-No lo hagas Nessa –Román se acercó hasta mí antes de que pudiera contestar-. No es algo que puedas decidir a la ligera. Hay muchas cosas que aún no sabes.
-Digas lo que digas –interrumpió el señor Marín-. Ella ya tiene una decisión Román.
-¿Nessa? –la mirada de Román era suplicante, quería que me negara pero el señor Marín tenía razón, ya había decidido.
-Por Emma lo que sea –repetí en tono bajo apartando la mirada de ambos.
-No estoy de acuerdo –dijo Román en tono glaciar-. Pero no te voy a dejar sola, no soy como Benjamín.
-Ese tipo es un traidor –uno de los presentes comenzó a levantar la voz-. Dijo apoyarnos a todos y ahora ¿Dónde está? Dándonos la espalda.
-No podemos juzgarlo de esta manera –lo defendió el mismo joven que había avisado de la llegada de Cyrone- Benjamín siempre nos ha ayudado. Sus razones deberá tener.
El bullicio comenzó nuevamente. Yo no podía decir nada, Benjamín en el poco tiempo que lo conocí siempre fue amable, él y la señora Hill nos ayudaron. No puedo juzgarlo, ya lo han dicho, él tendrá sus razones y si no las ha dicho será por algo.
Román se acercó hasta mí y con un gesto con la cabeza me indico que saliéramos de ahí, lo seguí en silencio ignorando a los demás. Antes de salir observe a todos por un segundo, el señor Marín tenía una sonrisa que podía describirse como maliciosa mientras los demás discutían entre sí, sin duda la situación le divertía.
-Conocí al abuelo Marín cuando llegue aquí –Román comenzó a hablar mientras caminábamos por la calle empedrada del lugar-. Me dio un techo, y comida. Después me dio una familia. Él.
-Parece ser un buen hombre –conteste, no tenía muchas ganas de platicar de otra cosa que no fuera la forma de salvar a Emma de donde quiera que estuviera, pero no podía ser tan grosera de decírselo.
-Lo es, pero lo que te ha pedido es un suicidio –su voz se había endurecido y los nudillos de sus dedos se habían emblanquecido con la fuerza con la que los cerraba-. Nessa, esas bestias son peor de lo que imaginas, ser su mate no es tan fácil como se oye.
-¿Por qué lo dices? –ahora si estaba interesada en su conversación.
-Ser su mate, mas allá de ser su compañera de vida, es ser su esclava –Román se detuvo frente a mí-. En todos los sentidos –marco la voz en esa frase-. Su fuerza es mayor a la nuestra, nunca se ha visto una humana como mate de un Alpha ¿sabes por qué? –Negué con la cabeza como respuesta-. Porque somos débiles a lado de ellos.
-¿Cómo sabes todo esto? –pregunte con un tono más curioso del que hubiera querido.
-Eso no importa ahora, lo importante aquí es idear algo más, algo que no ponga tu vida en riesgo –note que se removía incomodo, quise insistir en saber cómo es que sabía tanto, pero supuse que el señor Marín le ha enseñado lo que sabe.
-¿Cómo es que Benjamín tiene clavos de plata? –Pregunte para cambiar de tema-. Dijiste que eran difíciles de conseguir.
-No lo sé, Benjamín esconde muchos secretos. Es extraño que Clementine las hospedara en su casa, ellos no dejan que nadie entre –Román parecía estar recordando mientras miraba hacia el cielo, la tarde ya estaba por terminar y dar comienzo a la oscuridad de la noche. El clima era fresco anunciando un frío prominente.
No sabía qué hacer, tenía poca información de los Dugés y una herida en el pecho. Las cosas no estaban a mi favor. Recorrí el lugar con la mirada una vez más mientras repasaba lo que Román había dicho, y la forma en que lo hizo. No quería ser una esclava, mucho menos de aquellas bestias, estar encerrada en este lugar ya era demasiado.
La calle comenzaba a ser oscura, sin duda era un largo camino a pie para llegar a los Dugés, y una vaga idea cruzo mi cabeza.
-Conocer al enemigo –pensé en voz lo bastante alta para que Román me escuchara.
-¿Qué? –Pregunto con algo de preocupación-. Nessa ¿de que hablas?
-Hablo de subir hasta allá y conocerlos –la idea me entusiasmaba cada vez más-. Conocerlos, conocer sus debilidades...
-Nessa eso es una completa locura, no puedes entrar a ese lugar como si nada –Román sonaba molesto-. Además, ya es noche y...
-Y nada Román –lo interrumpí-. Debo conocer al enemigo para acabar con el, tengo que ir.
-Puedo ver que eres una chica decidida y que diga lo que diga no te detendrás –contesto colocando las manos en su cintura- les diré a los demás.
Lo detuve del brazo negando con la cabeza, no pude decir nada, ni explicar mi acción cuando el sonido de un arma interrumpió el silencio del lugar. Los pocos que estábamos a fuera nos agachamos al instante, muchos comenzaron a cerrar las puertas de sus casas encerrándose en ellas, otros más corrieron a esconderse mientras que Román me arrastraba a casa del señor Marín. Cruzamos la puerta al mismo tiempo que un segundo disparo se hizo presente, el señor Marín llego hasta nosotros con cara de preocupación haciendo un gesto con las manos preguntando qué había pasado, negué con la cabeza dándole a entender que no sabíamos.
-Son ellos –susurro-. Nadie más aquí tiene armas –dicho eso dio media vuelta y camino por la sala buscando algo.
Nos alejamos de la puerta, Román puso un sillón de la pequeña sala frente a ella a modo de barrera mientras yo colocaba sillas sobre las ventanas, dudaba que sirviera de algo, pero no perdía nada con intentarlo.
-Román, ve a traer un poco de plata que hay en mi habitación –el señor Marín se acercó hasta donde yo estaba mientras Román obedecía lo que le había pedido-. Bebe esto niña, ¡rápido! –me acerco el frasco que nos había mostrado antes-. Esas bestias vienen por ti.
-Pero ¿Cómo... -
-Hazlo ahora.
Tomé el frasco con mi mano temblorosa, le quite la tapa y con algo de duda lo acerque a mi boca. Sentí el líquido sobre mis labios antes de resbalarse por mi lengua, su sabor era demasiado amargo para mi gusto y solo bebí la mitad de este. Pase el dorso de mi mano por mi boca secando una gota que había resbalado y guarde el frasco en una bolsa de mis jeans.