Fuimos primero con Héctor Nuntius al edificio del periódico. Desde allí podía ver Bazinger Labs, erguido por encima de las demás construcciones, aún ileso.
―El doctor Aeneid quiere que vayas a hablar con él en Bazinger Labs―dijo Héctor Nuntius―. Quiere negociar la liberación de tus padres.
―¿En Bazinger? ¿Negociar?―Alucard se exaltó―¿En qué demonios está pensando ese sujeto?
―¿Y por qué no aquí?―pregunté.
―Él es una persona muy inflexible―respondió Héctor―. No pude conseguir que cambiara sus condiciones.
―No importa―dijo el doctor Rockembell―. El plan sigue siendo el mismo. Yo acompañaré a Rosario a ver al doctor Aeneid.
Subimos de nuevo a la camioneta de Demetrius y nos dirigimos a Bazinger Labs. Demetrius tuvo que parquear el vehículo a tres calles del lugar porque habían sido cerradas debido a los disturbios. Los manifestantes ya no estaban. El doctor Rockembell y yo continuamos a pie.
Me identifiqué en la entrada y nos permitieron el paso. Tan pronto estuve dentro pude sentir la presencia de mis padres.
―¡Mis padres están aquí!
Un joven con bata de laboratorio nos siguió dentro del edificio llevándonos a la oficina del doctor Aeneid. Parecía más un laboratorio con paredes de cristal que permitían la vista alrededor. Tenía un escritorio, una mesa de trabajo contra la pared con un computador y una silla alta; y una mesa redonda con cuatro silla en el centro de la habitación. El resto del piso consistía en grandes cubículos con mesas de trabajo con computadores, microscopios, máquinas extrañas y torres de carpetas y papeles. No había nadie además del científico quien nos esperaba en su oficina.
―Saludos, mi joven Rosario. Y usted debe ser el famoso doctor Rockembell.
―El mismo.
―Venimos por mis padres.
―¿Y crees que te los voy a entregar así nada más?
―¿Qué quiere a cambio?
―Tu sangre.
―¿Mi sangre? ¿Por qué? ¿No le bastó con la que tomó de mí cuando me tuvo prisionera?
―No. No me bastó. Las muestras que tomé sólo me sirvieron para crear el prototipo de este suero―extrajo de su ropa dos jeringas con tapa y en su interior un líquido amarillo claro―. El elixir de la vida eterna. Con esto podremos ser inmortales. Con tu sangre puedo terminarlo ya que tú eres bastante especial. Tu sangre se combinó perfectamente con la del vampiro original creándose así una mezcla única.
―Usted quiere crear con su sangre un suero que le daría la inmortalidad a la humanidad―intervino el doctor Rockembell.
―No. Aún cuando le extraiga a Rosario sus cuatro litros de sangre no será suficiente para todos. ¡Qué mal que no hay más como ella! Ni hay más vampiros―. Ante esto último el doctor Rockembell no hizo ninguna expresión―. El suero que prepare lo venderé a quienes puedan pagar por el.
«¿Vender la inmortalidad? ¿Dónde había escuchado eso antes?»
―Déjeme decirle con todo el respeto―dijo el doctor Rockembell―que es usted un maldito bastardo.
―Gracias. Señorita Rosario, ¿cuál es tu decisión?
―Mi sangre a cambio de la libertad de mis padres… Acepto.
―Espera, Rosario, no deberías hacer eso. Estás participando en su plan de hacerse rico con la inmortalidad.
―¿Acaso es la primera vez en la historia que eso sucede?
El doctor Rockembell no contestó. Exhaló suavemente y se dirigió al doctor Aeneid.
―¿Cuánto sangre le va a extraer?
―Menos de medio litro. Descuide, no quiero matarla, es un valioso especimen.
―Mis padres primero.
El doctor Aeneid tomó el teléfono y ordenó la salida de mis padres.
―Si deseas asegurarte de que estén bien, puedes enviar al doctor Rockembell a verlos.
El doctor Rockembell accedió y salió a buscarlos. El doctor Aeneid y yo quedamos completamente solos.
―Ahora, tu parte del trato.