Sangre Carmín

CAPÍTULO QUINCE.

Llegamos al punto de reunión un par de horas después de medianoche. Habíamos estado a la espera de Winston y Oliver, pero no parecía haber rastro de ellos. Debíamos continuar y seguir con la idea original, igual existía la posibilidad de que ellos ya estuvieran de camino hacia las alcantarillas, de lo contrario tendríamos que improvisar un nuevo plan o ser ingeniosos y completar el primero sin dos de los integrantes.

Ninguno habló el resto del camino, eso me hacía sentir incómoda y aturdida, pues un sin fin de pensamientos llegaban a mi cabeza y perdía la concentración de todo lo demás. Las calles estaban en completa oscuridad, me era difícil identificar todo lo que se encontraba a mi alrededor y el hecho de que ahora Marina no portaba su arma, nos sumaba una enorme desventaja. Quizás Egan tenía razón, debía conseguir algo mejor con que defenderme, las pequeñas agujas no nos servirían de nada dentro de la ciudad central.

Los minutos seguían pasando y nuestros compañeros no aparecían. La angustia ya invadía mi pecho y la ansiedad me hacía pensar que quizás algo malo les había sucedido, tal vez los habían capturado o estaban perdidos. No podíamos esperar más tiempo o no llegaríamos a la ceremonia. Los primeros rayos del sol saldrían en al menos dos horas y eso nos ejercía más presión, pues tendríamos que seguir sin Winston y Oliver.

―Es momento de continuar, quizás los encontremos dentro ―dijo Egan mientras se giraba para quedar frente a nosotros―. Ahora ingresaremos a la ciudad y quiero que actúen como si fueran rehenes y, por favor Carmín, no hagas nada impulsivo ―habló nuevamente mientras nos observaba e indicaba que avanzáramos.

Estaba a punto de moverme, cuando un fuerte ruido se escuchó tras nosotros. Eran pisadas, por desgracia ninguno alcanzó a esconderse y al voltear, el grupo de Lex ya nos rodeaba. El enorme therión, iba acompañado de otros tres sujetos y nos miraban con malicia.

―Pero miren quiénes son, los hermanos Mitchell al fin decidieron regresar― dijo acercándose lentamente a nosotros. Sonreía con satisfacción, y nos estudiaba a Marina y a mí con la mirada. 

Deo parecía alerta, como analizando si tendríamos alguna ruta de escape o alguna forma de evadirlos. Mientras tanto, Egan veía directamente a Lex, intentando seguir su juego.

― Hemos traído lo que Nerón ordenó. Dos nuevas criadas para su hogar — contestó el rubio e intentó avanzar, pero el therión le puso una mano en el pecho, impidiéndole el paso.

―Veo que no te fue nada fácil― dijo observando el moretón de su mejilla mientras lo recorría con una de sus afiladas garras

―Ya sabes, siempre hay idiotas que se cruzan en mi camino― respondió el chico con una sonrisa― y siempre terminó ganando― continuó mientras le sostenía la mirada, dándole a entender que era una indirecta para él.

―Pues casi no lo logras esta vez― contestó sin dejar de sonreír―Puedo oler la herida en tu costado, la sangre que brota de ella― dijo lamiéndose los labios― Estás débil Egan, sería una pena que tuvieras que pelear en tu estado. Por suerte soy solo yo

El ambiente estaba tenso, presentía que en cualquier momento una pelea se desataría. Lex tenía razón, Egan estaba demasiado débil como para pelear, si eso sucedía lo matarían al instante y Deo no podría combatir contra cuatro criaturas. Marina y yo ni siquiera tendríamos oportunidad de defendernos.

―Qué suerte, la mía ―respondió sarcásticamente el rubio―. Ahora tengo que llevarle esto a Nerón — dijo señalándonos. ―Ya quiero deshacerme de ellas. 

―¿Cuál es la prisa Mitchell? Aún nos podrías presentar a Carmín y a su amiga

Al oír eso, el cuerpo de Egan se puso rígido. Todos nos mostramos más alertas. Estaba claro que sí sabía mi nombre, era porque había escuchado nuestra conversación. Él sabía que no éramos prisioneras de Deo ni de su hermano y que intentaríamos hacer algo en contra de Nerón.

Egan retrocedió lentamente unos pasos. Lex sonreía satisfecho como si hubiera logrado su objetivo, pero antes de que alguno de ellos dos pudiera hacer algo, Deo se movió rápidamente y en un descuido arrojó fuertemente al therión de pelaje negro, y sostuvo a dos más por el cuello.

―Corran―gritó con esfuerzo, pues sus contrincantes estaban a punto de zafarse.

Pero nuestros movimientos fueron lentos y Lex logró levantarse, le dio una fuerte patada a Deo y este cayó de rodillas al suelo. Egan intentó acercarse, pero de inmediato uno de los theriones lo sometió en el piso. Era alto, de penetrantes ojos verdes, como pequeñas esmeraldas, y dos grandes y gruesos cuernos negros.

―¡No lo mates! ―le dijo el therión de la cicatriz a sus compañeros, quienes estaban a punto de aplastar al rubio―. Se los llevaré a Nerón. Nada le complace más que los traidores.

―¿Y ellas?― preguntó una de las criaturas mientras me sujetaba. 

Rápidamente, saqué una de las agujas y se la enterré en el brazo. El sujeto soltó un quejido y me miró enojado con sus redondos ojos amarillos de búho. Su sangre espesa se esparcía por su enorme bíceps. Era un tipo bastante robusto, tenía el cabello blanco con mechones dorados, que le llegaban bajo los hombros. Su nariz tenía la forma de un pequeño pico y las uñas de sus manos eran afiladas. 

Lex pareció disfrutar de aquella escena, pues ensanchó aún más su sonrisa y emitió un sonido extraño que bien podría ser una risa. Se acercó a Marina y a mí, y nos sujetó por la parte trasera del cuello. Comenzó a caminar despacio, haciendo que avanzáramos por delante, sus garras se enterraban levemente en mi piel y me hacían sentir un horrible escalofrío.

―Ya escuchaste a Egan, son las criadas del presidente ― Se burló ―Aten bien a Deo y tráiganlo junto a su hermano. Le llevaremos un gran regalo a Nerón

............

Finalmente, nos encontramos ante las imponentes puertas de la ciudad. No era la forma en que esperaba llegar, pero quizás aún podríamos improvisar un plan. Mis latidos no dejaban de acelerarse con cada paso que dábamos, intentaba voltear hacia atrás para saber cómo estaban Egan y su hermano, pero Lex me sostenía fuertemente e impedía que pudiera girar el cuello.




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