Sangre ajena. Embarazada del rey

Capítulo 21. La prometida

Capítulo 21. La prometida

El Sumo Sacerdote se hallaba entre el rey Ridan y María. Su voz era tranquila, pero cada palabra resonaba con una fuerza inquebrantable. Era un hombre de edad avanzada, con larga barba y bigote, y unos ojos azules bondadosos. Un viento casi imperceptible agitaba el borde de su capa clara, bordada con ornamentos rojos. Su rostro lucía sereno y ligeramente cansado.

El sacerdote dio un paso atrás, luego se volvió hacia los cortesanos, que permanecían inmóviles, captando cada una de sus palabras.

—Confirmo ante todos los presentes: esta muchacha es la elegida por el destino, y lo ha ratificado la piedra ritual. ¡Lo veo con claridad! Ella lleva en su vientre al hijo del rey, y esta madre, y este niño, salvarán el futuro del reino. Pero... —dirigió su mirada a todos los presentes y luego miró a Su Majestad el rey Ridan— este futuro no depende solo de ella, de esta muchacha, ¡sino también de ti, mi rey!

Ridan frunció ligeramente el ceño. Quería replicar, pero se contuvo y murmuró entre dientes:

—Continúa, Tarion —se notaba que estaba al borde de perder el control, pero se contenía.

El sacerdote dio un paso más hacia Su Majestad y prosiguió, sin apartar la mirada del rey:

—Debes tratar a María con atención. No como a una súbdita, ni como a una mujer cualquiera, sino como a la madre de tu heredero, de tu futuro... y del futuro de nuestro reino. Siento que no la tomas en serio. Y eso está muy mal. No debe estar sola. Debes reunirte con ella a diario, hablar con ella, mirarla a los ojos, escucharla... Creo que una hora diaria al principio será suficiente.

—¿Una hora? —la voz del rey Ridan se volvió áspera y desagradable—. ¿Y para qué tales... encuentros?

—Para que se acerquen el uno al otro —respondió con calma Tarion, aunque negó con la cabeza, claramente molesto—. ¿De verdad tengo que explicarte lo obvio? Para que sepa que no está sola en este mundo. Para que el niño también sienta tu presencia. Francamente, es tu deber como futuro padre. Y no es una petición, ¡es una orden!

El rey apretó la mandíbula con furia. Sus ojos se oscurecieron por un instante. Miró a María, que permanecía en silencio, algo pálida, pero con el mentón alzado con orgullo.

—De acuerdo —dijo Ridan finalmente con esfuerzo—. Dedicaré una hora cada mañana. Por ejemplo, ella y yo —asintió hacia María— desayunaremos juntos. ¿Será suficiente?

—Perfecto —respondió satisfecho el Sumo Sacerdote—. Pero a solas. Sin consejeros, sin guardias, sin damas ni sirvientas. Solo ustedes dos.

—Pero —añadió el rey— no esperen que cambie. ¡No quiero conversar con una esclava! Y ella, en esencia, ¡lo es! ¡Y que se cubra la cara con un velo! ¡Me repugna mirar esa mancha!

—¡No! —se irguió de pronto María— ¡Nada de velos! ¿Crees que me agrada verte? Yo tampoco deseo estas reuniones. Pero si se van a realizar, asistiré como estoy acostumbrada. Con la ropa que suelo usar, y no ocultaré mi rostro.

El rey la miró con sorpresa. Los cortesanos detrás de ellos comenzaron a murmurar, y el Sumo Sacerdote sonrió satisfecho. Evidentemente, se alegraba de que la muchacha mostrara garras y dientes al rey, que no guardara silencio y no se sometiera dócilmente a sus órdenes.

—Resígnate, Ridan —dijo apaciblemente—. Me complace ver que tu prometida es una joven orgullosa e independiente. Y ahora debes declarar públicamente a María como tu prometida.

El rey hizo una mueca, pero no había alternativa. Era evidente que el sacerdote tenía gran poder e influencia, pues Su Majestad solo inclinó la cabeza y murmuró entre dientes:

—Te declaro, María del otro mundo, como mi prometida.

María quiso protestar al principio, indignada. No quería ser la prometida de ese rey arrogante y cruel. Pero luego pensó que debía actuar con más astucia. Fingiría que todo le parecía bien, mientras buscaba una forma de huir del palacio real. Una huida requería preparación. Eso era evidente. Tendría que llevar comida, agua, disfrazarse. Y saber adónde huir. Tal vez su nuevo estatus le permitiría hablar con algunos magos y averiguar todo sobre los portales mágicos hacia su mundo.

Así pensaba la joven. Luego asintió con orgullo en respuesta a las palabras del rey Ridan. Como si le hiciera un favor con su aceptación. Y además notó la mirada desagradable y llena de odio de una joven que se hallaba un poco más allá, entre un grupo de mujeres ricamente vestidas, sin duda damas de compañía. Recordó de inmediato lo que Frela le había contado sobre la amante del rey, quien tenía serios planes respecto a Su Majestad.

"Así nacen los enemigos, cuando arruinas sus intenciones y planes", pensó María con tristeza. Pero no podía rechazar el estatus de prometida, pues así protegía a sí misma y a su futuro hijo.

El satisfecho Sumo Sacerdote asintió ante las palabras del rey, y de pronto añadió:

—Y ahora, bésala, Ridan. Sabes que es necesario para sellar vuestra unión ritual de compromiso...



#3 en Fantasía
#1 en Magia

En el texto hay: fantasia, embarazada, rey cruel

Editado: 01.10.2025

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.