NARA
Nara Maldock siempre tuvo el sentimiento de estar vacía, de que nada de lo que hiciera en Haldenmoss le daría la satisfacción que tanto anhelaba, ella sabía que era inteligente, tenía una mente brillante y estando en aquel pueblo pequeño y lejano jamás la apreciarían, nunca obtendría los recursos necesarios, no la tomarían en cuenta y por ende jamás sería reconocida.
La chica había dedicado muchos de sus años a la investigación de cruces de ADN; el cómo poder dar vida a un híbrido. Su hipótesis era impresionante y ella quería que dejara de ser solo una idea y se pudiera probar que lo que proponía podía ser real.
Por desgracia, sus padres no tenían intención de apoyarla con eso; al ser la hermana mayor, lo único que esperaban de ella es que se casara, para así tener que alimentar una boca menos. El padre de Nara tenía el candidato ideal: un hombre de casi 30 años que era dueño de una zapatería. La chica sabía que si se comprometía con él, todas sus esperanzas se perderían, era consciente de que no podría evitar para siempre el matrimonio y escapar no era una opción fácil, pues su progenitor jamás lo permitiría, así que su mejor alternativa era buscar a alguien más, una persona que fuera fácil de manejar y no tan desagradable. Y ella ya tenía al prospecto perfecto, Edward Wadlow; su único amigo, alguien atractivo y quien muy seguramente no haría un escándalo si ella decidía separarse.
Así fue como meses más tarde, la hija mayor de los Maldock unió su vida en matrimonio. Al principio era un poco distante con Edward, quien para su suerte estaba más que enamorado y por eso había accedido a casarse con ella; la amaba y cuidaba demasiado. Siempre la escuchaba con atención cuando le hablaba de todos sus anhelos y de sus nuevos descubrimientos. El castaño no era el hombre con más dinero del pueblo, pero su economía era considerablemente buena, aunque no demasiado como para financiar sus experimentos.
Con el tiempo, la pelirroja fue cediendo, comenzó a ver con otros ojos a su esposo; le gustaba hablar con él, bailar por las tardes y cuando Edward le cocinaba, amaba besarlo y ver su rostro antes de dormir. Poco a poco le fue agradando su nueva vida, aunque no lo suficiente como para dejar a un lado del todo su sueño. Aún anhelaba ser alguien importante, que la gente apreciara sus logros.
Unos meses después, Nara tuvo a su primera hija; al inicio estaba feliz, le encantaba la idea de ser madre y cuidar a Vera. Durante tres años estuvo a su lado; le enseñó muchas cosas, la protegía y jugaba con ella, pero el tiempo siguió pasando y aunque la pelirroja tenía un agradable hogar, una hermosa familia y estabilidad, no se sentía satisfecha; algo seguía faltando en su vida y no se resignaría a morir sin haberlo intentado. Así que una noche sin más, tomó algunas de sus pertenencias y se dirigió a la Ciudad Central.
Ella había escuchado rumores sobre el nuevo presidente; sabía que era alguien joven y que apoyaba las ideas innovadoras, así que quizás, si llamaba su atención y le presentaba su teoría, él le brindaría lo necesario para ponerla en marcha. No a todo el mundo le agradaba aquel hombre, pero era la persona con mejor posición en el Sur y Norte, así que debía probarlo.
Nara intentó acercarse a él al menos cuatro veces y en ninguna ocasión tuvo éxito, su gente siempre lo estaba custodiando y era imposible siquiera dirigirle la palabra. La joven comenzaba a perder la paciencia y a sentirse desanimada, pero volvió a tener esperanzas cuando conoció a Grafton Mitchell; uno de los científicos de Nerón que se encargaba de realizar nuevas fórmulas medicinales y que además era amigo del presidente. La pelirroja le contó sobre sus deseos de obtener una audiencia y Grafton la ayudó para que pudiera tener un par de minutos con su jefe.
El día en que finalmente se conocieron, Nara pudo notar que el presidente no era como todo el mundo lo describía; cruel y antipático, en realidad parecía nervioso y cansado. Era demasiado joven para el cargo que tenía, incluso la pelirroja le sacaba tres años y podía notar lo poco que al hombre le importaba dirigir la Ciudad Central.
Conforme Nara le hablaba sobre sus criaturas y le daba detalles de los beneficios que se podrían obtener, Nerón quedaba cada vez más fascinado y no solo por su enorme inteligencia, sino también por la pasión con la que hacía las cosas y lo segura que lucía de sí misma. Para cuando la joven terminó de hablar, supo que Nerón aceptaría su propuesta y juntos cambiarían el mundo.
Las siguientes semanas ambos continuaron reuniéndose para verificar de forma más extensa todos los detalles del proyecto, durante este tiempo pudo notar que Nerón estaba desarrollando sentimientos hacia ella, la trataba de diferente forma que a sus trabajadores, la invitaba a pasear y le obsequiaba regalos. En realidad la pelirroja no estaba interesada en comenzar otro tipo de relación, aún quería a Edward y ya tenía una hija, pero sabía que ser la pareja de Nerón la haría una persona destacable, sería más accesible volverse una científica importante desde esa posición y así podría ser recordada, alguien reconocida como siempre quiso. Además, Nerón era atractivo, amable e interesante, por no decir, el hombre más poderoso que conocía. Y de cualquier forma, su matrimonio en Haldenmoss solo había sido algo simbólico, por lo que no tendría problemas si decidía casarse otra vez.
Así que al final, simplemente asumió que si quería lograr todos sus sueños, debía sacrificar algunas cosas, aunque esto incluyera a su familia. De esta forma, el día en que Nerón le propuso que salieran como una pareja, ella lo aceptó sin importarle que días antes había mandado una carta a Edward para disculparse por marcharse.
Meses después, Nerón le dio el sí definitivo a su propuesta y Nara comenzó a hacer planes para poder dar vida a sus primeros theriones. Debía reunir a un equipo capacitado con quien trabajar, acoplar las instalaciones que el presidente le proporcionara, hacer un inventario de todos los materiales que ocuparía, entre otras cosas.
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Editado: 15.03.2024