Sangre

Capítulo 11: La invitación a cenar.

Llegamos a casa y bebí un par de bolsas de pseudosangre. Sentía mucha sed y un extraño mareo. Hice la tarea y fui a la cocina a preparar la cena. Mamá también entró.

―Llamaron de la escuela esta mañana. Dijeron que te desmayaste y tuvieron que llevarte a la enfermería.

―Eh… Sí. Parece ser que me deshidraté. Pero ya me siento bien.

―De todos modos, tu papá te va a llevar al médico mañana para que te hagan un chequeo.

―Ok―. Mi mamá me miró muy seria―. Sí señora.

Guardó silencio por un momento antes de continuar.

―Tu papá me dijo que ya tienes novio.

―Sí, señora.

Volteé a verla para sonreírle y su expresión decía «Tengo miedo de que te involucres con el hombre equivocado».

―¿Quieres que lo invite a cenar?―le pregunté―Puedo decirle que venga mañana en la noche.

―Me encantaría conocerlo.

Mi mamá tomó un cuchillo para ayudarme a picar la cebolla.

―Ten cuidado, mamá, papá lo afiló… hace un momento.

Demasiado tarde. Mi madre se cortó un dedo. Sangre. El olor a sangre invadió la cocina. La sensación que recorría mi cuerpo me obligó a dejar el lugar para encerrarme en la habitación.

Al día siguiente, mi papá me llevó al médico antes de ir a la escuela. El sol se colaba en el auto por el asiento del copiloto, tocando mi brazo derecho el cual comenzó a enrojecerse como una quemadura, que dolía al tocar.

―¿Tú crees que me está avanzando?―le pregunté muy preocupada.

―Yo espero que no. Tal vez sólo sea algo temporal―contestó mientras giraba el volante para parquear frente al consultorio médico.

―Seguro me enviarán medicamentos más fuertes.

―Todo va a estar bien―. Su voz no sonaba convincente pero entendía sus intenciones.

El médico me revisó de arriba a abajo. Dijo que me veía muy pálida y que, efectivamente, estaba deshidratada. Revisó mis sentidos y los halló muy agudos.

―Parece que estás muy sensible, Rosario―opinó el médico mientras me revisaba la vista―. Dime, ¿te incomoda la luz? ¿O los sonidos?

―Ambos, doctor.

El médico se dio la vuelta para escribir algo en la historia clínica.

―¿Percibes el olor a sangre?―. Giró y me observó por encima de sus anteojos.

«¿Por qué preguntó eso precisamente?»

Debía responder rápido pero la presencia de mi padre me ponía nerviosa.

―Sí, doctor. De hecho, percibo muchos olores que antes no.

―Muy bien. Te daré una orden para que vayas al laboratorio para tomarte una muestra de sangre. Les tendré los resultados para mañana.

―¿A qué cree que se deba, doctor?―preguntó mi padre.

―Quizás sean los cambios propios de la adolescencia. Esperemos los resultados de los exámenes.

Me sentí aliviada. El médico me recetó unos medicamentos para la hipersensibilidad y un suero especial para los SHFP. Pasamos al laboratorio donde me extrajeron la muestra, la cual enviarían a Bazinger Labs, como siempre.

Le pedí a papá que pasáramos por L & M para hablar con Alucard antes de la escuela. Aún me quedaban cerca de quince minutos antes de empezar clases. Papá entró a la tienda a comprar algunas cosas mientras yo fui a la parte trasera. Me acerqué a la reja de malla y lo vi sentado en unas escaleras, rodeado de otros chicos, mientras, de pie y de espaldas a mí, Luciano contaba chistes. Alucard me vio, Luciano se dio vuelta y me saludó. Alucard se levantó, apartó a Luciano y vino hacia mí.

―¡Buenos días, Alucard!

―Buenos días, Rosario―hizo una breve pausa―. ¿Sucede algo?

―¿Quiero invitarte esta noche a mi casa a cenar. Mis padres quieren conocerte.

―No hay problema.

―Nos vemos esta noche en la salida del parque que da hacia mi casa. A las seis de la tarde.

―¡Buenos días, Rosarito!

Era el dueño de L & M y jefe de Alucard. También amigo de mi padre.

―Buenos días señor Morvant―saludé.

―Rosario, te ves muy bien, no te veía desde lo de tu… ¿y tu papá dónde está?

―En la tienda.

―Salúdalo de mi parte. Muy bien, jóvenes, a trabajar. Ya viene el otro camión.

Alucard se unió al grupo de trabajadores y se dio vuelta para despedirse de mí.

―¡Alucard! ¿Qué quieres de cenar?

―Lo que tú prepares estará bien para mí.

Mamá y yo preparábamos la cena juntas. Bromeábamos diciendo que papá estaba afilando su espada o cargando su escopeta. Papá sólo se reía y continuaba barriendo la sala. Luego, fui con papá a recoger a Alucard al parque, quien vestía de jeans, camiseta negra y unos tenis oscuros. Me parecía haber visto antes esa ropa. Papá bajó del auto y se presentó formalmente:



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En el texto hay: vampiros, juvenil, romantica

Editado: 29.06.2020

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