Sangre Azul, Corazones Rotos.

Capítulo 10:“¿sabían que las iguanas pueden caer de árboles y seguir vivas?”.

Meses Antes.

Cuidad de México (México).

Casa Mons.

Viernes.

10:56 P. M.

KAIDA.

El desfile estaba en su punto máximo. La música vibraba en el aire, la multitud animada reía y aplaudía mientras los autos decorados avanzaban lentamente. Yo, por supuesto, estaba disfrutando cada segundo, vestida con un vestido rojo ajustado que resaltaba cada curva, el cabello perfectamente ondulado y mis labios pintados de un rojo escarlata. Sabía que me veía espectacular.

—Entonces, ¿dices que tienes un yate en Cancún? —Pregunté con una sonrisa juguetona, ladeando la cabeza mientras miraba al chico frente a mí. Alto, atractivo, con un porte elegante. Claramente de mi clase social.

—Sí, solemos ir los fines de semana —Respondió él, sonriendo con esa confianza que solo los ricos saben tener—. Podrías acompañarnos algún día.

Reí con coquetería, tocando sutilmente su brazo. —Tal vez acepte la invitación.

Era tan fácil. Solo tenía que sonreír, inclinar un poco la cabeza y ellos caían rendidos. Aunque, si soy honesta, este chico en particular sí estaba llamando mi atención… hasta que lo vi a él.

Alejandría.

Pasaba caminando entre la multitud con una expresión neutra, como si nada de este evento importara. Sus ojos dorados —demonios, esos ojos— brillaban con la luz del sol, resaltando aún más su extraña y encantadora belleza. Su cabello negro perfectamente desordenado, su andar despreocupado y elegante… era como si el tiempo se hubiera detenido cuando mis ojos se posaron en él.

Y me quedé viéndolo. Como una completa idiota.

—¿Estás bien? —Preguntó el chico, inclinándose ligeramente hacia mí, pero mi mente estaba en otra parte.

Alejandría ni siquiera se percató de mi presencia, simplemente siguió caminando con ese aire de "nada me importa". Me dolía el orgullo admitirlo, pero… ¿por qué no podía apartar la vista de él? ¿Por qué mi corazón latió un poco más fuerte cuando pasó junto a mí sin siquiera mirarme?

—Sí… sí —Respondí con un nerviosismo inusual, tratando de concentrarme en el chico—. Perdón, me distraje un momento.

El chico sonrió, acercándose un poco más. —Decías que tal vez aceptarías la invitación…

Y sin pensarlo, lo besé.

Así, sin más. Me incliné hacia él y presioné mis labios contra los suyos. Tal vez fue para despejar la estúpida sensación que Alejandría acababa de dejar en mi pecho, o tal vez fue simple impulso, pero lo hice.

El chico no dudó en responder al beso, tomándome por la cintura. Pero mientras mis labios se movían con los suyos, mi mente seguía atrapada en esos ojos dorados que ni siquiera se molestaron en mirarme.

¿Por qué demonios me afectaba tanto?

Al separarme del beso, sonreí para disimular, pero por dentro estaba completamente confundida.

¿Qué carajos acababa de pasarme?

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Cuidad de México (México).

Casa Mons.

Viernes.

11:03 P. M.

—¿Te das cuenta de lo guapo que eres o necesitas que te lo repita? —Pregunté con descaro, entrelazando mis dedos con los de Bastian mientras caminábamos hacia el área VIP.

—Diría que ya me lo dijiste unas… ¿cinco veces? —Sonrió él, inclinándose un poco hacia mí—. Pero no me molesta.

Solté una risita, sintiendo el poder del coqueteo corriendo por mis venas. Él era atractivo, elegante, claramente de mi clase social, y lo mejor de todo: estaba completamente embobado conmigo. Eso me ayudaba a distraerme de lo que acababa de pasar hace un rato… cuando vi a Alejandría.

Sacudí la cabeza. No. No voy a pensar en él.

—Voy a presentarte a mis amigos —Dije, tirando de su mano con confianza—. Si pasas la prueba con ellos, tal vez te invite a algo más que un desfile.

—¿Eso significa una cita? —Preguntó divertido.

—Eso significa que podrías tener la suerte de verme más seguido —Le guiñé un ojo, haciendo que soltara una carcajada nerviosa.

Caminamos hasta el área VIP, donde ya estaban todos. Odessa y Akira estaban sentadas juntas, discutiendo acaloradamente sobre un examen que claramente había sido diseñado sobre abuelitas.

—Te juro que pasó porque pensé en tejidos. —se quejaba Odessa, rodando los ojos.

—Y eso es asociado a una abuelita—Rió Akira—.

Vittorio estaba sentado cerca, claramente entretenido viendo la discusión, mientras Noah y Kalel hablaban sobre la nueva colección de sombreros expuestos en el desfile.

—¿Ves este? —Señaló Noah—. Literal parece que lo sacaron de una película de vaqueros.

—Pero es estilo vintage —Respondió Kalel, tocando la tela—. Aunque admito que parece robado de un museo.

Vesper y Alejandro, por supuesto, estaban en su propio mundo, tan embobados el uno con el otro que podrían estar en llamas y ni siquiera lo notarían.

Pero lo que realmente llamó mi atención fue la ausencia de Alejandría.

¿Dónde diablos estaba?

No. Basta. No pienses en él.

—¡Gente! —Solté con entusiasmo, jalando a Bastian conmigo—. Les presento a Bastian.

De inmediato, todas las miradas se posaron en él. Bastian, por supuesto, se puso tieso como tabla, sobre todo cuando Akira lo observó fijamente, con esa expresión neutra y fría que usaba para analizar a la gente.

—H-hola —Balbuceó él, claramente nervioso.

Odessa, notando su incomodidad, soltó con descaro: —Tranquilo, Akira es medio ciega, así que realmente no te está mirando.

—¿Qué? —Bastian parpadeó confundido.

Akira rodó los ojos. —Ignórala. No soy ciega.

—Bueno, casi —Odessa se encogió de hombros—. O sea, si estuvieras a más de tres metros, no sabría si eres guapo o un poste de luz.

Bastian dejó escapar una risa nerviosa, claramente aliviado.

Yo, en cambio, seguía buscando con la mirada a Alejandría sin darme cuenta.

¿Dónde estaba ese maldito?

Y, más importante… ¿por qué me importaba tanto?

Bastian todavía parecía nervioso, aunque al menos ya no parecía a punto de desmayarse. Me acerqué a su oído y susurré, divertida: —Relájate, no te van a comer… bueno, tal vez Odessa, pero ella no es peligrosa si tienes galletas.




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