

—Porque no quieren arruinar el momento donde me lanzo sobre ti.

—Eres muy atrevida, pulpina

—¿Pulpina?




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.