Sangre ajena. Embarazada del rey

Capítulo 35. Amarga mañana

Capítulo 35. Amarga mañana

Al despertar, María no comprendió al principio dónde se encontraba. Y luego, de repente, lo recordó todo.

También volvió a su memoria un sueño que había dejado tras de sí una sensación de peligro: había soñado que caminaba sobre un hielo delgado, bajo el cual rugían olas violeta-azules, casi negras, ansiosas por romperlo desde abajo. Cada paso suyo iba acompañado de un fuerte crujido; parecía que en cualquier momento el hielo se partiría, ella caería al agua y se hundiría en el fondo.

María se sentó en la cama. Sus dedos tocaron sus labios… aún sentía aquel beso. Inesperado y extraño. Y hasta deseado, aunque jamás lo admitiría… Pero en el alma de la joven había un dolor amargo por las injustas acusaciones de Ridan, pues recordó las palabras del rey. Humillantes, bruscas y despreciativas. Completamente injustas, ya que había sido él quien la besó primero.

—Pues bien —susurró al levantarse de la cama—. Si él cree que poseo alguna magia, que lo piense. Me da absolutamente igual. A él, a su horrible palacio y a su vida aún más espantosa. Haré todo lo posible por sobrevivir en este nido de víboras y escapar. Y nunca, nunca regresar aquí. Nunca.

Echó un vistazo a la puerta de la habitación contigua y vio que estaba abierta. Pero se notaba que estaba vacía, el rey, evidentemente, ya se había marchado hacía rato.

María se acercó al espejo. La marca de nacimiento, aquella que provocaba el rechazo de Ridan, le parecía ahora un sello de dolor. Pero ella miró al espejo con calma. Era ella misma, y no permitiría nunca más que nadie la humillara, aunque fuera el mismo rey.

De pronto, llamaron a la puerta. María se giró asustada, pero era Frela. La muchacha la miró con alegría y complicidad y, como hacía a menudo, le guiñó un ojo.

—Espero que todo le haya ido bien. Creo que complació maravillosamente al rey anoche, porque desde muy temprano, aunque nervioso y enfadado como siempre, ordenó que usted estuviera presente en la recepción real del día, en la sala del trono. Allí estarán todos los cortesanos, consejeros, sacerdotes y representantes de las delegaciones diplomáticas. ¡El rey también quiere verla a usted!

—¿Recepción del día? —preguntó María sorprendida—. Pero… ¿por qué me llaman allí? No tengo idea de cómo comportarme en ese lugar. Y además, no tengo nada que ponerme. Este vestido está completamente arrugado… —la joven miró el vestido con el que había dormido toda la noche. Y en verdad, no estaba en muy buen estado.

—¡No se preocupe por el vestido! —Frela agitó la mano—. Su Majestad ordenó que la vistieran con un traje festivo, acorde a su estatus de prometida. Además, incluso mandó que se le dieran joyas del tesoro real que combinaran con el vestido. Hoy debe ocurrir algo especial, porque, según murmuran los chismosos cortesanos en los pasillos, hay noticias muy importantes para el rey…

María solo sacudió la cabeza con asombro. ¿Un vestido de gala? ¿Joyas? ¿Por qué tanta generosidad y atención por parte del rey? Si anoche mismo había visto la furia y el rechazo en su rostro. Claramente no parecía dispuesto a colmarla de regalos. Pero mientras siguiera siendo prisionera en ese palacio, debía jugar bajo sus reglas.

María se encogió de hombros, aceptando, y siguió a Frela, que la llevó de nuevo a su terrible habitación, le trajo el desayuno y le contó los últimos chismes de la corte real. Y en todas partes a María la acompañaban dos guardias, a quienes Ridan había ordenado proteger a su esclava-prometida.

Y al mediodía, la joven, escoltada por los guardias, caminaba otra vez por los pasillos del palacio real hacia la sala del trono, para la tradicional recepción real del día.



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En el texto hay: fantasia, embarazada, rey cruel

Editado: 05.09.2025

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