Luego de llorar dormí un par de horas. Me senté junto a Alucard en la ventana mientras tomábamos pseudosangre acompañada con pan de carne. La mayor parte de los víveres se había quedado en el auto de mis papás y lo que teníamos no duraría más de dos días.
Tardé un poco en darme cuenta de que estábamos solos. Él y yo. No era lo mismo estar solo en una casita en el árbol de un parque lleno de gente a estar en una casa abandonada en una montaña donde no había nadie más en kilómetros.
―¿Qué pasa? ¿Estás nerviosa por estar conmigo?
«Bastante.»
―Un poco.
―No te preocupes. Yo cuidaré de ti. Daría mi vida entera por ti. Y soy inmortal.
― ¿Por qué darías tanto por mí?
―Porque te amo.
―Me amas porque me llamo igual que ella.
―No sabía tu nombre cuando te conocí y te amo desde ese momento.
― ¿Me parezco a ella?
―En nada ¿Estás celosa?
No iba a ser sincera con lo que sentía. No aún.
―Rosary ya no está. Rosario es quien está ahora, aquí, conmigo.
Quiso besarme pero bajé la mirada. Le había dado un mal rumbo a nuestra conversación así que cambié el tema.
― ¿Pensé que no te gustaba la pseudosangre?
―No. Pero el beneficio de exponerme sin preocupaciones a la luz del sol me seduce. Aunque eso signifique perder parte de mi poder.
― ¿Estás perdiendo tu poder?
―Mi fuerza ha disminuido y no puedo mantener mucho tiempo mis otras formas. Al principio no me molestaba pero ahora es diferente. Sin embargo, sigo siendo lo que soy.
―La pseudosangre no tiene sabor―pensé en voz alta.
―Dime, ¿cómo te sentiste con la sangre humana?
―Poderosa.―Me ruboricé―. Me sentí más fuerte y más ágil. Es diferente de tu sangre…
―La sangre de un vampiro puede calmar tu sed pero básicamente te relaja. La sangre de un humano te alimenta, te hace fuerte. Nos alimentamos de su vida. Tu sangre tiene las dos cualidades, eres como un vampiro vivo.
―No entiendo muy bien. ¿Por qué dices que estás muerto? Tu corazón aún palpita.
Alucard dirigió su mirada hacia la oscuridad externa.
―Yo ya crucé la línea de la muerte. El fin de mi vida como humano. Estás vivo cuando sabes que envejecerás y morirás. Luego de cruzar esa línea, el mundo se percibe de forma diferente. Tú cambiaste al beber mi sangre, ¿verdad?
―Sí. Me he sentido extraña y percibo cosas que antes no notaba.― Hice una breve pausa―. Alucard, ¿por qué los vampiros como tú beben sangre entre sí?
―Umm… Es para estrechar lazos. En una pareja es más que un beso, es como hacer el amor.
Lo que dijo me cortó el aliento y Alucard pareció un poco avergonzado con lo dicho.
―Perdón, creo que me sobrepasé.
Se levantó, recogió las bolsas de nuestra cena improvisada y las guardó en una bolsa más grande. Yo espiaba su reflejo por la ventana mientras trataba de calmar mi corazón que quería salir saltando de mi pecho.
―Claro que también depende de las circunstancias―continuó―. Si necesitas sangre… Pero no deja de ser algo íntimo, no lo tomes a mal.
―¿Te gusta mi sangre?
―Mucho. Y a ti, ¿te gusta la mía?―. Y sonrió.
―Sí.
Me recosté en el sofá cama a tratar de conciliar el sueño, era casi media noche. Repasaba nuestra conversación una y otra vez en mi cabeza. Alucard se sentó junto a mí, se inclinó, me acarició el rostro y comenzó a besarme.
―Rosario, ¿puedo beber de tu sangre?
Y sin esperar respuesta, deslizó su boca hacia mi cuello y me mordió como sólo él sabe hacerlo. Lo abracé fuertemente y cerré los ojos para sentir sus colmillos, el olor a sangre y mi corazón latiendo de nuevo con fuerza. Bebió un poco, apartó su rostro de mi cuello y le limpié la sangre de su boca.
―Alucard, ¿puedo beber de tu sangre?
Cambiamos de posición y ya sobre él lo mordí suavemente. Su respiración se agitó y su cuerpo se estremeció bajo el mío. Esta vez no sentía ansiedad por alimentarme, era una sensación de bienestar, de calma, de excitación, como un beso, o más que eso. Como hacer el amor.
Me aparté de Alucard con esa sensación en mente. Nos mirábamos fijamente a los ojos.
―Te amo, Edward.