Sangre Carmín

CAPÍTULO CATORCE.

MARINA.

La chica de cabello negro se sintió aliviada al saber que no era la única que guardaba secretos, si bien su progenitor no era un genocida, entraba en el top de los peores padres y no mantenía solo eso en anonimato, también estaba el caso de Jasón, y la mala costumbre que tenía Marina al sentirse atraída por las cosas extrañas y oscuras.

El padre de Marina siempre fue un tipo agresivo, la chica se dio cuenta de eso desde que tuvo conocimiento. El hombre solía estar enojado todo el tiempo, golpeaba a su madre cada que tenía oportunidad y encerraba a sus hijos en el closet de su habitación hasta que se hartaba de escucharlos llorar, y entonces los dejaba salir solo para propinarles un par de bofetadas y mandarlos a su habitación con cientos de amenazas.

Si bien los casos de violencia doméstica, por desgracia, eran algo común en todo el mundo, lo que sucedió el día que Nerón invadió Haldenmoss era algo perturbador que contar, Jasón sí que era un secreto que debía guardar, por el bien de ambos.

Jasón y Marina nacieron un lluvioso 11 de abril. Desde el día en que su madre los dio a luz estaba claro que serían muy unidos y eso fue lo que sucedió con el pasar de los años. Ambos chicos tenían gustos muy similares, amaban las historias de terror, comer manzanas con caramelo y jugar con "Limoncito" su esponjoso gato de ojos verdes, además estaba claro el hecho de que eran muy parecidos, con el mismo tono azul en sus ojos y el cabello de un negro verdaderamente oscuro.

Ambos parecían ser normales, asistían a la academia al igual que otros chicos, acompañaban a su madre a hacer las compras y jugaban hasta tarde en el jardín, pero a diferencia de los demás, Marina y Jasón tenían que soportar los ataques de ira de su padre.

Jasón no hablaba mucho, pero lloraba demasiado. Su padre solía llamarlo un marica y amenazarlo con golpearlo hasta morir si no dejaba de ser tan débil. Su madre intentaba defenderlo y terminaba con algún ojo morado o los huesos rotos. La mayor parte de su infancia y adolescencia llevó el mismo ritmo, su padre siendo violento, los gemelos actuando de forma "incorrecta" y su madre intentando defenderlos.

Aquel día, la tarde en que todo sucedió, la madre de Marina se encontraba en su taller de costura, Jasón leía en su habitación y la pelinegra escuchaba un programa sobre misteriosos asesinatos.

La puerta principal fue abierta bruscamente y la chica dio un salto en su asiento debido al susto. Su padre la observó furioso y después siguió avanzando, entró hasta la habitación de su gemelo y lo tomó por los cabellos. Jasón no había tenido un corte desde los 17 años, por lo que 4 años después su cabello ya era lo suficientemente largo. El chico no parecía entender lo que pasaba, y a decir verdad, su hermana tampoco lo sabía.

―¿Es verdad que eres un puto marica?—cuestionó el hombre con tono exaltado, sin soltar la cabeza de su hijo.

―¿De qué estás hablando, papá? ―preguntó con voz temblorosa la chica, que lo había seguido hasta el cuarto de su hermano. 

―Cierra la boca, Marina ―ordenó el hombre mirándola de forma amenazante―. Responde Jasón: ¿Es verdad que te gustan los hombres?―dijo con dificultad, como si pronunciar aquello fuera repugnante. 

El chico no emitió ni una palabra, dando a entender que lo que su padre decía era cierto. El hombre llevó su puño hacia la boca de Jasón, haciéndolo sangrar al instante. Lo golpeó repetidas veces, decidido a acabar con él con sus propias manos. Hasta que unos terribles gritos y sonidos de cosas siendo destruidas lo sacaron de su violento trance.

―¿Ahora qué carajos está pasando?—dijo rodando sus grandes ojos azules, mientras avanzaba con la intención de llegar hasta la entrada.

Pero la puerta siendo derrumbada, los sorprendió y segundos después una enorme criatura entró a la habitación. El hombre observaba, asombrado y con un temor creciente en su estómago, al sujeto frente a ellos. Parecía medir más de dos metros y era demasiado ancho, su rostro estaba cubierto de un grueso pelaje café y dos largos colmillos sobresalían de su boca. Jasón se paró del suelo con esfuerzo, pues su rostro y abdomen le dolían terriblemente. Sujetó a su hermana con la intención de salir por la cocina, pero la chica estaba paralizada, no apartaba su vista del monstruo que estaba frente a ellos.

Su padre finalmente respondió y corrió hacia el sillón donde reposaba su escopeta. Mientras tanto, el therión avanzó velozmente hacia los gemelos y, sin poder reaccionar, le dio un fuerte zarpazo a Jasón en el rostro. La sangre emanó al instante, reanimando finalmente a Marina, quien había perdido todo el color y, atemorizada, observaba al pelinegro, quien se había quedado sin un ojo. Un disparo se escuchó estruendosamente, la criatura volteó hacia donde provenía el sonido y, furioso, se abalanzó contra el padre de los chicos. La escopeta salió volando y aterrizó cerca de los pies de Jasón.

― Toma la maldita arma y asesina a esta cosa, ¿O eres demasiado marica para hacerlo?― gritó su padre, quien se esforzaba por alejar los enormes dientes del therión de su cara.

Su hijo lo observó fijamente, con el miedo impregnado en el rostro y las pocas fuerzas que le quedaban, levantó la escopeta, sus manos estaban temblorosas, aun así apuntó directamente a su cabeza y disparó al instante. El hombre dejó de luchar, la criatura se paró en seco y observó a los chicos con confusión en sus ojos. Jasón acababa de asesinar a su padre y Marina aún sostenía su mano, sin siquiera inmutarse.

El therión se dio la vuelta y arrastró al hombre hacia el exterior, dejando un camino de sangre y a los gemelos con vida. El chico se dejó caer finalmente, Marina lo sostuvo asustada, por fin sus emociones parecían regresar a su corazón y con mucho esfuerzo llevó a Jasón hasta su cama, lo recostó e intentó hacer que la hemorragia parara. Aún no era seguro salir, los gritos se escuchaban por todo el lugar, no podía arriesgarse a llamar la atención de otra criatura.




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