Sangre

Capítulo 1: De cómo todo empezó.

 

La sociedad tiende a rechazar a lo desconocido. Ese es mi diario vivir. Tengo 16 años y mi familia y yo padecemos de una rara enfermedad llamada Síndrome de Hematofagia Porfírica o comúnmente llamada “vampirismo”. Es supuestamente una mutación de la porfiria pero su mayor característica es el deseo insaciable de sangre. Surgió hace unos 60 años. Un hombre estaba internado hospital por una severa deshidratación y cuando la enfermera fue a cambiar la bolsa de suero, este la atacó y succionó gran parte de su sangre. Ella comenzó a presentar los síntomas más característicos: Sensibilidad a la luz, colmillos prominentes y deseo de beber sangre. En pocos meses, la cantidad de personas que sufrían la enfermedad era enorme y hubo un gran disturbio en Ciudad Capital, muy cerca de mi ciudad, Centralia. Destrucción y muerte son las constantes en cientos de videos, fotos, libros y películas sobre el tema.

La mayoría de los llamados vampiros fueron asesinados de formas brutales y crueles cómo dejarlos al sol todo el día hasta morir a causa de las quemaduras.

Seis meses después de los disturbios, la compañía farmacéutica Bazinger Laboratories lanzó al mercado un sustituto de la sangre conocido como pseudosangre que satisfacía la sed de un hematófago en un 90 por ciento. Pero su precio era muy alto y no todo el mundo podía acceder a él. Finalmente el gobierno hizo un trato con Bazinger Labs para subsidiar la pseudosangre y ampliar su distribución cuando ya la enfermedad se había extendido por todo el mundo. Diez años después del ataque de ese hombre en un hospital un sexto de la población mundial era SHFP positivo.

El Gobierno también subsidió la investigación de curas y los nuevos medicamentos que iban surgiendo, como los que disminuyen la sensibilidad a la luz. Y con la pseudosangre formando parte de la canasta familiar ­―al menos de la de los vampiros­― los ataques disminuyeron considerablemente. Luego se publicaron leyes para “controlar” a los vampiros y los ataques desaparecieron.

Casi se diría que después de cincuenta años de beber pseudosangre, tomar cinco tipos de medicamentos al día y someternos a las nuevas leyes, los vampiros podemos vivir en total armonía con los “humanos normales” pero no es así. Ellos no nos aceptan. Sólo en mi escuela existe un grupo conformado por padres, alumnos y maestros que exigen escuelas exclusivamente para vampiros. Aunque muchos vampiros estamos de acuerdo. Estoy cansada de la discriminación, el rechazo y el mal trato. Sin embargo, mis padres aún creen en el sueño de una utopía.

Me llaman vampira o vampiresa despectivamente y aun así, yo me siento orgullosa de serlo. Tal vez sea un cliché pero mi libro favorito es Drácula, también mi película favorita. Cuando comencé con el género romántico vi unas películas llamadas algo así como “atardecer”, sin embargo, eran muy malas y por demás ofensivas: escritas, dirigidas y actuadas por “humanos normales”. Un día encontré una serie de novelas románticas escritas por una vampiresa cuyo protagonista se llamaba Alucard. Desde entonces comencé  soñar con el día en que mi príncipe―o el rango de realeza que sea―vendría por mí, someteríamos a la humanidad y viviríamos felices por siempre.

Un día llegó y desde que sus colmillos penetraron mi piel por primera vez, mi vida no volvió a ser igual.



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En el texto hay: vampiros, juvenil, romantica

Editado: 29.06.2020

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