Sangre Azul

14. CELOS

 

Carden

Siento la mirada llena de extrañeza y sospecha de la señora Kahn, el “guardia” que vigila la reja me observa, precavido e intranquilo, como si en cualquier momento pudiera hacer algún movimiento que quebrante los planes que tiene con sus colegas.

Los ignoro. Y me concentro en el sonido del viejo carruaje que se acerca. Cruza la reja trasera del palacio hasta llegar a la entrada más cercana a la cocina. El chico de siempre se baja de un salto, vuelve a venir solo. Imagino que sus trabajadores ahora tendrán tareas más importantes que repartir unos cuantos kilos de carne para la escueta cantidad de personas que viven en el palacio.

Cuando repara en mi presencia se pone rígido, se detiene a medio camino de trasladar los enormes trozos de carne y me mira.

— ¿Cuál es tu nombre? —pregunto.

La cuestión me ha estado dando vueltas en la cabeza, tanto que me resultó imposible dejarlo pasar.

Su cabello rizado se mueve con él, es delgaducho y blanco como el papel. Se acerca hasta estar frente a mí, cuadra los hombros y habla.

—Tobey Alcot, pero puedes llamarme hermano, mi hermana será tu futura esposa, principito.

La sonrisa burlona que se forma en su rostro me hace apretar los puños. Estas personas llevan semanas creyendo que el control ha cambiado de manos y de pronto, tengo la necesidad de recordarles que no es así.

Una risa intransigente sale de mi garganta.

—No olvides que esa decisión es mía y cualquier situación desaprobatoria en torno a cualquiera de las chicas, puede llevarme a echarlas del palacio. Además, si fuera tú, no me gustaría ser hermano de un Blue, imagino que has escuchado las terribles historias sobre esto…

La sonrisa se borra de su rostro. Y una comienza a nacer en el mío. Al menos tengo la certeza de que este insulso y presuntuoso muchacho no es por quien Nyx hace corazones en las hojas de su cuaderno.

— ¿Trajiste algo para Nyx?

Su mirada se agudiza, se aparta de la mía.

—N-no

—No mientas, hermanito —mascullo, con mordacidad impregnada en cada poro de mi ser.

Tobey Alcot trastabilla, da un paso lejos de mí y mira a su alrededor, como si buscase la ayuda de algún aliado. Quiero decirle que no están aquí, que la gente de su tipo siempre se esconde en los sótanos, como las ratas que son.

—Dame de una vez la nota, si no quieres tener problemas —. Extiendo una mano en su dirección. Sé cómo me ve ahora mismo; intimidante, diabólico, como el hombre del que provengo —. No quiero recordarte que cuando su jueguito termine, el poder volverá a mis manos y aun cuando crean que han obtenido lo que querían, podré hacer de sus vidas una pesadilla…

Lo veo pensárselo y luego meter con desdicha una mano a su bolsillo. Deja la nota en mi mano, con mirada perturbada y derrota en su aura.

—No le digas que te la he dado…

Suelto una risa hueca.

—No estás en posición de hacer peticiones sentimentales. Descarga tu producto rápido y vete —le digo antes de encaminarme a la entrada principal de mi palacio. A medio camino me vuelvo hacia él. Sigue mirándome —. Oye, Tobey, tienes prohibido volver a traer notas para Nyx Rubssen, si no cumples con esta orden, estaré en libertad de decidir enviarte lejos cuando esto vuelva a la normalidad. Y si le comunicas esta conversación a tu padre o cualquiera de sus colaboradores, sabré que tu lealtad nunca estará con Calize y me será muy sencillo mandarte a la horca.

La misma amenaza de siempre suena alegre en ese instante. Recuerdo a mi padre usando las mismas palabras, pero en esta situación no tengo tiempo para darme asco, solo me siento poderoso, intocable, aun cuando son sensaciones volátiles y sé a la perfección que no soy ninguna de esas cosas.

Abro la nota hasta que llego a mi habitación.

Nyx debe estar llegando al palacio.

 

El sol brilla como tu recuerdo en mi memoria. Te espero el siguiente domingo, mi bella Nyx.

-Fred L.

 

Me arde el estómago y la sensación se extiende por todo mi cuerpo.

Nyx Rubssen regresa tan solo veinticuatro horas después de nuestra última pelea; unos minutos después de que Tobey Alcot se haya marchado. Debo ser sincero; en algún momento pensé que ella no volvería. Después de sus múltiples insinuaciones sobre lo mucho que desearía estar lejos de aquí y de esa mirada llena de odio que me dio al marcharse de mi habitación.

Según parece, la chica tiene lealtad. Sé muy bien de dónde la ha sacado. Pero eso es algo que no me atrevería a mencionar.

La veo entrar con la bandeja en sus manos

La imagino en los brazos de ese tal Fred L., quien muy seguramente recibe de Nyx eso que yo he pasado días deseando, sus besos, su olor, su cuerpo…

—¿Por qué volviste si odias tanto estar aquí? —le pregunto desde donde estoy parado, con toda la intención de crisparla.




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