Capítulo 5. La Sanadora
—El destino de nuestro reino está en tus manos, y también el de tu amor —respondió el Sumo Sacerdote con un suspiro—. No depende de mí. Los dioses crueles dirigen nuestros caminos. Pero a veces envían a nuestro mundo a personas de luz. Al mirarlas, vemos esperanza para el reino —el sacerdote la observó con compasión—. La magia ha despertado en ti, María. Es un don del que ni tú misma eras consciente. Además de los conjuros comunes, puedes sanar. Y en el palacio, justamente, ha quedado libre el puesto de sanadora. El rey sufre fuertes dolores de cabeza, sin duda causados por la marca negra. Lamentablemente, irás al palacio no como la prometida del rey Ridan, sino como sirvienta del arte curativo. Inventaremos una historia: diremos que eres una de las mejores sanadoras del reino. Solo así podrás estar a su lado. Yo iré contigo, te presentaré ante el rey.
María sintió que las lágrimas le humedecían los ojos.
—Sanadora… —pronunció suavemente—. Y Ridan me mirará como si fuera una extraña…
—Así es —asintió el sacerdote—. Es una prueba para tu corazón. Pero el amor verdadero nunca es fácil. Y recuerda: él ha ordenado destruir los Pilares Mágicos. Si caen, de la ciudad subterránea se liberará un mal que podría destruir nuestro mundo.
María recordó de pronto lo más importante y preguntó, confundida:
—Usted quiere que me presente ante el rey Ridan, que aparezca en el palacio, pero… Dice que hay enemigos ocultos a su alrededor, algunos podrían ser poderosos magos y recordarme. ¡Debo ocultarme de alguna forma! ¿Cómo esconderé esto? —puso la mano sobre su vientre, ya ligeramente abultado, y luego tocó el lunar oscuro en su mejilla—. ¿Y esto?
El sacerdote asintió y sacó de un estante un pequeño amuleto de piedra oscura colgado de un hilo de plata. Lo colocó en la palma de María.
—Toma. Este artefacto ocultará tu embarazo y el lunar a los ojos de los demás. Además, el atuendo de sanadora disimulará tu vientre, pues usan amplias túnicas. Todos te verán sin el lunar. Pero debes recordar que es algo temporal. El poder del amuleto se debilitará cada día, aunque durará justo lo necesario para tu estancia en el palacio. Tienes una semana.
—Una semana… —susurró María.
—Sí. Porque en una semana el rey partirá hacia los Pilares. Si no logras despertar su memoria antes, todos nuestros planes y esperanzas se perderán.
María suspiró y se colocó el amuleto al cuello.
—De acuerdo —dijo con firmeza—. Iré. Aunque el rey no me reconozca, aunque me vea como a una desconocida, intentaré llegar a su corazón.
El sacerdote le apoyó una mano en el hombro. En su mirada brillaban compasión y tristeza a la vez.
—Solo tú, niña mía, puedes romper el sello negro devolviendo al rey su memoria. Estoy seguro de que el amor verdadero puede obrar grandes milagros.
Y a la mañana siguiente, María y el Sumo Sacerdote partieron hacia la capital en una modesta y discreta carreta…
Editado: 22.10.2025