Sangre ajena. La prometida del rey

Capítulo 8. Agrarva

Capítulo 8. Agrarva

—¿Eres la nueva sanadora? —apenas oyó María la voz del rey Ridan.

El Sumo Sacerdote, al notar que la muchacha se había puesto algo nerviosa, respondió por ella:

—Sí, es la nueva sanadora Ría. Es muy conocida en las tierras del norte. Cura bien diversas enfermedades. Creo, Su Majestad, que también podrá ayudarle a usted, pues sé que le atormentan los dolores de cabeza.

—Sí… la cabeza me tortura todo el tiempo. Son muy pocas las horas en que no me duele —asintió el rey, frunciendo el ceño, evidentemente porque en ese momento también le dolía.

María notó con tristeza que el rey, en efecto, parecía agotado. No tanto como aquella vez en que atravesaron juntos las catacumbas, pero seguía viéndose sin fuerzas, sin el menor rastro de salud. Su corazón se encogió con compasión, y recordó el papel que debía desempeñar.

—Su Majestad, permítame presentarme. Me llamo Ría, sanadora. Espero poder ayudarle —dijo la joven con voz temblorosa e hizo una profunda reverencia, inclinando la cabeza ante el rey.

—¡Solo en mi presencia! —se oyó de repente una voz femenina que hizo estremecer a María. Se irguió y miró hacia la puerta de la izquierda, de donde emergió una figura conocida.

Las puertas que daban a la habitación donde el rey dormía la última vez estaban entreabiertas, y de allí salió Agrarva, a quien María recordaba perfectamente. La mujer no había cambiado nada; seguía siendo igual de segura de sí misma, incluso más radiante que antes. Un pequeño vientre redondeado indicaba que estaba embarazada. Por más que María observó, no pudo determinar si realmente lo estaba o si era solo una artimaña. No se atrevió a usar su magia para averiguar la verdadera esencia de Agrarva en su presencia.

La joven reaccionó al instante, fingiendo sorpresa y mirando a Agrarva como si no supiera quién era aquella mujer en la habitación del rey.

—Tal vez aún no lo sepas, pero yo soy la prometida del rey Ridan, Agrarva Kodivva. ¡Tu futura reina! Nuestra boda será dentro de una semana —declaró Agrarva con arrogancia.

Se acercó al rey, se detuvo detrás de su silla y colocó las manos sobre sus hombros, marcando así que él le pertenecía.

El rey no se movió en absoluto; permanecía indiferente, mirando el fuego del hogar. Dios mío… María apenas lo reconocía. ¿Dónde estaba aquel hombre dominante y severo que siempre mandaba y cortaba cualquier palabra que no le gustaba? Antes, jamás habría permitido que Agrarva le contradijera. Ella solía ser sumisa, mansa, casi invisible, siempre aduladora. Pero ahora era otra: autoritaria, sarcástica, con una voz firme que no admitía oposición.

—Exijo estar presente durante la sesión de sanación del rey. Sé mucho sobre los sanadores de nuestro reino, pero nunca he oído hablar de esta tal Ría —dijo Agrarva entornando los ojos con desconfianza—. Me gustaría ver qué tan hábil eres en tu oficio.

María se quedó sin palabras; pensaba que atendería al rey a solas.

—Bueno, eso se puede arreglar —intervino el Sumo Sacerdote, tratando de aliviar la tensión, pues Agrarva hablaba con un tono áspero y desagradable, como si quisiera poner a la sanadora en su lugar y mostrarle su desconfianza—. Podemos realizar ahora una sesión de sanación, para comprobar si Su Majestad se siente mejor. ¿Está de acuerdo, Su Majestad?

—Sí, de acuerdo… ¡Este maldito dolor ya me tiene harto! —asintió el rey, llevándose las manos a la frente. María volvió a sentir compasión por él, pero enseguida se recordó que, en realidad, debía alegrarse de que sufriera, después de todo lo que él le había hecho pasar. Sin embargo, no sentía alegría… solo pena.

—Entonces debo prepararme —dijo María, dándose cuenta de pronto de que ella y el Sumo Sacerdote Tárion no habían hablado en absoluto sobre cómo iba a curar al rey. Ni siquiera tenía idea. Pensaba quizás posar las manos sobre su cabeza y murmurar algo, como había visto hacer a las curanderas en las películas. Pero no había tiempo para pensar demasiado. Dio un paso adelante y dijo:

—Necesito lavarme las manos. ¿Dónde hay agua?

—Allí —señaló Agrarva hacia la habitación del rey...



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En el texto hay: verdadero amor, rey cruel

Editado: 22.10.2025

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