Mi nombre es Edward David Farrington III. Nací a mediados del año 1.870 en el seno de una familia acaudalada que manejaba el negocio del transporte marítimo. A la edad de quince años, acontecimientos misteriosos comenzaron a suceder en el castillo Farrington: mis padres evitaban contacto alguno con la luz solar; las doncellas presentaban marcas de mordidas en cuello y brazos, anemia o, simplemente, desaparecían. Comencé a indagar sobre los hechos por lo cual mis padres decidieron enviarme a una prestigiosa escuela internado.
A la edad de veinte, y una vez terminados mis estudios, inicié labores en el negocio familiar convirtiéndome así en la imagen diurna de la empresa. Finalmente supe que mis padres pertenecían a una sociedad secreta llamada “Los Inmortales”. Eran vampiros. Nosferatus. Seres de la oscuridad que se alimentan de la sangre de los vivos. Mis padres decidieron que yo también me uniría.
Al cumplir los veinticinco años, asistí al ritual de iniciación. La reunión se llevaba a cabo en el sótano del castillo de un viejo conde que también era su líder. Allí, en un salón modestamente decorado e iluminado por algunas escazas velas, se reunía el grupo de doce miembros que llevaba a cabo dicha ceremonia. Vistiendo con túnicas negras de capucha, hacían un círculo dentro del cual debía ubicarme para recibir una copa con la sangre de su líder. Al beberla quise vomitar sin embargo, hice uso de toda mi fuerza de voluntad para no ofender a los miembros de la sociedad. Al beber el último trago, se acercó a mí el miembro que me daría la mordida definitiva: una condesa a la que solían llamar “la sangrienta”. Al clavar ella sus colmillos en mi cuello, bebió un sorbo de mi sangre y se apartó, tras lo cual caí al suelo y perdí control alguno sobre mi cuerpo, que convulsionaba violentamente. Morí. Resucité. Para mí fue un parpadeo. Según ellos, unos quince o veinte minutos. Ahora era uno de ellos, un vampiro. Festejaron mi bienvenida con jóvenes doncellas a quienes les succioné la sangre casi hasta la muerte. Una parte de mí repudiaba todo eso y la otra, sólo cumplía con los deseos de la familia.
Un año después fui llamado para participar en mi primera ceremonia de iniciación, después de la mía. Se me solicitó que fuera yo quien diese la “mordida de bienvenida”. Se trataba de una joven mujer, hija de un Duque. Hermosa como el atardecer sobre el mar, de cabello rubio y ojos verdes. Su nombre era Rosary. Más que nerviosa, sentía miedo. Bebió la sangre del líder y también luchó por no devolverla. Me acerqué a ella y miré profundamente en sus ojos verdes. Quería grabar para siempre ese color en mi mente pues pronto desaparecería.
―Todo estará bien. Confía en mí―le dije.
Su rostro pasó de reflejar miedo a algo de sorpresa y algo de tranquilidad. Con mi mano aparté su suave cabello para despejar su cuello y, abrazándola por la espalda, penetré mis colmillos en su piel y bebí un sorbo de su sangre, una sangre dulce, suave, que nunca había probado y que no volvería a probar hasta dos siglos después, en una señorita que llevara su mismo nombre. Al soltarla, Rosary cayó al suelo y, al igual que yo, comenzó a convulsionar hasta morir. Después de un rato comencé a preocuparme ya que no despertaba.
―No desesperes, pronto despertará.
Así fue. Rosary tomó una bocanada de aire y despertó de este lado de ¿la vida? ¿La muerte? La no muerte. Luego del festejo, acompañé a Rosary mientras esperaba su coche. Esto no era algo que ella hubiese querido hacer pero todo era por menester de la familia. Sin embargo, volteó a verme con sus ojos ahora amarillos para decirme:
―Gracias por alejar mi miedo, joven Edward.
A partir de ese momento comencé a cortejarla, buscando siempre la oportunidad para encontrarme con ella. Hasta que una noche su padre llegó a mi casa acompañado de Rosary. Habló con mi padre sobre mis intenciones con su hija y al ver que eran serias, me dio su aprobación.
Rosary tenía una hermosa sonrisa. Siempre sonreía al verme y al momento de proponerle matrimonio formalmente, sonrió aún más. Comenzaron los preparativos incluso los de la ceremonia especial en la Sociedad.
Poco antes de la boda, aparecieron los cazadores de vampiros. Venían por la familia de Rosary.