Sangre Azul, Corazones Rotos.

Capítulo 18:“¿Qué quería? ¿Que me arrodillara?”.

Actualidad.

Cuidad de México (México).

Casa Azul Alfaro'S.

Domingo.

2:40 A. M.

VESPER.

Nunca me ha gustado el silencio.

No el de la noche, ni el de los pasillos vacíos, ni el de una conversación incómoda. Me refiero a este. Al silencio que se mete en los huesos, que arrastra consigo la sensación de que algo está mal, muy mal.

—¿Dónde están? —Pregunta Kaida por tercera vez, como si repetirlo fuera a hacer aparecer a Akira y Vittorio. Su tono está al borde del grito, pero su voz tiembla.

Alejandro mira su celular con el ceño fruncido. El grupo está reunido en la sala de la casa de Akiea, justo después de bañarnos. Kalel no ha dicho nada en los últimos diez minutos. Noah da vueltas como un león enjaulado. Yo intento no dejar que se me note el temblor en los dedos.

Akira nunca apaga el celukar. Akira no puede apagar el celular. Vittorio tampoco lo apaga. Él siempre contesta.

—No contestan. Ninguno de los dos. —Nurmura Noah, deteniéndose frente a mí. Sus ojos buscan una explicación que yo no tengo. Lo único que sé es que nos bajaron de la camioneta... Se fueron y no regresaron.

Alejandría se cruza de brazos, mirando al cielo como si fuera a caer una respuesta desde las nubes. —¿Y ya buscamos en casa de Vittorio? ¿En su depa?

—Todo. No están. —Dice Kaida. Su respiración es rápida, y se nota que está al borde de un ataque. Alejandro intenta tomarle la mano, pero ella se aparta.

Hay una tensión rara en el aire. Un nudo. Un silencio espeso que ninguno quiere cortar porque todos estamos pensando lo mismo pero nadie se atreve a decirlo.

—¿Y si fue un secuestro? —Suelta Noah, y a todos se nos frena el corazón.

—¿Pero por qué los dos? —Dice Alejandro—. ¿Y por qué justo ahora?

—¿Y por qué juntos? —Kalel rompe su propio silencio. Su voz suena rasposa, como si le costara hablar. Hay algo oscuro en su mirada. Duda. Dolor. Rabia. Todo a la vez.

Y es ahí donde Alejandría, como quien lanza una bomba sin aviso, dice con total calma:

—Bueno… tal vez a alguien le están poniendo los cuernos.

La bomba explota. Todos volteamos a verlo. Noah se queda con la boca abierta. Odessa lo fulmina con la mirada. Alejandro se atraganta. Kalel... Kalel no dice nada. Solo baja la vista.

Yo… siento que el mundo gira dos veces más rápido en ese segundo. Porque aunque Alejandría lo haya dicho para cortar la tensión, logró todo lo contrario.

Ahora, además del miedo, hay sospechas.

Y yo empiezo a preguntarme si en verdad conocemos a Vittorio tanto como creemos.

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Cuidad de México (México).

Casa Azul Alfaro'S.

Domingo.

3:47 A. M.

Son las 3:47 a. m. y nadie duerme.

El salón principal de la casa de Akira está iluminado solo por la luz cálida de las lámparas de las esquinas. Afuera, la ciudad duerme como si nada estuviera pasando. Adentro, somos una jaula de nervios al borde de romperse.

—Esto no tiene sentido —Dice Kaida, caminando de un lado a otro frente a la chimenea apagada—. ¿Por qué no contestan? Akira no apaga el teléfono. Nunca.

Alejandro revisa su celular por décima vez. Noah está en el sofá, con la cabeza entre las manos. Kalel permanece de pie junto a la ventana, inmóvil, con la mandíbula tensa y los ojos perdidos en la oscuridad.

Yo estoy sentada en el suelo, con una cobija sobre los hombros, tratando de no pensar en lo peor. Pero lo peor está justo ahí, en medio de la habitación, sin que nadie lo diga en voz alta.

—Nos dejaron hace más de cuatro horas —Murmura Noah, sin levantar la cabeza—. No dejaron un mensaje. No…

—Desaparecen. —Dice Kalel con voz seca.

Se hace un silencio tan espeso que se escucha el zumbido de una mosca contra la ventana.

—¿Llamaron a seguridad? —Pregunto, aunque ya sé la respuesta.

—No saben nada —Responde Alejandro—. Las cámaras de la casa de Odessa no nos captaron saliendo. Las del jardín tampoco. Es como si se hubieran esfumado. Enfrente de nosotros.

El corazón me da un vuelco.
No puede ser.

—¿Y si… si pasó algo? —Dice Kaida—. ¿Y si están en peligro?

Alejandro se acerca a ella, pero no logra decir nada. Nadie puede. Nadie quiere imaginarlo, pero ya todos lo estamos haciendo.

Y entonces, justo cuando el aire se vuelve irrespirable, Alejandría, desde el otro sillón, con las piernas cruzadas y el tono más despreocupado del mundo, dice:

—Bueno… igual y puede que estén juntos en quién sabe dónde, tal vez no sea tan malo.

Silencio total. Alejandría vuelve a soltar esos comentarios con veneno puro y con la intensión de molestar a Kalel.

—Alejandría —Le digo entre dientes.

Noah parpadea. Kalel se gira lentamente hacia Alejandría. Kaida lo mira con cara de "¿Qué dijiste?". Alejandro hace un gesto como si le hubieran dado un golpe en el estómago.

Yo… quiero reír del absurdo, pero no puedo.
Porque, por primera vez en la noche, no sabemos si lo dijo en broma o si de verdad lo está considerando.

Y lo más jodido es que… ahora todos lo estamos considerando también.

El silencio no dura mucho.

Kalel da un paso al frente. Luego otro. Hasta quedar justo frente a Alejandría.

—¿Qué dijiste? —Su voz es baja, pero cada palabra corta el aire como una cuchilla.

Alejandría levanta una ceja, sin inmutarse.

—Solo digo lo que todos están pensando, Kalel. Si tu novia desaparece a las tres de la mañana con Vittorio y no contesta el celular, pues...

—Cállate —Gruñe Kalel, tan fuerte que hasta Noah se sobresalta.

Alejandría se incorpora con una calma irritante, sin quitarle la vista de encima.

—¿Vas a pegarme por decir en voz alta lo que tú no te atreves ni a pensar?

—No me provoques, Alejandría —Advierte, los puños cerrados—. No estoy de humor para tus mierdas.

—¿Y tú crees que yo estoy de humor para verte hacerte el mártir, cuando sabemos que Akira ya ni te mira como antes?




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