Sangre Carmín

CAPÍTULO CUATRO.

Estaba por amanecer y debíamos seguir nuestro camino. Hacía un poco de frío y podía sentir la brisa cayendo en mi rostro. Lentamente, abrí los ojos; mis párpados estaban pesados a causa de las pesadillas que me atormentaron el resto de la noche.

Marina estaba recogiendo sus cosas, la fogata se había extinguido por completo y Winston lidiaba para despertar a Oliver, cansado de no recibir respuesta alguna que indicara que el chico se levantaría, abrió su botella de agua y derramó un poco en la cara del castaño, este se paró de golpe y entre quejas comenzamos a caminar.

Después de un par de horas, el sol finalmente comenzó a salir y esto hizo que el viaje se volviera más pesado, al alcanzar su punto máximo era tan insoportable, que el agua comenzaba a agotarse. Estaba decepcionada, solo podía pensar en que, si tan solo tuviéramos un vehículo o mejores armas, todo sería menos complicado. Pero ninguna de esas cosas eran comunes en el pueblo en ruinas, por eso es que fue nombrado así, porque en su mayoría estaba hecho pedazos, desgastado y destruido. Era afortunada la gente que tenía un lugar o alimento para sobrevivir.

Todos esos pensamientos se acumulaban en mi mente, a mi cabeza venían imágenes de los habitantes de la Ciudad central, ninguno de ellos tenía grandes preocupaciones; vivían en casas enormes, comían todo tipo de alimentos y sus hijos asistían a las mejores escuelas, repletas de tecnología y excentricidades. Quizás no todos ellos eran culpables, algunos estaban ahí en contra de su voluntad, pero su vida sí que era más fácil.

Para mi suerte, antes de crear un bucle de pensamientos, Winston comenzó a cantar, eso me animó un poco, la letra era divertida. Me hizo recordar las noches en que la gente se reunía para convivir e intercambiar algunos víveres y el hombre regalaba un poco de su cerveza artesanal, mientras silbaba y entonaba alguna canción.

A lo lejos pude observar un muro desgastado, donde aún se podían ver algunas letras; "Bienvenidos a Dronesod". Estábamos justo en la entrada del lugar, era mucho más grande que la de nuestro pueblo, lo que hacía que todo lo demás luciera deshabitado. Todos guardamos silencio al llegar y nos dedicamos a observar. Muchos de los establecimientos y casas estaban destruidos casi por completo. Tenían un estilo rústico, con grandes vigas de madera y paredes de piedra, techos triangulares y largas chimeneas. La mayoría de la gente, al igual que en Haldenmoss eran ancianos y adultos. Lo único que lo diferenciaba de nuestro pueblo, era la falta de árboles y flores, aunque había un enorme estanque con aguas verdosas y pequeñas ranas.

―¿Por dónde se supone que debemos comenzar?―dije finalmente, pues nos llevaría horas recorrer todo el lugar.

― Si hicieron alguna parada probablemente fue para descansar, así que comencemos por los hostales

―¿Cómo sabemos que no había un camión esperándolos a las afueras del pueblo?―comentó Oliver

Su rostro lucía mayor debido al cansancio, su piel había adquirido un tono bronceado y eso hacía que sus ojos se tornaran de un café más intenso. Si algún desconocido lo observara, no creería que se trataba de un chico de 20 años.

―Podría ser, pero si ese fuera el caso hubiesen mandado a mucho más soldados y theriones, Nerón quería ser discreto, supongo que no desea gastar criaturas ni vehículos en solo dos chicas. Debe estar más ocupado planeando la guerra contra el Sur―dije mientras comenzábamos a caminar. Los pies me dolían demasiado, las botas comenzaban a lastimarme y necesitaba atarme el cabello, pues estaba acalorándome.

―Esperemos que si la guerra comienza pronto, la Villa Sur gane o todos estaremos acabados y no importará a cuantos intentemos salvar, nadie volverá a ser feliz ―respondió Winston mientras suspiraba con preocupación y entrábamos al primer lugar.

―Es por eso que debemos detener a Nerón―susurré impaciente.

Intentaba convencerme a mí misma de que todo lo que hacía era por una causa mayor a mis propios deseos. Estaba siendo estúpida e impulsiva, ni siquiera me encontraba segura de cumplir lo que decía, de poder matar a Nerón, después de todo él era mi padre y yo no era una asesina, aunque, no siempre era suficientemente inteligente para dominarme. Esperaba que el resto del camino me ayudara a aclarar todas mis ideas.

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Después de un largo tiempo de recorrer posada tras posada; algunas en mejores condiciones que otras, habíamos caminado por medio pueblo y no existía rastro de las chicas ni los hombres de Nerón, todos comenzábamos a perder las esperanzas y a acumular desesperación.

―Quizás ya no están aquí―dijo Oliver finalmente, mientras hundía el pecho y cerraba los ojos resignado. Se había desabotonado el chaleco café de caza que su padre solía usar y que ahora le pertenecía a él.

―Estoy agotado―respondió Winston y comenzó a caminar en dirección a un viejo establecimiento que parecía ser un bar.

―¿Qué está haciendo, señor Winston?—cuestionó Marina frunciendo el ceño.

―Necesitamos comer y beber algo― contestó entrando al lugar.

Los tres nos miramos un tanto desconcertados y después seguimos a Winston. Al entrar me asombré un poco; la iluminación a esas horas era escasa, solo un par de luces neón rosadas brillaban en el techo de la pequeña casa de madera. Algunos cuadros de cómo lucía el sitio años atrás colgaban de las desgastadas paredes, y en un rincón estaban amontonados unos cuantos barriles con cerveza, junto a unas viejas mesas.

―¿Tienen con qué pagar?―preguntó el tipo que atendía con tono de desconfianza, mientras cruzaba los brazos y alzaba una de sus tupidas cejas

El hombre a mi lado lo observó fijamente por unos segundos, mientras apretaba los labios. Seguramente intentaba reprimir algún insulto. Al final sacó dos bolsas medianas con semillas de malta y se las dio al mesero.




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