Sangre ajena. Embarazada del rey

Capítulo 45. Conversación en la cocina

Capítulo 45. Conversación en la cocina

La fiesta en la que María había depositado tantas esperanzas comenzó unos días después. La muchacha recogía comida en secreto, la guardaba en un saco especial y la escondía bajo el colchón. Se alegraba enormemente de que, por el momento, el Señor Grez no estuviera en el castillo, y con horror pensaba en lo que sucedería si no lograba escapar antes de su regreso. Siempre escuchaba con atención todas las conversaciones a su alrededor, para enterarse de cuándo volvería el Señor a casa.

Y por fin llegó el día de la fiesta, o mejor dicho, del gran banquete que organizaba el Señor de las Sombras Grez para sus tres hermanos, también Señores de las Sombras, que vivían en distintos rincones de la capital subterránea.

Según comprendió María, cada uno de los Señores debía organizar una celebración semejante una vez al año. Los sirvientes y esclavos cuchicheaban en los rincones, diciendo que esta vez los Señores no solo se reunirían para festejar, sino también para pensar con detalle el plan definitivo del último golpe en la sangrienta guerra contra el reino de Padirán. Pues tenían un gran as bajo la manga, del que no hablaban con nadie. Y María lo sospechaba. Aunque todavía no terminaba de creerlo. Pensaba que quizá el rey Ridan en realidad había escapado aquella vez en las montañas de los bandidos, y que el prisionero en las mazmorras del castillo no era el rey, sino un noble importante o alguien más. No lo creyó del todo… hasta que escuchó en la cocina cómo los sirvientes empezaban a murmurar sobre la fiesta y los invitados.

Así, al castillo sombrío del Señor de las Sombras Grez llegaron aquel día, uno tras otro, los ilustres invitados: sus tres hermanos en la magia oscura. Desde la mañana reinaba en el castillo una gran agitación: los criados colocaban las mesas, sacaban de las bodegas las botellas con el mejor vino, el aire olía a carne asada y verduras guisadas, y sobre las murallas, alrededor del castillo, resonaba incluso algo parecido a música: eran las trompetas que anunciaban a viva voz la llegada de nuevos nobles de toda la capital.

Y en la cocina, donde trabajaban María y Frela, los sirvientes comenzaron a murmurar que el Señor Grez había decidido preparar un espectáculo maravilloso para el público distinguido. Al principio María no prestó atención a lo que conversaban la cocinera Tissa y el copero mayor del castillo, pero luego se le heló la sangre al escuchar con atención.

—Dicen que ahora él personalmente castigará durante tres días a su prisionero más importante —murmuró la mujer mientras picaba zanahorias para el enorme caldero de sopa—. Y te diré, Rinne, que todos ya sospechan quién es ese prisionero, aunque el Señor Grez lo oculte —la mujer miró a su alrededor y, al ver solo a María y a Frela, que justo se habían vuelto (pero María escuchaba cada palabra con nitidez)—. ¡Es el propio rey Ridan de Padirán! —susurró la cocinera—. Y el Señor quiere castigarlo en la plaza. Para que todos lo vean, los invitados y la gente común, que Grez es el más poderoso de los cuatro Señores. Que fue él, o mejor dicho, sus hombres, quienes lograron capturar al mismísimo rey Ridan. Y él mismo quiere guiar al ejército contra Padirán. Oh, la guerra ya ha agotado nuestras tierras subterráneas, pero ahora el Señor Grez dice que obtendrá la victoria. Y que todos podremos vivir en la superficie.

—¡Tissa, será mejor que guardes silencio y sigas cortando tus zanahorias! —replicó con cautela el copero Rinne—. Eso no es asunto nuestro. Como el Señor decida, así será. Pero la defensa de Padirán es muy fuerte. Sí, el rey está en sus manos, pero… ¿cómo piensa destruir los Pilares de la Magia? En fin, no es nuestro asunto. Pero yo también he oído que en la fiesta se castigará a un prisionero importante. ¡Esta misma noche lo colgarán en el pilar de la vergüenza, y el propio Señor lo azotará con el látigo! Así quiere comenzar la fiesta. Si el rey sobrevive después de tres días, lo devolverán a la mazmorra. Y si no… al pozo de las serpientes.

—Dicen que guarda silencio todo el tiempo —se encogió de hombros la cocinera—. Los guardias que lo vigilan en las mazmorras, los que le llevan la comida, contaban que el prisionero los mira como si todos a su alrededor fueran basura. Seguramente, así mismo mirará al Señor. Está claro que Grez quiere quebrarlo delante de todos…

Siguieron hablando, pero de pronto María sintió un mareo en la cabeza. Salió corriendo de la cocina, se lanzó al retrete, donde vomitó. Sabía que no podría huir, escapar, mientras el rey Ridan estuviera allí, en la plaza, muriendo bajo los látigos del Señor de las Sombras. Pero si se quedaba… entonces el Señor de las Sombras Grez podía destruir a su hijo. ¡Oh, qué hacer!

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En el texto hay: fantasia, embarazada, rey cruel

Editado: 05.09.2025

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