Capítulo 14. Mospar
Un joven noble, de facciones perfectas, con ojos azules y cabellos claros que, siguiendo la moda local, caían en ondas hasta sus hombros, pertenecía, sin duda, a la corte real. Vestía un elegante y rico jubón de un tono celeste, y en sus piernas llevaba altas botas de montar. Todo aquel atuendo realzaba de manera inmejorable su esbelta figura.
—¡Soy yo quien debe disculparse! —exclamó el hombre, sin soltar el brazo de María, como temiendo que pudiera caer—. Yo también he sido culpable, tampoco miraba el camino. ¡Somos dos distraídos! Permitidme presentarme: mi nombre es Mospar Logzi.
El hombre al fin soltó el brazo de María, y ella retrocedió un paso, sintiendo esa extraña sensación de haber visto antes aquel rostro o haber escuchado esa voz. El noble se inclinó con galantería.
—Me llamo Ma… Eeeh… la sanadora Ría —respondió ella, sonrojándose un poco y reprochándose internamente por haber estado a punto de decir su verdadero nombre.
—¡Ah, he oído hablar de vuestra llegada! ¡Anoche todo el palacio murmuraba sobre ello! Dicen que obrabais milagros. Os ruego una vez más que me disculpéis. Mi descuido fue imperdonable, pero ahora comprendo que hasta un tropiezo tan torpe puede ser un regalo del destino. ¡Ría! ¡Qué hermoso nombre! Os sienta tan bien, pues es tan bello como vos misma. ¡Irradiáis más luz que los soles de Padirán, más que todos los diamantes juntos del tesoro real!
María sonrió, pero también se sonrojó. Nadie jamás le había dicho que era hermosa. Su lunar había marcado su rostro desde siempre, y nunca nadie la había considerado bella. Y allí estaba aquel apuesto caballero, coqueteando con ella, como si realmente le hubiera gustado. La joven se sintió algo turbada, aunque consiguió responder al menos algo:
—Sois un maestro de los cumplidos, señor Mospar.
—Oh, no, sólo soy muy observador y lo noto todo —replicó él—. ¡Vuestra belleza es imposible de pasar por alto! Decidme, ¿creéis en las casualidades? Yo, en absoluto. Estoy convencido de que este choque ha sido una señal del destino para que nos conozcamos mejor.
La miraba fijamente a los ojos, y María se sintió confundida. Ante tal intensidad, no sabía cómo reaccionar ni qué decir. Sí, le agradaba la atención del hombre, pero…
Qué oportuno que, en ese mismo instante, se acercara el Sumo Sacerdote, del que María se había olvidado por completo, sorprendida por aquel inesperado encuentro y deslumbrada por los halagos del apuesto Mospar.
—Os saludo, Sumo Sacerdote Tarion —dijo el noble al verlo, y luego se volvió hacia María—. Por desgracia, debo marchar, el deber me reclama. Pero espero volver a veros en el palacio real, sanadora Ría. ¡Un honor conoceros!
Se demoró en su mirada sobre María un instante más de lo permitido por la decencia, y enseguida se alejó con paso firme por el sendero que conducía al palacio.
María y el sacerdote Tarion lo siguieron en silencio con la vista, cada cual perdido en sus propios pensamientos. Sólo cuando Mospar desapareció en el interior, la joven, intrigada, preguntó al sacerdote:
—¿Quién era? Es tan… hmm… encantador…
—Vamos al carruaje, Ría, debemos partir —respondió el sacerdote con sequedad. Y sólo cuando estuvieron sentados en la carroza y esta comenzó a moverse, cuando las calles de la ciudad empezaron a pasar por las ventanas, añadió con tono grave y algo preocupado—: Ese es Mospar. Uno de los nuevos consejeros del rey. Apareció en el séquito de Su Majestad después de que obligaran a todos los anteriores consejeros, fieles al rey durante años, a abandonar la corte. Es un hombre astuto, Ría. Debes tener cuidado con él. Puede que tenga su propio juego…
Las palabras del sacerdote sembraron dudas en el corazón de María, aún bajo el efecto de los espléndidos cumplidos de uno de los hombres más hermosos que había visto. Recordaba su sonrisa abierta, sus palabras llenas de admiración… “¿Astuto? ¿Pero cómo? Es tan agradable, tan cortés… ¿De veras podría quererle mal al rey Ridan? No parece un criminal, ni mucho menos un villano”, pensaba ella, mirando por la ventana de la carroza las calles de Grokkilu.
Otra vez le vino a la mente la sensación de haber visto a Mospar en otro momento. ¿Tal vez entre la multitud de cortesanos cuando llegó por primera vez al palacio? ¿Por qué ese déjà vu la perseguía tanto? Se esforzó en recordar, pero no consiguió traer la memoria exacta…
Editado: 22.10.2025