Sangre Azul, Corazones Rotos.

Capítulo 11:“¿Será qué pasamos por unos elotes?”.

Meses Antes.

Cuidad de México (México).

Residencia Mons.

Viernes.

11:25 P. M.

NOAH.

Subí el estado a WhatsApp a las 10:30 p.m. sin pensarlo dos veces.

"Fiesta en casa del rico a las 12. Caigan."

No avisé a Vittorio, obvio. No quería darle oportunidad de decir que no. Así que cuando decidimos irnos y él vio que yo ya había armado medio fiestón, su cara fue un poema.

—Sei maledetto nella testa? —Me gruñe, cruzado de brazos.

—Sí, probablemente. Pero… —Hago una pausa dramática—. Conseguí que Akira venga.

La expresión de Vittorio cambia por completo. Como si le hubieran disparado en el pecho.

—Che cosa? —Traga en seco.

—Sí. Solo falta que se lo pregunte, pero dime… ¿quieres que lo haga?

Vittorio intenta resistirse, pero ya está atrapado. Camino casualmente hacia donde está Akira, sentada con Odessa, viéndose elegante y fría como siempre.

—¿Vas a la fiesta?

Ella ni siquiera me mira. —Aunque quisiera quedarme, Odessa no me dejará. Así que sí, iré.

Sonrío. Perfecto.

—Listo, confirmado. —Le digo a Vittorio, triunfante.

—Maldito infeliz —Murmura, pero ya está vencido.

—Ahora, hay que comprar cosas básicas, ya saben. Alcohol, botanas, lo esencial.

—Voy por Alejandría —Anuncia Alejandro, como si fuera lo más normal del mundo.

—¿Quién va a pagar todo eso? —pregunta Odessa.

—Es obvio que nos patrocina cosa 2, duh —Menciono porque sé que es verdad.

Nadie se sorprende.

------------------------------------------------------

Cuidad de México (México).

Supermercado.

Viernes.

11:38 P. M.

Entramos al supermercado como si acabáramos de salir de la alfombra roja. Los tacones de Akira resonaban con fuerza en el suelo, el vestido de Kaida brillaba como si todavía estuviera bajo reflectores, y Alejandría caminaba con la autoridad de quien puede comprar el lugar entero sin avisar. La gente nos miraba como si fuéramos extraterrestres.

—Esto se ve cooool —Le murmuro a Kalel, quien ya está dudando de todo.

—No deberíamos hacer esto —Dice, nervioso.

—Bro, ya estamos aquí, relájate.

Y entonces empieza el CAOS.

Kaida literalmente se lanza sobre los estantes de dulces. Como si estuviera poseída. Agarra bolsas de Skittles, chocolates, gomitas, paletas, todo lo que encuentre. Akira, como si sintiera el llamado del azúcar, empieza a hacer lo mismo.

—¡Miren esto! ¡Tienen gomitas con forma de dinosaurio! —Grita Kaida emocionada.

—¡Y estos son chocolates belgas! —Añade Akira, como si fuera lo más valioso del mundo.

—¡¿Están malditamente locas?! —Les grita Odessa, desesperada— ¡Esto no es un cumpleaños, es una fiesta!

—¿Y qué? —Responde Kaida, metiendo cinco bolsas más de chocolates.

En medio del regaño, Vesper, sin decir una sola palabra, mete tranquilamente cinco bolsas de Sabritas al carrito.

—¿En serio? —Le espeta Odessa.

—Por si acaso —Responde Vesper, tan relajada como siempre.

—No, ya basta, dejen eso ahí ¡KAIDA NO TE LO COMAS QUE AÚN NO HEMOS PAGADO!

—Pero Akira ya abrió algo — Kaida nos mira con cara de cachorrito y acusa a Akira sin disimulo. La volteamos a ver y es justo cómo dijo Kaida, tiene la coca a la mitad y los dedos manchados de la sabrita.

—¡AKIRA SUELTA ESO! —Odessa le alza la voz.

Lo único que puede describir perfectamente lo que responde Akira es justo esto:

👁️👅👁️

Se nota desde Madrid España que Odessa está enojada a full, no la culpo, pero ni modo.

—Pon eso en el carrito ahora —Odessa trata de mandarla.

Akira es totalmente la más madura y la más inmadura, algo demasiado contradictorio.

Creo que de maldad pura, toma otra bolsa y la destapa lentamente enfrente de los ojos de Odessa.

Okey, ya, esto va a salir mal.

Tomo de la cintura a Odessa para que no deje a Akira cómo muñeca de trapo o ella quede sin piel.

—Basta, déjalas qué tomen lo que quieran, para eso venimos Dessa— La tranquilizo.

Alejandro, mientras tanto, sigue comiendo su helado como si el mundo no existiera. Y Alejandría… oh, por Dios. El heredero simplemente va caminando y metiendo cosas en el carrito: vinos carísimos, quesos importados, caviar, salmón ahumado, cosas que claramente NADIE pidió, pero él no pregunta. Solo lo mete. Como si estuviera haciendo compras personales en medio del apocalipsis.

—¿Y eso? —Le pregunto, señalando una caja de macarons de oro comestible.

—Tengo hambre —Responde sin emoción.

Dios, amo a este tipo.

Seguimos viendo (con moderación porque Odessa esta a nada de volverse Maui de Moana) y tomando cosas que si necesitamos, o bueno, eso pensamos.

—¿Servilletas? —Pregunta Kaida.

—¿Para que ocuparíamos servilletas? —Le pregunta Vesper mientras está pegada cómo garrapata a Alejandro.

Por otro lado, Kalel ya está al borde del colapso. El carrito está tan lleno que no puede moverlo. Literalmente parece un maldito Jenga de botanas, dulces, alcohol y cosas absurdamente caras.

—¡No cabe nada más! —Grita desesperado.

—¡Sí cabe! —Responde Kaida, empujando dos bolsas más de dulces.

—No, no cabe Kaida —Trata de evitar que Kaida meta unas 37 bolsas más de puras golosinas.

Luego pregunta porque tiene las muelas picadas.

—¡YA BASTA! —Grita Odessa, completamente desquiciada— ¡Esto es una fiesta, no un maldito buffet de dulcería!

En ese momento, Akira encuentra unas papas adobadas. Kaida también las ve.

Y se desata la GUERRA.

—¡Son mías! —Grita Akira, jalando la bolsa.

—¡Yo las vi primero! —Se defiende Kaida, forcejeando.

—No es cierto, lo hice yo —Trata de quitarle la bolsa.

—Tú ni puedes ver —Kaida la jala más fuerte.

—¡Basta, malditas niñas! —Interviene Odessa, al borde de un colapso nervioso.

En ese momento, Vesper, como si nada, mete más bolsas de Sabritas al carrito, desatando la furia de Odessa.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.