Emma Morones.
El día de la desaparición.
—¡Nessa!
Fue lo último que pude gritar antes de verla caer al suelo con la blusa llena de sangre. Aquel hombre me tomo con más fuerza del cabello y me arrojo dentro del carruaje. Cerró por fuera y segundos después comenzamos a avanzar.
Golpee las ventanas con fuerza esperando romperlas pero fue en vano, sin embargo seguí intentándolo con todas mis fuerzas. Después de rendirme con las ventanas, comencé a lanzarme contra la puerta sin perder las esperanzas de escapar. No sabía que pasaría después, pero si sabía exactamente lo que quería lograr.
Escuche al caballo relinchar y mi cuerpo cayo de lleno al piso del carruaje. Aquel sujeto había frenado de forma brusca con la intención de lastimarme, y lo había logrado. Antes de que pudiera ponerme de pie, aquel hombre estaba frente a mí con un rostro furioso.
—¡Quieta! –grito apuntándome con el arma con la que había herido a Nessa. Muerta de miedo me quede en el suelo sin moverme, sin respirar-. No intentes nada estúpido, que no tengo ninguna necesidad de mantenerte viva.
Vaya forma de mantener quieta a una secuestrada. No dije nada, no podía.
Aquel hombre cerró la puerta y volvió a poner en marcha el carruaje. Su amenaza había sido clara, si quería seguir con vida, tenía que hacer todo lo que dijera, al menos por ahora.
No había pasado mucho tiempo cuando cruzamos un arco de piedra que pude ver a través de la pequeña ventana, parecía que de pronto estábamos en un escalofriante escenario medieval.
—¡Alpha! –escuche gritar a alguien desde afuera-. Su hijo ha llegado, lo está esperando dentro del palacio –¿Palacio?
—Justo le he traído un regalo, para que pueda entretenerse en su estancia aquí –lo escuche acercarse y abrir la puerta-. Esperemos que le agrade –sonrió maliciosamente.
Alpha, el hijo de Clementine había hablado de él, ¿acaso era posible? ¿En verdad era aquel sujeto que comía carne humana? Si era verdad, si era él, yo estaba perdida.
Me bajo a jalones del carruaje y a empujones me hizo entrar por aquella enorme puerta de madera. De pequeña, mamá me contaba que los palacios eran lugar esplendidos llenos de luz y cosas brillantes y valiosas, y este era completamente lo contrario, era oscuro y muy opaco.
Los pasillos estrechos nos llevaron a una nueva puerta de madera antigua que, sin esperar alguna invitación, aquel hombre abrió con fuerza. Entre de un empujón y me quede quieta viéndolo pasar a mi lado entrándose más.
—Estarás aquí el tiempo necesario –se acercó a lo que parecía ser un escritorio bastante viejo y saco un abrecartas demasiado brillante-. No harás preguntas, no hablaras a menos que yo te lo pida y obedecerás a todo lo que se te indique. ¿De acuerdo? -¿A caso podía negarme? Asentí como respuesta, no había nada mejor que hacer—. Serás un gran regalo de bienvenida para mi hijo –sonrió-. Vendrá enseguida.
Por fuera podía mostrarme tranquila, pero por dentro estaba repasando una y mil veces la manera en la que pudiera sobrevivir aquí, imaginaba a Nessa entrando en cualquier momento por aquella puerta para salvarme, o a papá, o que algún milagro trajera a mamá. Pero no pasó.
—Padre –mire el piso como la cosa más interesante en toda la vida.
Ya no había duda, aquel hombre era Cyorne Dugés y aquel muchacho que había entrado era su hijo de quien había presumido su llegada.
—Bienvenido, hijo.
La tensión en el lugar aumentaba. Parecía que esta no era una reunión familiar muy esperada, por ninguno de los dos.
—Tu regalo de bienvenida –levanté la mirada encontrando sus manos señalándome mientras veía a su hijo-. Mientras encuentras a tu pareja eterna, ella te puede distraer.
¿Pareja eterna? ¿Distraer?
—No era necesario, padre –el hijo de Cyrone no estaba contento, de ninguna manera.
—Creí que tus ideales cambiarían al estar lejos de aquí, pero ya veo que sigues siendo el mismo débil de siempre –negó con la cabeza mirando con desprecio a quien llamaba hijo.
—Ella no es m tipo, no se me antoja –contesto. No sabía cómo sentirme ante eso ¿feliz porque no me haría nada? ¿Triste porque me había despreciado?-. Pero veré que puedo hacer con ella –me tomo del brazo y al igual que Cyrone, a jalones me saco de ahí.
Entonces supe lo que sentía, miedo. Volvimos a recorrer más pasillos oscuros y su agarre se fue suavizando. Caminaba a mi lado en silencio hasta una pequeña puerta oxidada por el paso del tiempo, dentro había una cama de madera a juego con un ropero antiguo.
Comencé a sudar frio, no quería que nada me pasará.
—Deja de temblar pequeña –su voz suave me desconcertó-. Es normal estar asustada, pero no temas, no te haré daño –no conteste, pero eso no pareció importarle-. Te ayudaré a salir de aquí esta misma noche.
Me estaba tomando el pelo.
—¿Qué? –pregunte al no saber qué contestar.
—Lo que escuchaste –respondió tranquilo-. Nadie notará tu ausencia después de esta noche. Nadie creerá que escapaste, esperemos a que salga la luna llena.
—No lo entiendo –susurre lo que estaba pensando.
—No soy como ellos –dijo serio-. Y sé que por ahora no puedo salvar a todos los habitantes de Nowearland, pero por ahora si puedo salvarte a ti.
—No puedo irme, no sin mi hermana.
Las uñas de mis dedos estaban a punto de desaparecer, el hijo de Cyrone me había dejado encerrada en su habitación. La noche estaba cayendo y ya su padre había gritado lo que pasaría. Solo podía esperar a que Nessa estuviera bien y que todo esto se terminara pronto.
Gritos desgarradores y aullidos espeluznantes robaron mis ganas de dormir, la noche había durado más tiempo de lo que recordaba. Sentía cada vez más pequeña la habitación y no había ninguna manera de salir de ella.