Sangre

Capítulo 36: De cómo todo terminó.

Centralia no tiene aeropuerto por lo cual debía llegar primero a Ciudad Capital, donde me esperaban mis padres. Descubrí que mi llegada era un completo secreto y ni siquiera Héctor Nuntius lo sabía.

El reencuentro con mis padres se tradujo en un gran abrazo de grupo seguido por lágrimas de alegría. A pesar de haber mantenido contacto con ellos mientras estaba en Múnich, no los había visto físicamente desde su secuestro. Pero ya todo eso quedaba atrás y ahora solamente debía subir al auto con ellos y partir rumbo a casa.

Comenzaba a amanecer al salir de la ciudad. El doctor Rockembell me había dicho que no tendría problema alguno con la luz del sol y sin embargo no estaba muy segura. Dejé que los primeros rayos alcanzaran mi piel. Se sentía cálido. No pasó nada. Y mientras disfrutaba del sol por primera vez en mucho tiempo, vi como se dibujaba frente a mis ojos El Cerro de las Brujas. A mi mente llegaron los recuerdos de lo vivido allí con Alucard. El sonido de mi llanto reemplazó cualquier otro en el auto. Mis padres no hablaban. Tenía aún muchas lágrimas por derramar.

Horas después, llegamos a Centralia. Antes de ir a casa, paramos en L&M.

―¡Rosario!―. El señor Morvant se acercó a saludarme con un abrazo―. ¡Luciano! ¿Dónde está Luciano? Vayan a buscarlo.

Luciano vino rápidamente, me abrazó y me levantó del suelo dando vueltas.

―¡Eres tú, Rosario! Te ves muy bien. Te hemos extrañado muchísimo.

―Tambíen me alegro de que estés bien. Creí que te habías hecho daño en los disturbios.

―No. Me fuí de allí en cuanto llegó la policía. Pero sí me llevé un buen susto con unas criaturas que huyeron de Bazinger Labs.

―¡Ah! Sí, las criaturas.

Desvié la conversación hacia otros temas y nos marchamos.

Por fin estaba en casa. Habían cambiado los muebles de lugar y un gran letrero de bienvenida colgaba sobre el comedor. Fuí a mi habitación, que permanecía igual. Recordé a Alucard transformándose en murciélagos y saliendo por la ventana. Tomé de mi maleta un portarretratos y fui con mis padres a la habitación de Jhon. No había entrado allí desde su muerte.

―Jhon, se hizo justicia. Ahora descansa.

Sobre una cómoda, que adornamos con fotografías familiares, coloqué el portarretratos: Alucard y yo en la fiesta en casa de Demetrius.

―Te ves hermosa en esa foto―dijo mamá.

―Volverás con él, ¿verdad?―preguntó papá.

―Sólo el tiempo lo dirá.

Nos abrazamos y oramos por Jhon.

Unos días después fuímos a mi escuela. Mis padres hablaban con el director en su oficina mientras yo iba a saludar a mis compañeros de clase. Hice una breve aparición en el salón y luego fui a la cafetería donde encontré a los de último año quienes ya habían terminado materias y sólo esperaban con ansias las graduaciones. Faltaba una semana para las vacaciones y yo había perdido medio año de clases por lo cual debía repetir el grado. Trataba de no darle demasiada importancia.

Sonó la campana para el almuerzo. En los pasillo me encontré con Devin. Levantó su mano en ademán de saludo, como si fuéramos los mejores amigos, y se acercó rápidamente.

―¿Cómo has estado, Rosario? ¿Cuándo volviste?

―Bien, bien. Regresé la semana pasada.

―Me enteré que los de Bazinger te inyectaron algo que casi te mata. Pero ya estás bien.

«Así que fue eso lo que inventaron de mí.»

―Sí, ya estoy bien. Dicen que lo que no te mata te hace más fuerte.

Para ser sincera, no quería hablar con Devin, me sentía incómoda. Él parecía un tanto nervioso y mientras observaba sus expresiones noté que ahora era casi tan alta como él. Y él seguía hablando sin que yo lo escuchara.

―Entonces, ¿qué dices?―me preguntó.

―¿Sobre qué?

―Sobre salir… Juntos. Tú sabes.

―¿Eh?

Mis padres salieron de la oficina del director a quien me acerqué para saludarlo, dejando a Devin a un lado. La doctora Icy me alcanzó antes de salir de la escuela para saludarme también.

Las casitas en lo árboles del parque habían sido reparadas y pintadas de colores. Después de mucho tiempo salía por fin a caminar sola. Allí en el parque, subí a la casita donde conociera a Alucard e hiciéramos el pacto de sangre. Me senté en la puerta a contemplar el atardecer de colores rosa y naranja.

La sociedad tiende a rechazar a lo desconocido. Pero luego de conocerlo son capaces de cambiar. Cuando el mundo entendió el origen y el significado del SHFP, aprendieron a aceptarlo.

Era un nuevo comienzo para todos. Para mí, un futuro incierto. Mientras mi cuerpo soportara el SHFP nivel 4 podría vivir con mis padres en Centralia, de lo contrario tendría que volver al viejo continente con Los Inmortales.



#46549 en Novela romántica
#12058 en Joven Adulto

En el texto hay: vampiros, juvenil, romantica

Editado: 29.06.2020

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.