Sangre

Capítulo 21: Conectados.

―Es importante que comas lo suficiente. Con una bolsa de pseudosangre al día estaré bien. Así la comida debería durar unos cuatro días. Esperemos que los Inmortales lleguen antes.

Asentí. Evitaba mirarlo a los ojos porque aún me sentía incómoda por lo de la noche anterior. Comenzaba un nuevo día y para distraerme me dispuse a limpiar la vieja casa. Él se unió a la actividad y la escena me recordó a mis padres haciendo las labores domésticas. Así me mantuve ocupada hasta el mediodía.

Yo pensaba aún en la noche anterior. Luego de beber su sangre me sentía extrañamente conectada a él. Esta vez había sido completamente diferente.

―¿Te sucede algo, Rosario? Has estado muy callada.

―Lo de anoche… Fue muy diferente. Tengo una sensación muy extraña.

―Lo de anoche fue completamente diferente. Sé cómo te sientes, yo también siento lo mismo.

En la tarde, Alucard me comentó que mientras huía de los cazadores de vampiros se ocultó en los bosques y se alimentó de la sangre de algunos animales.

―Podría alimentarme de la sangre de conejo, no sabe tan mal. No es lo mismo que la sangre humana…

―No. No quiero que mates conejos.

―¡Soy un vampiro! Necesito sangre de verdad. Necesito mis habilidades.

―¡Puedes alimentarte de la mía!

―¡No! Eso te debilitaría y necesitamos que estés sana. ¡Ya deja de comportarte como una niña!

Y sin más, salió al bosque en busca de un conejo.

Abrí mi bolso para recontar las bolsas de pseudosangre y vi en el fondo un sobre blanco junto a las fotos familiares que tomé del almacén de mis padres. ¡Era del dinero de la tienda! El que había sacado mi papá de la caja fuerte y, en algún momento, lo había echado en mi bolso. De camino al Cerro de las Brujas había visto un autoservicio en una estación de gasolina. Le dejé una nota a Alucard y salí a comprar víveres.

Lo que creí serían diez minutos de camino me tomó una hora. Se veía más cerca en auto. Finalmente llegué a la estación donde no había nadie más aparte de dos empleados jóvenes. Compré algunas bolsas de pseudosangre, pan de carne y otras cosas, no mucho para no llevar demasiados paquetes.

Sentí la presencia de Alucard muy cerca y miré hacia afuera como si esperara verlo, así que me dirigí enseguida a la caja registradora donde encontré pegado un cartel de “Se Busca”. Me pareció divertido hasta que vi nuestros rostros. Nos querían vivos. Decía que éramos pacientes de Bazinger Labs. Sentí de nuevo la presencia de Alucard pero se la atribuí al temor producido por el cartel y el haber salido sin su consentimiento.

―Aquí tiene el cambio, señorita. Gracias por su compra.

Tomé el paquete y busqué rápidamente la salida. El otro empleado, que barría la entrada, fijó su atención en mí, dejando su trabajo.

―¡Eres la chica del cartel!

Lo empujé y corrí hacia la carretera a toda velocidad seguida por los empleados. Dos golpes secos hicieron detener mi huida: Alucard los había dejado inconscientes en el suelo.

―¡¿Se puede saber qué demonios haces aquí?!

―Vine a comprar víveres. ¿No leíste la nota?

―¿Cuál nota? Te sentí bajar del cerro y te seguí.

Alucard dejó a los jóvenes empleados en una mesa a la entrada del autoservicio.

―Con suerte no recordarán lo que pasó―dijo.

Regresamos al Cerro de las Brujas. Alucard se mantuvo distante y concluí que estaba enfadado. Desviamos un poco nuestro camino hacia el bosque donde él había dejado una trampa de la cual colgaba un conejito gris amarrado de su pata trasera.

―¡Sí! Cayó uno grande. Su sangre me alimentará por dos días.

―¡No! ¡Alucard! Por favor, no lo mates.

―¡Ya basta! Necesito mi poder de vuelta. Antes no me importaba si no los tenía pero ahora nos persiguen. Es él o nosotros. ¿Qué prefieres?

―¿Por qué no bebes de la mía? Es mejor que la del conejo y tú lo sabes.

―Porque es una mala idea. Te dará anemia.

―Voy a estar bien. Compré suficiente comida y en unos días ya habrán llegado los Inmortales. Vamos, Alucard, ¿en serio quieres beber sangre de conejo?

Alucard suspiró y finalmente liberó al conejo de mala gana.

Después de comer mi cena pasé a alimentar a Alucard quien permanecía sentado en la ventana. Se acercó a mí con mirada decidida y comenzó a besarme. Me abrazó con fuerza y yo hice lo mismo. De beso en beso llegó hasta mi cuello el cual lamía y besaba al tiempo que metía su mano bajo mi blusa para acariciar la piel de mi espalda. Sentí un cosquilleo en el estómago, una sensación de perderme en sus besos y caricias como si el resto del mundo hubiese dejado de existir. Lo que experimentaba era tan fuerte que alejé a Alucard de un empujón. Mi respiración estaba agitada y llevé las manos al pecho por si mi corazón se salía de tanto saltar. Alucard estaba igualmente agitado. Pasaron un par de minutos durante los cuales no cruzamos palabra ni miradas. Finalmente tomó una de mis manos y mordió la muñeca, mordida más dolorosa que en el cuello.



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En el texto hay: vampiros, juvenil, romantica

Editado: 29.06.2020

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