-Nowearland es una tierra maldita donde habitan los hombres lobo, nada mejor que un ambiente imitando la época medieval para esas bestias –la señora se paseó entre los sillones moviendo las manos nerviosa- nosotros somos la diversión y comida de la manada Dugés y sus súbditos.
-¿Hombres lobo? –la señora Clifford parecía bastante confundida, y no la culpo, no era la única- ¿un mito? –Volvió a preguntar con mofa- atacaron nuestros hogares, muchos vimos morir a nuestros familiares, nos secuestraron, maltrataron y trajeron a un lugar completamente desconocido ¿y usted habla de hombres lobo? Conozco su historia, y ninguna de ellas afirma que ellos sigan existiendo, díganos la verdad señora... –dejo la frase al aire esperando a que respondiera con su nombre.
-Clementine Hill –contestó- pero...
-Si no lo quiere creer es su problema –el joven que había llegado hace unos minutos hablo de forma brusca interrumpiendo a su madre. No parecía extrañarle nuestra presencia, parecía estar molesto por ella- tenerlas aquí te puede traer problemas madre.
-Benjamín tranquilo –interrumpió la señora dirigiéndose a su hijo haciéndole una seña para que guardara silencio- por favor sentémonos, preparare un poco de café.
-No desperdicies tus provisiones –grito quien ahora sabíamos es Benjamín- no sabemos hasta cuándo conseguiremos más.
La vimos caminar hasta la cocina y nos sentamos en lo que quedaba de los sillones quedando la señora Clifford, Emma y yo en el más grande. Benjamín se había sentado en el sillón pequeño a un costado, no nos quitaba la mirada de encima, tenía el ceño fruncido y un gesto de molestia en la cara. Medite una vez más lo que estaba pasando, parecía ser el principio de un cuento de terror de esos que te cuentan tus padres para que te portes bien.
-Nessa tengo miedo –susurro Emma tomando mi mano con fuerza.
-Tranquila –susurre para que solo ella me escuchara- todo va a estar bien.
-Sé que todo esto es demasiado extraño para ustedes, al principio es así para todos –dijo la señora Hill al llegar frente a nosotros, nos entregó una taza con café a cada una y se sentó en el sillón sobrante- muchos de nosotros llegamos aquí de la misma manera en que ustedes llegaron, a la fuerza –su voz se quebró en la última frase.
-Todos somos sobrevivientes –intervino Benjamín.
-¿Sobrevivientes? –repetí incrédula.
-Las personas que las trajeron trabajan para la manada Dugés, no son más que sus estúpidos sirvientes. Se dedican a destruir pequeños pueblos y traer consigo a los sobrevivientes para abandonarlos aquí a su suerte –Benjamín escupía las palabras con odio- la manada Dugés es parte de lo que ustedes creen es un mito, pero son mucho peores.
-Me familiarizo mucho con las mitologías joven Benjamín –dijo la señora Clifford con toda la educación que la caracteriza- sigo sin entender ¿Por qué ellos querrían...
-¿A un montón de humanos encerrados en este lugar? –interrumpió Benjamín. La señora Clifford asintió en respuesta- es fácil, nuestra carne.
-¿Son carnívoros? –pregunte lo obvio sintiendo mi cuerpo llenarse de miedo.
-Cyrone Dugés es el Alpha, es el ser más cruel y despiadado de todos. Hace doscientos años descubrió que su fuerza aumentaba al consumir carne humana –mi cuerpo se tensó al igual que el de Emma a mi lado- ¿Cómo se dio cuenta de eso? Nadie lo sabe, pero se puede esperar lo peor de alguien sediento de poder. Sus súbditos, fieles a su Alpha siguieron sus pasos, es por eso que...
-No –interrumpí poniéndome de pié- ya oímos suficiente –tome a Emma de la mano y la arrastre conmigo hasta la puerta –nos vamos de aquí.
-Pero niña –la señora Hill se acercó hasta nosotras- no hay manera de salir de aquí.
-Tiene que haber alguna.
-¿Crees que si la hubiera nosotros seguiríamos aquí? –Benjamín permaneció sentado.
Sus palabras calaron hondo en mí, tenía lógica, no creo que alguien esté aquí por gusto después de lo que nos han contado.
-Tienen dos opciones –volvió a hablar- quedarse y tratar de sobrevivir, o intentar escapar y morir en el intento.
La sala quedo en completo silencio, Emma tiro de mi mano llamando mi atención, me miro con ojos suplicantes y en ese momento entendí que no había dos opciones, solo había una. Sobrevivir.
-Hoy es luna llena –Benjamín se puso de pie girando a vernos- si se van a quedar aquí ayudaran.
...
-Pásame las tabas de allá –Benjamín señalo un montón de tablas tiradas cerca de la pared de su casa, me acerque a ellas y tome una entregándosela- ¿Cuántos años tienes? –pregunto acomodando la tabla sobre el hueco de la ventana.
-Diecinueve –conteste.
-¿Y tu hermana? –lo vi sacar un par de clavos bastante brillantes del bolsillo de su chaqueta y colocar uno entre sus dientes mientras que con un pedazo de piedra golpeaba el otro sobre un extremo de la tabla.
-Quince... ¿de qué son esos clavos? –pregunte curiosa por saber el motivo de su color.
-De plata –dijo colocando el segundo al otro extremo- evitara que esas bestias intenten entrar aquí.
Mientras Benjamín terminaba de colocar las tablas observe todo a mi alrededor. La señora Hill tenía razón, el lugar parecía estar ambientado en épocas medievales, todo era de piedra y bastante antiguo. El camino subía a lo que parecía ser una colina pero desde donde estábamos no se alcanzaba a ver nada.
Las personas estaban fuera de sus casas haciendo lo mismo que hacia Benjamín en la suya; protegerlas. Pude reconocer a varias personas conocidas, todos llevaban una cara triste, fue cuando pude ver a una chica con un bebé entre brazos, sentí mi corazón latir más fuerte y mis ojos llenarse de lágrimas.
-Nessa –la débil voz de Emma y su mano entrelazada en la mía me sacaron de mis pensamientos- hay que ser fuertes, mamá así lo hubiera querido –por su voz parecía que en cualquier momento lloraría.