Sanando Heridas

Capítulo 13

Y así fue como Kim y mis amigos salieron de mi vida en ese momento. A mi madre la preocupación le duró 2 semanas; empezó a cocinar en casa, me obligaba a comer pan, arroz, papa. Me vigilaba cuando estaba en casa, pero cuando salía me las ingeniaba para hacer ejercicio. Durante 2 semanas fue una madre preocupada y asustada; sin embargo, no me acostumbré a su atención. Ya ni siquiera me importaba si estaba en casa o no. Lo que más me dolía de todo, era no ver a mis amigos, no ver a Kim. Con el yeso, ya ni siquiera podía jugar partido. A menudo la buscaba en Facebook o leía nuestras conversaciones en WhatsApp. Ni ella ni ninguno de los demás me habían bloqueado. Algo que agradecía, pero que dolía. Mucho.

Las vacaciones de medio año estaban cada vez más cerca. Solo faltaba una semana, recordé que Kim mencionó ir de campamento a Cañoncillo. Era más que obvio que yo no estaba invitado. Iba a revisión médica para mi brazo, el doctor me informó que ya estaba muchísimo mejor y que la primera semana de agosto podría quitarme el yeso. A veces trataba de insistir sobre mi alimentación, pero yo hacía oídos sordos.

El último día de clases llegó, sin ánimos de nada, salí de casa por la tarde. Decidí ir al supermercado a dar un paseo. El frio ya se sentía, vestido con polera y jogger masculino, deambulé por los pasillos del Mall. Pasé por la sección de comidas, dispuesto a conseguir un helado. Tan ido iba que ni siquiera noté a la persona que venía.

—Auch.

—¡Rayos! Lo siento, no fue mi intención. En serio, disculpa. Yo…

—¿Max? –el largo cabello de Kim dejó a la vista su rostro.

—Kim—era ella, después de un mes y unos pocos días volvía a verla. Lucía triste; el brillo que estaba acostumbrado a ver en sus ojos, estaba un poco apagado. Llevaba su melena suelta, unos joggers femeninos y una polera a juego. Tan delicada y dulce, me di cuenta que había bajado de peso.

—Eh…yo…lo siento. Estaba distraído.

—Lo noté.

—Sí, bueno…me voy.

—¿Cómo has estado? –preguntó—. Siento que han pasado años desde la última vez que hablamos—para mí también se sentía como una eternidad.

—Bien…gracias. Espero que tú también estés bien…y los chicos.

—Todos estamos bien, aunque un poco apagados últimamente. Ren y Henry no se hablan oficialmente. Es complicado.

—Supongo. Espero se arreglen, tengo entendido que son amigos desde mucho tiempo.

—Ren está algo dolida con mi hermano y la entiendo. También espero se amisten.

—Aja. Bueno, me voy—empecé a caminar en la dirección opuesta, ella volvió a detenerme.

—¿Estás solo? –me encogí de hombros.

Y por primera vez aceptar la soledad me dolió. Siempre me había considerado un chico solitario, un alma sola y perdida que estaba destinado a andar por la vida sin más compañía que la mía. Pero cuando conocí a los chicos las cosas cambiaron, cuando me uní a ellos, cuando conocí a Kim y a sus amigas. Me sentía parte de un todo, sentía que mis opiniones importaban, que era tomado en cuenta, sentía que valía la pena.

—Sabes, los chicos y yo estamos por allá—señaló hacia el patio de comidas—. Yo venía del baño. Vinimos a comer pizza y bueno si quieres…

—No, no es necesario. No quiero incomodar.

—Eres nuestro amigo.

—La última vez, dijiste…

—Sé lo que dije. Solo estoy preocupada por ti, pero no puedo obligarte a hacer algo que no quieres. Te quiero y me duele. Los chicos te extrañan…yo te extraño—yo también la extrañaba. Demasiado.

—Kim, no creo que sea buena idea.

—Por favor, Max. No vamos a obligarte a comer si no deseas. Solo, únete.

—Si alguien empieza a sentirse incomodo, me iré.

—Como quieras—lucía más alegre. Empezamos a caminar hacia la mesa donde los demás estaban conversando alegremente. Traté de ocultar mi nerviosismo.

—Chicos, miren a quién encontré—todos voltearon su mirada hacia mí. Me sentí un bicho extraño bajo un microscopio.

—Pero miren quién se dignó a aparecer ¿Ya te cansaste de la soledad Max?




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