Sangre

Capítulo 24: Ciudad Capital.

Rosario aún seguía inconsciente cuando llegamos a casa de Demetrius, a las afueras de Ciudad Capital. Era una mansión de un cuarto el tamaño de su castillo en el viejo continente.

―Las cosas han cambiado, hijo. Ahora todo es más pequeño.

Las doncellas al servicio de Demetrius acomodaron una habitación para Rosario. Con la llegada del amanecer todos fueron a dormir mientras yo permanecí sentado junto a la cama de mi novia. No entendía por qué era tan imprudente, me volvían loco sus malas decisiones… Como la de quedarse conmigo.

Al atardecer nos reunimos en el estudio para analizar la información de Bazinger Labs. Rosario aún dormía. Demetrius revisó todos los archivos, en especial los de Jhon Altamirano y los míos.

―Bueno, mi plan es un tanto diplomático―comenzó―. Pienso llevar esta información con un periodista que se ha hecho famoso por sus ataques contra Bazinger Labs a través de sus artículos. De seguro le interesará. Por supuesto, no le daremos toda la información, como la de tu existencia, Edward.

―Es mejor que sigan creyendo que no existimos―agregó Alice Lake.

―¿Tú qué opinas sobre mi plan, Edward?―me preguntó Demetrius.

―Confío en tu criterio.

―Entonces, iré a hacer una llamada.

Luego de unos minutos, Demetrius regresó con la noticia de que el periodista podría recibirnos esa misma noche. Mientras preparábamos todo, Rosario apareció en la puerta, aún débil y con el rostro más pálido que el mío. Se sentó junto a Demetrius y él le explicó el plan.

―Yo quiero ir con ustedes―dijo al terminar de escuchar la explicación.

―No, tú te quedas, debes descansar.

―Pero, Alucard...

Trató de ponerse en pie pero sus piernas le fallaron. La sujeté para que no cayera y la llevé de nuevo a su habitación recostándola en la cama.

―¡Yo quiero ir! Se trata de mis padres, de mi vida.

―¡No! ¡Te quedas! ¡Es una orden! Ni siquiera puedes caminar. Estás así por tu culpa. ¿Por qué tenías que atacar a ese sujeto? ¿Por qué lo mataste? ¿Por qué nunca piensas bien las cosas?

―¡Te odio!

Y acto seguido se echó boca abajo en la cama a llorar. Esas dos palabras me atravesaron como estacas. Me reconforté pensando que no hablaba en serio y, más calmado, me despedí diciéndole:

―Volveré pronto y te contaré cómo nos fue.

Salí cerrando la puerta tras de mí. Escuchaba aún su llanto. Fui a la sala de estar donde se encontraban los demás.

―¿Cómo se encuentra Rosario?―preguntó Helen.

―Va a estar bien.

Salimos en el auto de Demetrius con Helen, Nicholas y Cassandra. Al matrimonio Carpathia no los conocía muy bien. Se habían unido a la Sociedad poco antes de la cacería de  vampiros y sólo había cruzado con ellos algunas palabras cuando supe de la muerte de Rosary y su familia. Su edad se detuvo en los treinta y dos, cuando ya eran padres de tres niñas y un niño, de los cuales ninguno quiso unirse a la Sociedad.

―Fue duro sepultarlos―dijo Nicholas―. Me arrepentí de haber tomado esta decisión.

Decisiones. ¿Cómo saber cuándo son buenas o malas? Rosario. Sus palabras me retumbaban en la cabeza: «¡Te odio!» ¿Sería que haberla hecho mía ocasionó que cambiaran sus sentimientos hacia mí?

―Nos hicimos vampiros por temor a la muerte. ¡Ja! ¡Qué ironía!

El comentario de Cassandra me sacó de mis pensamientos y entonces divisé a cierta distancia un inmenso edificio gris, alto y extenso.

―¿Qué es ese edificio?

―Ese, hijo, es la base principal de Bazinger Labs. Te tuvieron ahí unos años, lo leí en tu expediente. ¿No lo recuerdas?

―Ni aunque quisiera recordarlo.

 



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En el texto hay: vampiros, juvenil, romantica

Editado: 29.06.2020

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