Una figura alta, delgada, de cabello negro lacio apareció bajo el dintel de la puerta.
―¡Luciano!―dijimos al tiempo Alucard y yo.
―¡Rosario! ¡Alucard!
Intercambiamos saludos y abrazos. Detrás de Luciano, aún afuera de la sala, había alguien más.
―¿Quién viene contigo?―pregunté.
―Es mi medio hermano, Devin.
Devin, el mismo que antes me golpeaba. Alucard, quien ya se había sentado, se puso de pie en posición de ataque. Puse mi mano frente a él para detenerlo.
―Descuida, ya no es una amenaza―le dije.
―¿Pasó algo entre ustedes?― preguntó Luciano.
―Él era quien me molestaba.
Luciano quedó sorprendido. Sabía que su medio hermano molestaba a los SHFP pero nunca se imaginó que yo era una de sus víctimas.
―Lo siento, Rosario no lo sabía―se disculpó Luciano.
―Descuida, yo ya solucioné ese problema.
Nos sentamos en una mesa de juntas. Luciano hablaba de cómo reunió a los ciudadanos de Centralia con y sin SHFP para unirse a la marcha y pedir la libertad de mis padres.
―Saldríamos mañana en la mañana por la vía principal hasta Bazinger Labs y nos quedaríamos allí.
―Mañana en la mañana...
« El sol.»
Miré a mi alrededor, los demás habían pensado lo mismo. Ni aun tomando medicamentos y pseudosangre. La fotosensibilidad me duraría varios días más.
―No puedo salir a la luz del sol.
―¿Por qué?
―No puedo.
―¡Qué mal! De todos modos marcharemos por tus padres y por las injusticias cometidas por Bazinger.
Luciano y Devin reunieron a los manifestantes de Centralia y fueron a acampar a un parque cercano. Nosotros nos marchamos a la mansión Mortensen.
Desde que fuera secuestrada por Bazinger Labs, sentía que me había convertido en una prisionera. Ya no podía salir sola a ninguna parte ni a ninguna hora. ¡Y pensar que consideraba mis padres unos carceleros porque debía llegar temprano a casa! En casa de Demetrius no podía ni siquiera a asomarme a la puerta sin que Alucard lo supiera. Y, además, me lo impedía. Albergaba la esperanza de que si mis padres eran liberados yo podría marcharme con ellos. Pero eso sólo lo sabría luego de la marcha.
Después de la hora de dormir para los vampiros, permanecí despierta siguiendo la marcha por televisión. Llegaron a Bazinger Labs al mediodía y se instalaron allí, cerca de 200 personas. En la tarde la protesta pacífica pasó hacer una batalla entre la policía y los manifestantes. Intentaban derribar la entrada para ingresar a las instalaciones.
El teléfono sonó. Mary contestó y luego de colgar me dio el recado.
―Era el señor Héctor Nuntius. Dijo que te dijera que el doctor Cornelio Aeneid quiere hablar contigo.
Corrí a despertar a los demás. Aún faltaban dos horas para el atardecer y yo no había dormido.
―No estoy de acuerdo con que Rosario se encuentre con ese sujeto―dijo Alucard.
―Para ser sincera, tampoco estoy muy segura.
―No irás sola―dijo el doctor Rockembell―. Iré contigo.
Intercambiamos miradas de aprobación.
―Muy bien. Saldremos después de la puesta del sol.―Demetrius dio por terminada la conversación.
Fui a la habitación a arreglarme y Alucard entró tras de mí.
―¿Estás segura de lo que vas a hacer?
―No. Pero quizás sea la única oportunidad de salvar a mis padres. De dar fin a todo esto.
De mis ojos se escaparon un par de lágrimas. Sentía mucho temor.
―¿Alucard, si esta es nuestra última vez juntos, podría beber de tu sangre una vez más?
―Sí―respondió con tristeza.
Nos sentamos en la cama y le mordí en el cuello. Su sangre tenía el sabor dulce de una amarga despedida.