Sangre Azul, Corazones Rotos.

Capítulo 34 Parte 2:“¿Seguirás siéndole leal a tú ama cómo un perro?”

Meses Antes.

Cuidad de México (México).

Institute of International Education of Mexico (IIEM).

Miércoles.

9:45 A. M.

ALEJANDRÍA.

Caminar por el colegio nuevamente y en especial hoy, era como atravesar un circo romano: todos murmurando, cuchicheando, mirando de reojo como si fuéramos un espectáculo. Las miradas se sentían en la piel, pero Akira y yo seguíamos de frente, con paso firme. No era la primera vez que hablaban de nosotros, nunca nos ha importado lo que digan de mí o de ella, pero esta vez… esta vez susurros tenían nombre y apellido.

Alejandro.

—Dicen que le fue infiel a Vesper.

—Claro, es gemelo de Alejandría después de todo.

—Solo se hacía el mártir…

—Qué descarado y cínico, pobre Vesper...

Las voces se mezclaban en el pasillo como un zumbido insoportable. Sentí el calor subirme a la cabeza, las manos apretándose en puños. Cada comentario era un golpe, y estaba a segundos de explotar, de gritarles que se callaran, que no sabían nada.

Pero antes de que perdiera el control, se abrió un espacio entre los estudiantes y ahí estaban ellos. Vittorio, Nikolai y Aleksander, caminando hacia nosotros. Fue como si el aire cambiara de golpe.

En cuanto nos unimos, todo volvió a ser como antes. El grupo, sólido, impenetrable. La gente bajó la voz de inmediato. No porque se compadecieran, sino porque sabían que juntos éramos intocables y eso les daba miedo.

Akira no dijo nada, pero cada vez que alguien se atrevía a susurrar el nombre de mi hermano, giraba la cabeza apenas, lanzándoles una mirada de reojo que helaba la sangre. Nadie soportaba su mirada fija, fría, como si pudiera leerles el alma y cómo ellos mismos dicen, la mirada del diablo. Yo, por instinto, hacía lo mismo. Así que cada vez que hablaban de Alejandro, terminaban tragándose sus palabras.

La tensión era tan obvia que casi me daba risa.

—¿Escuchaste que Akira y Kalel terminaron? —Susurró alguien detrás.

Akira ni se inmutó. Caminaba erguida, impecable, como si el rumor le resbalara por la piel. Yo sí sonreí, porque sabía que eso era cuestión de tiempo. Si me preguntan, más que un rumor era un favor que la vida le hacía.

—Solo tienen boca porque así nacieron —Me burlo.

—Y la perra seguía y seguía— Me mira de forma chistosa y es imposible no evitar una risa.

Tercos ellos al señalarnos, pero más nosotros al importarnos tan poco lo que hagan o dejen de hacer.

Con cada paso que dábamos hacia nuestro nuevo salón, el pasillo se abría más. Nadie se atrevía a interponerse, ni siquiera a cruzar miradas. Vittorio iba a nuestro lado, con esa seriedad suya que imponía. Aleksander… bueno, Aleksander no necesitaba decir nada, su altura y su porte ya eran suficiente amenaza. Y Nikolai… Nikolai parecía más tranquilo, pero cuando sonreía de lado, todos se callaban de golpe.

Así, como un bloque, entramos a nuestro salón apartado, el espacio que era solo para nosotros. Cerramos la puerta, y por primera vez en todo el recorrido, respiré hondo.

—Un mes sin nosotros y ya tienen para comer —Dije, recargándome en el respaldo de la silla.

Akira solo se acomodó el cabello y se dejó caer en su asiento como reina en su trono.

—Les faltaba vernos para sobrevivir —Dijo con calma.

Nos miramos todos, y sin necesidad de más palabras, lo supimos: estábamos de vuelta. No completos, no del todo bien, pero juntos. Y eso bastaba para seguir siendo intocables.

Después de todo el teatro de los pasillos, la puerta se abrió como si un huracán hubiera decidido instalarse dentro. Eran Kaida y Vesper, empujadas por Odessa y Noah que intentaban frenarlas, pero obvio era inútil.

—¿Cómo se atreven a estar aquí? —Escupió Vesper, con esa rabia contenida que no le cabe en el pecho—. Después de lo que hicieron… después de lo que ese desgraciado de Alejandro me hizo.

Sentí el golpe como un puñal en la garganta. Claro, sé que está dolida, lo entiendo… pero escucharla hablar así de mi hermano me quemaba por dentro. Lo tragué seco, porque si respondía iba a soltar veneno, y no quería darle el gusto.

Odessa intentó interponerse, ponerle paños fríos al incendio, pero Vesper estaba fuera de control. Y no conforme, Kaida se le sumó al ataque, con esos ojos que alguna vez me hicieron sentir vivo.

—¿Cómo pueden estar tan tranquilos? —Me gritó, directo, como si todo lo demás en la sala se hubiera desvanecido—. Tú… tú no tienes vergüenza, Alejandría. Nadie nunca te va a tomar en serio por ser un maldito infiel, un mentiroso… un poco hombre. Ojalá nunca encuentres el amor, y si lo haces, que ese amor se burle en tu cara por ser tan falso.

Las palabras me atravesaron como cuchillas, cada sílaba más pesada que la anterior. Yo… yo la amo, y escucharla despedazarme sin temblarle la voz fue un golpe seco en el estómago. Por un momento sentí que me quedaba sin aire.

Noah intentaba sujetarla, casi arrastrarla hacia afuera, pero Kaida se resistía con toda la furia del mundo, y Vesper la respaldaba.

—Chicas, necesitan calmarse—Escuche la voz de Vittorio.

—¿Por qué te sigues poniendo de su parte Vittorio? —Vesper se exaspero— ¿Seguirás siéndole leal a tú ama cómo un perro?

—¡Vesper! —Escuche a Odessa.

Yo quería hablar, quería calmarlas, quería decirles que no era lo que ellas creían… pero no me dio tiempo. Porque entonces, sin buscarlo, explotó Akira.

Y cuando ella pierde el control… bueno, ahí sí que el infierno se queda corto.
Cuando escuché la voz de Akira, supe que se acababa la poca paz que quedaba en ese salón.

—¿Ya terminaron con su patético numérico o les faltó algo más? —Dijo, helada, sin levantar la voz. Su tono fue tan limpio y tan afilado, que hasta el aire pareció detenerse.

Vesper la miró con odio, Kaida con rabia… pero Akira no necesitó más que una mirada para hacerlas titubear. Y entonces comenzó.

—Vesper… —Su sonrisa apenas se asomó, venenosa—. Sigues llorando lo de Alejandro, como si tu vida entera girara alrededor de lo que él hizo o dejó de hacer. ¿Sabes qué es lo que más te duele? Que nunca fuiste suficiente para él. Nunca. Ni aunque hubieras muerto por intentar serlo. Y ahora vienes a echarle la culpa a todos los demás de lo miserable que te sientes contigo misma. Siempre haciéndote la víctima, siempre esperando que te tengan lástima… porque es lo único que consigues ¿Realmente puedes vivir así? ¿Realmente te has puesto a pensar si enserio Alejandro, “él amor de tu vida“ te fue infiel? ¿O con lo que viste y decidiste que eso marcaba lo qué él es, te bastó? Pues que patética por no querer ver por debajo del agua.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.