Sangre Carmín

CAPÍTULO DOCE.

Al despertar me sentía cansada y la cabeza me dolía un poco. Los rayos del sol entraban por la ventana y al mirar hacia los lados pude notar que Marina ya no estaba en su cama.

El nombre de Egan rondaba por mi mente, no entendía exactamente a qué se debía, probablemente a la preocupación de saber que aún no estaba del todo bien y que si hoy no despertaba, y nosotros nos marchábamos, existía la posibilidad de no volverlo a ver jamás.

Tardé unos segundos en alistar mis cosas, salí al pasillo y comencé a bajar las escaleras. Cuando iba a la mitad de escalones, pude notar que Egan estaba hablando con Winston y los demás. Mi corazón comenzó a latir rápido. Era raro verlo justo ahí, por un momento pensé que tal vez estaba alucinando. Su rostro lucía pálido, tenía grandes ojeras rojizas y un enorme moretón cubría su mejilla. Antes de poder apartar la vista de él, volteó y se percató de que lo observaba. Nos vimos directamente por unos segundos y después desvió la mirada sin importancia. Continué caminando y me acerqué a ellos. El mayor de nosotros tenía la palabra.

―¿Cómo te sientes?

―Como si alguien me hubiera dado una paliza y estuviera a punto de matarme― dijo el chico irónicamente, mientras sonreía.

Winston lo miró seriamente por unos segundos y después cambió su semblante a uno más relajado. Cómo aceptando que debía acostumbrarse al tipo de humor del rubio.

―Ya te golpearon lo suficiente, esperaré mi turno cuando sanes―contestó sonriendo―Pasando a otras cosas, ¿Seguro que quieres continuar? Aún no luces del todo bien.

Y era verdad, quizás ahora estaba consciente, pero su fuerza debía ser mínima y lo que estábamos por hacer requería de toda nuestra energía, lo que hacía que fuera el doble de peligroso para él.

― Lo haré, de cualquier manera no tengo otra opción, si no llegamos a tiempo con Nerón, mi padre será quien pague las consecuencias

―Bueno, entonces creo que es momento de idear un plan. Debemos salir al anochecer. A pesar de que la ciudad está a un par de minutos, entrar no será fácil y debemos llegar con tiempo extra.

Todos asentimos, aceptando así nuestro, destino. Finalmente, nos enfrentaríamos a Nerón. La idea de verlo, de estar en la misma habitación, me hacía querer huir de nuevo a Haldenmoss, pero eso no ayudaría más que para alargar nuestro encuentro. Ya estaba predicho; uno de los dos iba a morir.

El resto del día la pasamos ideando una forma de acceder a la ciudad central. La primera parte era fácil, Egan y Deo nos podían hacer pasar por la entrada principal, con la excusa de que Marina y yo éramos las nuevas criadas de Nerón. En cuanto a Winston y Oliver, eso sería más complicado, pues normalmente los hombres que eran capturados iban directamente a los laboratorios o celdas. Por lo que ingresar de la misma forma no era la mejor de las opciones. La alternativa más segura, tendría que ser entrando por las alcantarillas, sería asqueroso e incómodo, pero al menos no morirían de inmediato. Una vez en el interior de la ciudad, sería más sencillo avanzar hasta el templo donde Nerón solía dar sus ceremonias de sacrificio, pues todos los ciudadanos mayores de 15 años debían asistir obligatoriamente a estos actos.

La primera opción era llegar hasta la habitación donde el presidente solía recluir a las chicas que le servirían como ofrenda, pero quedó descartada de inmediato, pues al menos veinte hombres dorados la estarían resguardando. Así que, aunque la siguiente idea era más complicada y miles de personas estarían presentes, era por la que debíamos optar.

Dentro del templo había dos bases, una donde Nerón se sentaba para llevar a cabo la ceremonia, junto a él se encontraban dos theriones encargados de custodiarlo. En la siguiente había una mesa de piedra que servía como un altar, ahí se llevaba a cabo el sacrificio y, al igual que en la primera base, un par de theriones se encargaban de ejecutar el acto.

Deo sería uno de los custodios de Nerón el día de mañana, pues el presidente siempre requería de su presencia. De esta forma se aseguraba de tenerlo vigilado por si alguien de su familia intentaba traicionarlo. Aun así, pelear con tres criaturas sería complicado, por lo que la siguiente parte del plan era mucho más arriesgada. Además, el resto de su ejército resguardarían los alrededores del lugar; teníamos que buscar una manera de librarnos de ellos.

Haríamos algo similar a cuando robamos la camioneta de Helmut. Egan buscaría a su padre y juntos quemarían la residencia de Nerón. A esas horas estaría deshabitada, por lo que ninguna vida se pondría en peligro, pues ni siquiera el personal de limpieza estaba exento de faltar a dicha ceremonia. La casa de Nerón era la más grande de la ciudad, por lo que esperábamos que el incendio fuera suficientemente grande para hacer que la mayoría de los hombres dorados y theriones dejaran el lugar. La gente sería evacuada por su seguridad, así que estaríamos atentos a que el presidente no logrará llegar hasta la salida, aunque eso implicaría que sus tres hombres permanecerían junto a él. Una vez dentro pondríamos a salvo a las chicas, Nerón no esperará que Deo este de nuestro lado, por lo que sacaremos ventaja de esa situación y el hermano de Egan lo tomará como rehén, evitando una pelea entre nosotros y los demás theriones, además él sería nuestra salida de la ciudad, una vez fuera improvisaremos lo siguiente.

Claro que sonaba como un plan estúpido, pero siendo solo seis y la mayoría sin experiencia en peleas o guerras, nuestras ventajas y alternativas se disminuían casi por completo.

―Saldremos a media noche― dijo Deo finalmente y todos se retiraron.

Tendríamos algunas horas para descansar y meditar sobre lo que podía pasar. Todos éramos conscientes de que el asunto podría irse abajo y moriríamos en el intento.

Mis tres compañeros seguían en sus habitaciones, probablemente estaban asustados, al menos yo sentía que podría morir de miedo. Pensé en ir y acostarme un rato, pero sabía que no lograría quedarme en paz, así que me dediqué a merodear por las calles cercanas al lugar donde nos hospedábamos.




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