Sangre de Alpha.

Capítulo 21.

—¿Lo sabias? –repetí confundida sintiendo la falta de aire en mis pulmones. Se me había licuado el estómago al escucharlo.

—Sí.

—¿Cómo es que… –trate de preguntar con voz temerosa.

No estaba tranquila con la manera tan pacifica en la que Arion respondió a todo esto. Todo lo que dijeron, todo lo que me explicaron, incluso Cyrone lo había dicho, se supone que iba a ser catastrófico. Entonces ¿Cómo es que estaba tan tranquilo?

—Lo supe desde la primera vez que te vi –sonrió dejando ver un poco de melancolía en sus ojos-. Eres preciosa, Nessa, pero no eres para mí. La inocencia de tus ojos me hipnotizo desde aquel día que te vi en esta misma casa que no me importo que no fueras la indicada.

Me había dejado sin palabras, ¿Qué se decía en estas situaciones? 

—Todo este tiempo me he encariñado contigo de la mejor manera, y no quiero que nada malo te pase, por eso he seguido fingiendo.

—No sé qué decir –confesé avergonzada-. Eres una gran persona Arion, lo siento. Me cegué ante la desaparición e Emma, solo quería encontrarla y salir de aquí. No pensé más allá de eso –me sentía la peor persona en ese momento-. No imagine el daño que te haría.

—No te disculpes –froto mis hombros con sus manos-. Yo también te he mentido ¿recuerdas?

Lo mire a los ojos sin entender. ¿De qué mentiras hablaba?

—Te dije que sabía dónde estaba tu hermana, y la verdad es que no lo sé ¿lo recuerdas?

Asentí como respuesta. Con todo lo que estaba pasando, que siguiera repitiendo eso ya no me afectaba tanto. De una extraña manera no estaba enojada, mucho menos molesta con él. Parecía haber un balance de mentiras y un sinfín de preguntas.

—Hay algo más que tienen que saber –volvió a hablar.

—¿Tienen? –pregunto Román recordándonos que aún estaba allí.

—Creo que Marín está con mi padre –soltó de pronto.

—¿Por qué crees eso? –pregunto Román.

—Antes de venir pase por su despacho, creí que estaba hablando solo hasta que su acompañante hablo –miro a Román-. En ese momento creí que era una locura, pero su voz tan familiar es imposible de olvidar. Lo descarte en ese momento pero con lo que escuche allá afuera es más que obvio. Marín estaba ahí.

—Eso no es bueno –Román se froto la cabeza con las manos-. Arion, ¿en verdad estás de nuestro lado?

—Por supuesto –contesto sin titubear.

—¿Qué pasara en La Luna roja?

—Yo… -titubeo.

Arion tenía dos pares de ojos encima y un montón de gente haciendo turbia fuera de la casa. Su manera de titubear era completamente nueva para mí.

—La verdad es que no lo sé –confeso-. Alguna vez escuché de eso, pero hace mucho tiempo que no hay una.

—Bien pues pronto habrá una –aclaro Román-. Y creo que es necesario que te informes sobre ella. Es algo bueno para los tuyos.

—No son los míos, Román –el tono de su voz se había endurecido-. Pero sé que es con ellos con quien encontraré más información sobre eso –volvió a clavar su mirada en mi-. Creo que es hora de irnos.

—No puedo –respondí-. Tengo que hacer que Benjamín me diga dónde está mi hermana.

—No puedo dejarte aquí sola, Nessa –volvió a endurecer su voz-. Cyrone podría volver a atacarte.

 Si Arion supiera que ya lo había hecho, su instinto protector sería peor. No podía contradecirlo de esa manera, pero tampoco podía irme de aquí sin saber el paradero de Emma.

—Ella estará bien aquí –interrumpió Román-. Nowearland es un lugar lleno de pasajes sin fin y conozco muy bien los de esta casa como para dejarla desprotegida.

—Estaré bien –trate de tranquilizarlo.

—Prométeme que si algo llega a pasar te esconderás –rodeo mi cuerpo con sus brazos-. No me perdonaría que algo malo te pasara.

—Lo prometo –mentí.

—No eres buena mintiendo –pego su boca a mi frente en un corto beso y luego se separó-. Protégela con tu vida, Román.

Arion se fue dejándome con Román dentro de la casa de Marín. Habían sido las dos horas más largas de mi vida y aún faltaba mucho por hacer.

—Eso fue intenso –comento Román-. Fuiste muy valiente, y espero que sigas así.

—No siempre es valentía, Román –sonreí-. A veces son solo los impulsos.

—Deberías tener uno de esos impulsos ahora mismo para ayudarme a encontrar la espada –rio-. Con esa arma en nuestras manos Benjamín tendrá que confesar.

Comenzamos la búsqueda nuevamente, a diferencia de antes, ahora solo éramos dos personas contra una pequeña y antigua casa. Recorrimos la cocina, la pequeña sala y un estrecho pasillo que llevaba hasta la habitación de Roultzer, no lo pensamos dos veces y entramos directo a él.

—Mira esta foto –Román camino de un lado a otro de la cama con un pequeño y antiguo papel amarillento en las manos-. Marín no ha cambiado en nada –me mostro la foto dejando ver a un Marín muy joven junto a una mujer igual de joven-. ¿Marín habrá tenido esposa? –pregunto.

—No, seguro era esa bruja que le dio los brebajes… -dejé la frase al aire recordando algo.

—¿Brebajes? –Escuchaba la voz de Román pero no le prestaba atención-. Creí que el tuyo era el único.

No, el mío no era el único brebaje que Marín había tenido en sus manos. Aquella foto me había hecho recordar el día que buscando a Emma había encontrado el diario de Hesper Clagg. Por inercia toque la parte trasera de mis jeans encontrando el pequeño libro cubierto de vinil. Lo había olvidado por completo.

—¿Qué es eso? –Román se acercó hasta mí.

—Es el diario de Hesper Clagg, creo que fue la bruja que forjo la espada y quien le dio los brebajes A Marín.

—Y también es la chica de la foto –dijo mostrando la parte trasera de la foto dejando ver dos nombres escritos con letra cursiva: Roultzer Marín y Hesper Clagg.

Estiré mi brazo llevando el libro hasta Román indicándole que lo leyera. Él sabía más de todo esto que yo, seguramente le entendería mejor y me lo explicaría. Sin dudarlo lo recibió y comenzó a ojearlo, la expresión seria de su cara no ayudaba en nada.




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