Sanando Heridas

Capítulo 18

Los días pasaron rápido, el colegio llegaba a su fin y yo seguía sin reaccionar. El doctor me había dicho que parte importante de mi evolución se daría si yo colaboraba y yo no lo estaba haciendo. Al contrario, estaba dejándome ir. Cuando fui evaluado el doctor Herrera encontró que me faltaban 10 kilos de peso, que tenía 11 de hemoglobina, que mis defensas estaban bajas, que mis huesos no eran los de un chico de mi edad. Lo primero que hizo fue pedir la autorización de mi madre para que me internen en un centro de ayuda. Peleamos tanto aquella noche. Ella estaba a favor y yo en contra. Me dejé llevar por la cólera y amenacé con irme de casa si me internaba. Prometí empezar a cuidarme, pero como mencioné anteriormente, seguía con lo mismo.

Así que el doctor fue muy claro al decirme que, si yo no lo intentaba, el resto tampoco podía hacer mucho por mí. Eché sus consejos a la espalda, hasta que un día por fin lo comprendí. No como aquel día que reconocí tener un problema y pedí ayuda. No, esta vez la venda cayó de mis ojos y entonces decidí que no me dejaría morir, no sin luchar.

Estaba caminando por el parque donde Kim y yo solíamos pasear. Me senté bajo el mismo árbol en el que solíamos sentarnos y me dispuse a contemplar el atardecer. Tan ensimismado estaba que ni siquiera noté que alguien se acercaba.

—¿Ya has terminado de huir, Max? –giré el rostro rápidamente para encontrarme con la mirada enojada de Kim. Los ojos café claros ahora eran dos pozos oscuros y la sonrisa que solía darme cada vez que me veía, era una mueca de disgusto.

—Hola Kim—traté de mostrarme sereno.

—Hola extraño.

—Yo…—supuse que le debía una explicación.

—No, no es necesario—me cortó levantando su mano—. No necesito que me expliques nada. Es más que obvio que has terminado lo nuestro cuando muy claramente te dejé dicho que no pensaba dejarte solo. Pero no, al jovencito le valió 3 pepinos mi opinión y decidió ser el mártir en esta historia. Pues escucha esto cariño y escucha muy bien: me niego a ser la dama que queda desolada por su amado y se ve obligada a rehacer su vida con otro hombre mientras sigue enamorada del mártir.

—Podrías ser una solterona—sugerí.

—Y encima te burlas. Eso funcionaria si no quisiera tener hijos, lo cual quiero. Y tú eres el elegido para ser el padre.

—Kim. Tienes 15, tus deseos pueden cambiar.

—Tonterías. Sabes, ha sido muy difícil atraparte fuera de tu cueva. Está de más decirte que los chicos quieren asesinarte. Renata quiere tu cabeza.

—No si tu hermano la consigue primero.

—Buen punto.

—¿Qué haces aquí Kim?

—¿Está prohibido que venga a este parque? –preguntó con inocencia.

—Sabes de lo que hablo.

—¿Realmente has terminado conmigo, Max? Ni siquiera has tenido el valor de darme la cara y decírmelo.

—Te lo dije en el hospital.

—Entonces, ¿es todo?

—Kim, las cosas en casa no van bien y yo estoy intentando superar esta enfermedad.

—Y déjame saber cómo es que piensas hacerlo si ni siquiera vas al doctor.

—¿Quién te lo dijo?

—Tu madre ha estado manteniéndonos informados.

—¿Mi madre? –eso sí me sorprendía—¿Segura que hablamos de la misma mujer?

—Ella no es un ogro Max.

—No, ella es peor que eso.

—También ha pasado por mucho.

—¿La estás defendiendo?

—Claro que no, cariño. Pero creo que cada uno de ustedes necesitan pasar por un proceso para dejar salir todo y poder empezar a sanar.

—Podrías ser una muy buena psicóloga.

—Talvez.

—No puedo estar contigo Kim, no en este momento. Estoy por acabar el colegio, no sé qué hacer con mi vida. Pensé en ir a la policía, pero no con estos problemas. No creo que esté apto para estudiar algo, en realidad. Talvez me dedique a vagar.

—Eso no lo crees ni tú mismo. Sé que tienes problemas Max, pero tienen solución. También sé que la relación con tu madre no es la mejor, pero ella lo está intentando.

—No sé si creer en su arrepentimiento. Y tampoco estoy listo para volver a ser su hijo.




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