Sangre ajena. Embarazada del rey

Capítulo 44. ¡Te ayudaré!

Capítulo 44. ¡Te ayudaré!

María estaba de pie junto al gran caldero de la cocina, removiendo con suavidad la espesa papilla sin darse cuenta siquiera de que empezaba a pegarse en el fondo. Sus pensamientos giraban en torno a una sola cosa: debía escapar.

—¡Eh, que se quema la papilla! —la empujó con el codo Frela, que estaba cortando pan. María ya le había contado todo lo que había sucedido en las estancias del Señor de las Sombras, Grez, y ahora Frela la compadecía sinceramente. —María, reacciona.

—Estoy pensando en cómo salir de aquí —susurró María tan bajo que nadie pudiera oírla. Aunque en la cocina había bullicio y parecía que nadie prestaba atención a las muchachas, hasta las paredes podían tener oídos. —Si me quedo… ya sabes lo que ocurrirá. Debo proteger a mi hijo.

Frela se mordió el labio, reflexionó un instante y luego se inclinó más cerca de María para susurrarle al oído:

—¿Y si te digo que hay una salida?

—¿Estás bromeando? —los ojos de María brillaron de repente. —¡Tengo un brazalete mágico en la mano, y alrededor hay magia protectora y un montón de guardias! ¿Cómo? ¿Y adónde podría huir?

—¡Más bajo! —Frela se giró para asegurarse de que nadie escuchaba. —Pronto habrá una gran fiesta en la ciudad. Vendrán invitados para el Señor Grez, habrá mucho movimiento, todos estarán ocupados. Y entonces… se podrá arriesgar.

María la miró con desconfianza.

—¿Una fiesta? ¿Multitud de gente? Pero ¿cómo escaparé con este maldito brazalete?

Frela se turbó un poco, pero luego sonrió.

—Aquí conocí a un hombre… Es sirviente de uno de los consejeros del Señor Grez. Pero… bueno, ¿cómo decirte? No es como los demás. ¿Entiendes? Él… bueno… nos conocimos… Y me trata bien… —Frela se sonrojó. —Me empezó a mostrar atención… No de manera grosera, como esos guardias patanes, sino con delicadeza… Dice que… se ha enamorado de mí…

María la miró sorprendida.

—¿Y eso qué?

—Él tiene llaves —susurró Frela, acercándose todavía más. —Llaves mágicas. Abren todo. Incluso quitan los brazaletes de los esclavos.

—¿Hablas en serio? —la voz de María tembló. —¿Llaves mágicas?

—Lo vi. Me las mostró. Dice que tiene la confianza de su señor y que tiene acceso al gabinete donde esas llaves se guardan.

María la sujetó fuerte de la mano.

—Frela, ¿dónde está ese gabinete? ¿Quizás podamos entrar allí? O… quizá tu nuevo conocido pueda abrir nuestros brazaletes, ¿para que podamos huir? ¿Podrías convencerlo?

Frela bajó la mirada, incómoda.

—Valent… él ya anda detrás de mí como un perro fiel. Creo que si le pido ayuda, lo hará… Cuando llegue la fiesta, nos ayudará, porque será el mejor momento para huir sin que nadie lo note. Todos estarán en la plaza y el castillo quedará vacío. Y seguramente conoce salidas de la ciudad… Es muy bueno… Te lo presentaré…

María apretó con fuerza la mano de Frela.

—¡Entonces podemos intentar escapar juntas, Frela! Tu conocido nos ayudará…

Pero de pronto Frela apartó la mirada y suspiró con tristeza.

—No me iré, María —dijo con firmeza.

—¿Qué? —María la miró confundida. —¿Por qué?

—Porque yo… yo también me he enamorado de Valent —Frela sonrió con timidez, pero en sus ojos brilló una chispa viva. —Es la primera vez que siento algo así… Y no puedo simplemente marcharme. Me atrae este hombre. Me quedaré en el castillo del Señor de las Sombras.

—¿¡Hablas en serio!? —María estuvo a punto de gritar, pero se contuvo a tiempo. —¡Frela! ¡Aquí solo hay muerte! ¡Aquí hay esclavitud! ¡Aquí los magos matan y mutilan a la gente! ¡Hacen experimentos horribles!

—Lo sé —susurró Frela. —Pero yo… me quedo. Porque aquí también está Valent. Y mi amor.

Entonces María comprendió que era inútil tratar de convencerla, porque a cada uno le llega el momento de tomar la decisión más importante de su vida. Y Frela, evidentemente, ya la había tomado.

—Y yo debo irme —dijo al fin, en un susurro casi inaudible. —Porque si me quedo, matarán a mi hijo y a mí.

Frela le apretó la mano y le sonrió con tristeza:

—Por supuesto, te ayudaré en lo que pueda. Prometí al rey Ridan estar siempre a tu lado. Pero hoy no tengo fuerzas para luchar contra mi destino. Por eso arriesgaré y trataré de ayudarte a escapar de aquí… Pero después… Después, María, deberás seguir sola…



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En el texto hay: fantasia, embarazada, rey cruel

Editado: 05.09.2025

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