Sangre

Capítulo 8: Conversando con el director

Mis padres se sorprendieron y a la vez se indignaron al verme. Los chicos de último año hablaron con ellos y les explicaron todo. Alucard intervenía para responder los cuestionamientos de mi padre ya que él fue el primero en llegar al lugar de los hechos. Mi madre, por su parte, me interrogaba sólo a mí.

Me senté en la parte de atrás del auto. Mi padre arrancó y avanzó lentamente para salir del camino vehicular de la escuela y tomar la avenida. No pude evitar darme la vuelta para despedirme de Alucard, aunque los otros chicos también hicieron ademán de despedida. Mi padre bajó el espejo retrovisor para hablar conmigo.

―Ese chico mayor… ¿es del grupo de autoayuda?

―Sí, señor. Trabaja con Luciano cerca de la escuela y casualmente pasaba por allí.

«Casualmente.»

―¿Por qué no nos dijiste que te estaban molestando de nuevo?―preguntó mi madre girando hacia mí.

―No habían vuelto a atacarme, creo que lo hicieron porque me vieron sola.

―Lo siento, hija―se disculpó mi padre―, tuvimos problemas con la alarma de la tienda y eso nos retrasó.

Ahora ellos eran los culpables.

El fin de semana mis padres no abrieron la tienda para ir a visitar a mis abuelos paternos. Estuvimos los dos días fuera de la ciudad.

Ya lunes en la escuela, el director me llamó a su oficina antes del almuerzo.

―Tus padres y un grupo de estudiantes de último año vinieron a hablar conmigo. Me contaron del incidente del viernes del cual fuiste víctima.

―Sí, señor.

―Según tu expediente―continuó―, hace un año tus padres vinieron por el mismo asunto. Si han seguido molestándote, ¿por qué no lo reportas?

―¡Porque a nadie le importa! Los maestros lo ven y no hacen nada.

―¿Cuáles maestros?

―El de artes, el de deportes, la de ciencias…

―¡A mí sí me importa! ¿Por qué no vienes a hablar conmigo? Sólo tienes una enfermedad, del resto no eres diferente a los demás. En esta escuela está prohibido el acoso y todos los estudiantes son iguales. Recuerda: es sólo una enfermedad. Lo que diga la Asociación de Padres de Familia me tiene sin cuidado. Aquí recibimos a todos los estudiantes sin importar qué enfermedad tengan. ¡Lo único que no admito es a una persona que se considera menos que los demás!

No estaba muy segura si me estaba regañando o motivando. Y este “humano normal” de sesenta años continuó hablando, ahora con una voz más serena:

―Eres una persona valiosa, por eso los chicos de último año no sólo te ayudaron, sino que vinieron a hablar conmigo. Dime, ¿tienes novio?

―¿Eh? ¿Yo? No, señor, no tengo.

―No tienes que responder pero si tienes o llegas a tener, pregúntale qué tan valiosa eres. Pregúntales también a tus padres y a tus amigos y quiero que veas a la psicoorientadora de la escuela pasado mañana. Yo mismo le pasaré el caso para que no te escapes.

Salí de la oficina y ya era hora de almuerzo. Me senté en la misma mesa con unos compañeros de clases: dos vampiros y una humana. Otro bello ejemplo de esa utopía en la que yo no creía.

La conversación con el director me daba vueltas por la cabeza. Una persona que se considera menos que los demás. Una persona valiosa. ¿Novio? Alucard y yo nos habíamos besado dos veces, pero…

Debía preguntarle personalmente.



#43128 en Novela romántica
#11458 en Joven Adulto

En el texto hay: vampiros, juvenil, romantica

Editado: 29.06.2020

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.