Sangre de Alpha.

Capítulo 19.

—Nadie te cree eso, todos estuvimos ahí cuando Marín…

—Yo le creo.

Román interrumpió lo que pudo ser el inicio de una catástrofe y el fin de mis mentiras. No podía negarlo y por un momento fui tonta al olvidarlo, todos aquí sabían lo que Marín me había dado, sabían lo del brebaje y que no existía un vínculo, y obviamente no me creían. ¿Y ahora qué?

El silencio inundo el lugar, nadie decía nada ni se movía. No quería seguir mintiendo y aunque lo que había dicho fue un impulso, no era una mentira del todo. Arion ha sabido ganarse mi afecto y cariño, me mostró su realidad de las cosas y me tuvo paciencia aun cuando de lo único que hablo con él es de encontrar a mi hermana. Me alimento e hizo lo posible para curarme. Sin embargo, no podía quitarme de la cabeza que estaba mal, lo que estaba sintiendo no estaba bien.

—Yo no.

La piel de mi nuca se erizo, tuve miedo a dar la vuelta y encontrarlo. Sus palabras me habían atravesado el pecho por el tono con el que fueron dichas. Por un momento me olvide de él.

—Él está aquí por ella, arriesgándose a todos nosotros. No tiene manera de hacernos daño –recalco Román ayudándome.

Sentí la mano de Arion tomar la mía, se estaba poniendo de pie y quedándose a lado mío, habló.

—No voy a hacerles daño, estoy de su lado –todos retrocedieron un paso al verlo de pie—. Déjenme demostrárselos.

—¿Cómo harías eso? –pregunto uno de los presentes.

—Me ha dicho como derrotar a Cyrone, y yo se los diré a ustedes–no me separé de él, no quería hacerlo.

—Pero no aquí –agrego Arion—. Será en un lugar más privado.

—¿Cómo asegurarnos de que no quieres atacarnos? –Benjamín siguió hablando con cizaña mientras se colocaba frente a nosotros.

—Si lo quisiera ya nos hubiera atacado –Román parecía estar molesto con Benjamín, no había necesidad de que yo defendiera a Arion, él lo estaba haciendo.

—Parece que sabes mucho, Román –siguió Benjamín con la misma actitud—. ¿Acaso sabes algo que nosotros no?

No era difícil de entender lo que estaba haciendo, y tampoco me pregunte el por qué. Sus temperamentos eran los difíciles de entender, pero tampoco iba a dejar intimidarme por ellos. Benjamín no estaba de ningún lado, tenía uno propio.

—Él no –conteste—. Pero yo sí.

—Eso será muy interesante de escuchar –sonrió.

Me estaba provocando, y yo estaba en sus manos. Podía sentir el fin de mis mentiras, el fin de las cosas malas que parecían buenas, y el fin de algo que no había comenzado. O tal vez, aún había otra salida.

—Será aquí, entonces –solté a Arion y comencé a caminar haciendo un circulo pequeño para poder ver a todos—. Cyrone puede ser derrotado con un arma escondida en este lugar –las exclamaciones de asombro y de incomprensión no se hicieron esperar—. Una espada de plata que fue robada del palacio.

—¿Plata? –Dijo alguien más—. Los sangre negra son inmunes a la plata, la hemos usado antes.

—No es una simple espada –contesto Arion—. Fue creada bajo la luz de la última Luna Roja por una bruja que vivió aquí. Con esa espada mi padre podrá ser derrotado.

—¿Y dónde está? –pregunto Román.

—La última persona que la tuvo fue uno de los súbditos de mi padre, desapareció  al revelarse en contra de él –iba a decir el nombre, estaba ansiosa por que lo dijera—. Su nombre era Roultzer Marín.

La mayoría los presentes ahogaron un grito,  otros más no pudieron hacerlo. La cara de sorpresa de todos era épica, seguramente así fue la mía cuando lo supe aquella vez. Ahora si quería saber dónde estaba. Busque a Román con la mirada, se había movido de lugar y pude notar un rostro lleno de preocupación, de sorpresa y algo de tristeza.

—¿Román? –Lo llame—. ¿Dónde está él?

—¿Él? –Pregunto Arion—. ¿Roultzer está aquí?

Una mentira al descubierto. Posiblemente pude haberle dicho que Marín estaba vivo y que lo había conocido, pero en ese momento las cosas hubieran sido diferentes. Arion habría bajado, y lo hubieran atacado y no lo habría defendido, de ninguna manera. Entonces tal vez, nunca hubiera sabido todo lo que sé ahora, tampoco hubiera podido entrar al palacio para recorrerlo en busca de Emma.

—Sí –conteste volteando a verlo.

—Si eso es cierto –volvió a hablar Benjamín—. Entonces Román es su cómplice –se cruzó de brazos—. Seguramente un súbdito más.

Seguía provocándome, sabía que yo perdía más al decir toda la verdad. Pero eso era algo bajo, incluso para él. Estaba culpando a un inocente y aunque demostráramos la verdad, la duda estaría siempre en todos los demás.

—No soy ningún súbdito, Benjamín –Román se defendió—. No sabía nada de esto, pero ahora entiendo muchas cosas de mi abuelo –su voz era melancólica—. Yo confié en él y resulta ser una persona completamente diferente a la que creía. Las puertas de su casa están abiertas, pueden entrar a registrarla.

—Eso haremos.

Muchos comenzaron a caminar hacia la casa de Marín, otros más se quedaron ante el miedo de lo que pudieran encontrar. Román iba casi hasta al frente, y yo me había quedado por la fuerza que detenía mi brazo.

—¿Lo sabías? –pregunto Arion en tono bajo para que solo yo lo escuchara—. ¿Sabías que Marín estaba aquí?

No estaba molesto, pero parecía decepcionado. Mi corazón dio un vuelco al imaginar que con mi respuesta se enojaría y que tampoco entendería mis razones para ocultarle algo así.

—No estaba segura de que fuera el mismo –mentí—. Por eso baje aquella vez.

—¿Y por qué no me lo contaste? –siguió preguntando.

—No confiaba en ti.

—¿Y ahora?

—Ahora todo es diferente –respire hondo—. Y no es el momento de hablar de esto, tenemos una búsqueda pendiente.

—No puedes evadir las cosas por siempre, Nessa.

Tomo mi mano y comenzamos a caminar hasta la casa de Marín. Al llegar ahí lo primero que hice fue buscar a Román quien, al igual que todos los que estaban ahí, movían las cosas y muebles de un lado a otro buscando la espada de plata.




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