Sangre

Capítulo 23: Los Inmortales.

Entre sueños podía sentir una fuerza acercándose, como un ejército muy poderoso. Su sangre olía a historia, a muchas vidas y a muerte. Abrí los ojos. La casa estaba en penumbra. Vi la silueta de Alucard en la ventana de asiento y dijo girando la cabeza:

―Son ellos.

Me levanté y fui hacia la ventana. Seis figuras en la oscuridad avanzaban a pie hasta la casa. Alucard salió a recibirlos.

―¿Demetrius? ¡Eres tú!―saludó Alucard a un hombre de apariencia mayor.

―¡Edward! ¡Realmente eres tú!

Se abrazaron con alegría y nostalgia.

―Tú debes ser Rosario―me dijo aquel hombre.

―Sí, señor…

Antes de poder presentarme, la mujer que venía junto a él se me acercó con rapidez y me tomó de las manos efusivamente.

―¡Rosary! ¡Qué bien, estás viva! Creímos que te habían atrapado los cazadores de vampiros.

―Eh… Lo siento, señora… No soy esa Rosary. Soy Rosario, Rosario Altamirano.

La mujer me soltó las manos, más triste que avergonzada. El hombre mayor hizo las presentaciones.

―Mi nombre es Demetrius Mortensen y ella es mi esposa Helen.

―Mucho gusto.

Acomodé algunos muebles, los que estaban en mejor estado, para sentar a los invitados. Todos tenían la apariencia de gente de la alta sociedad y se sentían incómodos en esa casa. Limpié un sofá e invité a una de las parejas, Nicholas y Cassandra Carpathia, a sentarse en él. La mujer fijó en mí su atención.

―¡Ah! Ya veo, tú eres la prometida de Edward―dijo señalando las mordidas que tenía en mi muñeca y en mi cuello.

La pareja intercambió miradas entre sí y luego hacia Alucard, quien encendía velas y en su cuello aún estaban las marcas de mis mordidas. Que todavía no desaparecieran las marcas era señal de su mal estado. Yo no podía proporcionarle suficiente sangre.

Los otros dos vampiros, que permanecían de pie, eran los hermanos William y Alice Lake. Miraban a su alrededor, la casa estaba mejor que cuando llegamos pero seguía siendo un lugar lúgubre y sucio.

―¿Cuánto tiempo llevan aquí?―preguntó Alice.

―Seis días―contestó Alucard.

―¡Seis días! ¡Oh! Ahora entiendo por qué luces tan mal, Edward.

―Entonces mejor será ir a mi casa―sugirió Demetrius―. Dejamos los autos en una estación de gasolina cerca de aquí, iremos por ellos. William y Alice pueden acompañar a Edward y a Rosario, nos encontraremos en la entrada del camino.

―Tengan mucho cuidado, vi soldados de Bazinger Labs rondando por el cerro―advirtió Helen antes de transformarse en una nube de murciélagos y marcharse con los demás.

Salimos con los hermanos Lake y tomamos el camino iluminado por la luna. Eché un vistazo a la casa por última vez: bañada por la luz plateada se veía aún más terrorífica. Pero una parte importante de mí se quedaba allí.

Sentí una presencia humana. Los demás habían desaparecido. Entre los árboles apareció la luz de una linterna y me oculté en el lado opuesto del camino. Era un soldado de Bazinger Labs. Oculta tras un árbol, lo observé pasar y detenerse frente a mí, dándome la espalda, sin verme. El miedo se apoderó de mí, mis pies estaban helados y temblaba. «Alucard, ¿dónde estás?». Se me hizo un nudo en la garganta. El soldado se movió y me abalancé sobre él mordiéndole el cuello. El sonido de un disparo quebró el silencio del cerro.

Supongo que para Alucard, la escena que se dibujaba frente a sus ojos era perturbadora: bebía de la sangre de mi víctima hasta consumir por completo su vida y luego lo arrojé al suelo como una bolsa de pseudosangre vacía. La bala, una bala de plata, impactó en el árbol.

―¡¿Qué has hecho, Rosario?!

―Me defend…

Sentí que mi lengua se hacía una bola y que mi cuerpo era de trapo. Lo que creí era el roce de la bala en mi brazo resultó ser el último movimiento del soldado, un dardo con sedante.

«No, de nuevo.» De Bazinger siempre odiaré sus sedantes.

Perdí el control de mi cuerpo y Alucard me levantó. Los hermanos Lake llegaron al lugar y luego volvimos al camino donde encontramos, al final de éste, dos autos negros. Comenzaba a perder la consciencia pero supe que habíamos subido al auto de Demetrius cuando preguntó:

―¿Qué les sucedió?

―A Rosario la atacó un soldado de Bazi…

Negro.



#46593 en Novela romántica
#12066 en Joven Adulto

En el texto hay: vampiros, juvenil, romantica

Editado: 29.06.2020

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.