Sangre

Capítulo 17: El ser amado que nos dejó.

 

Conecté la memoria USB y Rosario y sus padres, de pie junto a mí, se inclinaron para ver mejor.

―¿De dónde sacaste eso?―preguntó Rosario.

―Cuando fui a rescatarte, aproveché y entré a las oficinas para copiar toda la información relevante que pudiera en esta memoria. Son archivos de las investigaciones y experimentos que han realizado con el SHFP.

Comenzamos a revisar la información, organizada en carpetas con nombres clave y fecha. La primera se llamaba “Proyecto Zero”. Al abrirla encontramos allí fotos del día que fuera hallado en las catacumbas. Un archivo PDF describía en términos científicos el proceso de recolección de muestras de mi sangre para elaborar diversos sueros y administrarlos posteriormente en voluntarios. En otro archivo se encontraba la información completa sobre la propagación del SHFP, los síntomas, los primeros pacientes que sirvieran como conejillos de indias para la creación de medicamentos supresores. Continuamos revisando carpetas y una en especial llamó la atención de Rosario.

―Espera, Alucard, abre esta carpeta―dijo señalando en la pantalla.

La carpeta se llamaba “Altamirano J.” Rosario parecía perturbada, al igual que sus padres. Abrí la carpeta y comencé a revisar las fotos: un niño de unos diez años, en una camilla conectado a diversas máquinas y monitores. En el archivo PDF se menciona al paciente: Altamirano, Jhon. Con las lágrimas de Rosario confirmé mis sospechas, se trataba de su hermano.

«El paciente muestra signos de resistencia al tratamiento supresor, debilidad por abstinencia. Se le administran 4 lts de pseudosangre. Insuficiente. Se le administran 210 ml de plasma humano. Hubo reacción a los diez minutos. El paciente muestra señales de fuerza sobrehumana y es controlado con luz UV. Se toman muestras de sangre para análisis».

Al final del documento, leímos: «Se elabora suero 454B en base a la muestra sangre extraída del paciente. Se le inyecta a las 13:10 hrs. El paciente presenta convulsiones, bruxismo e incontinencia urinaria. El paciente fallece a las 13:19hrs.»

El llanto de los Altamirano se apoderó de la situación. Comencé a sentir que la energía de Rosario se hacía oscura como la noche misma. Me levanté para contenerla pero ya ella salía justo por la puerta principal. La seguí. Ella comenzó a gritar y a proferir insultos hacia quienes le habían arrebatado a su hermano. Cayó de rodillas en el suelo y daba puños a la tierra, sin percatarse si quiera que su piel se quemaba con el sol. Sus padres permanecían en la puerta indecisos sobre si detenerla o unírsele. Yo sabía que Rosario había ingerido sangre humana y que debía calmarse antes que ocurriese un accidente. La tomé de los brazos y la sacudí un poco para que reaccionara.

―¡Debes calmarte, Rosario! Entiendo tu dolor, yo también perdí seres queridos pero en ese estado sólo te haces daño a ti misma.

Poco a poco se fue calmando y al ir entrando a la cabaña, cayó desmayada en mis brazos. La llevé a una de las habitaciones y la dejé dormida.

Ya había caído la noche cuando Rosario despertó. Bajó tambaleándose por la escalera y buscó a sus padres en la cocina. Allí se abrazaron, elevando al cielo una oración por Jhon. Al terminar, se acercó a mí en el comedor.

―Ven, Alucard― dijo invitándome al pórtico.

Nos sentamos en las escaleras. La noche era fresca y se oía el cantar de los grillos. Noté que los ojos de Rosario aún eran amarillos a pesar de la luz del foco que nos iluminaba.

―Jhon tenía diez años―comenzó Rosario con la mirada perdida―. Tenía SHFP nivel 4. Los medicamentos no le hacían efecto, siempre estaba cansado y sediento. Bebía mucha pseudosangre paro a veces no era suficiente y mi mamá debía aplicarle suero. Aprendió cómo hacerlo. Tenía momentos en que parecía inquieto, como ansioso y debíamos llevarlo a que le aplicaran una inyección cada dos semanas para que se calmara. Entonces dormía por un día entero. Cuando estaba bien, salíamos al parque a jugar fútbol, quería ser futbolista―sonrió y sus ojos se llenaron de lágrimas―. Un nivel 4 no vive más de ocho años y él había vivido dos años más. Pero en la última recaída… sabíamos que sería la última. Él tenía miedo, me tomó de la mano y me hizo prometerle que estaría con él en el momento de su muerte. No quería estar sólo― su voz se quebró y comenzó a llorar―. Esos malditos lo mataron―apretó los puños y se llenó de ira―. Hicieron experimentos con mi hermanito. ¡No es justo! ¿Por qué? ¡No es justo!

Rosario maldecía presa de la ira. La luz del pórtico comenzó a parpadear por lo que debía calmarla.

―Escucha, Rosario, la ira ciega no te conducirá a nada bueno. Si quieres hacer algo por tu hermano, puedes empezar por la información que tenemos de Bazinger Labs.



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En el texto hay: vampiros, juvenil, romantica

Editado: 29.06.2020

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