Sangre de Alpha.

Capítulo 24.

—En verdad siento separarte de tu hermana cuando recién la haz encontrado, pero es necesario que estés en esa cena –Arion tenía la mirada fija al frente mientras guiaba y apresuraba a los caballos que llevaban el carruaje.

—Confió en que está en buenas manos –sonreí para tranquilizarlo-. ¿A qué se debe esta cena? –pregunte.

—Aun no lo sé –respondió-. Pero no creo que tenga buenas intenciones con ella.

Pasamos el resto del camino en silencio, no podía dejar de pensar en Emma y en qué pensaría cuando despertara y no me viera ahí. Encontrarla era mi prioridad en este lugar, pero irme ahora sería demasiado egoísta de mi parte. Cometí errores, ahora tenía que arreglarlos.

—Hay un cambio de ropa en la recamará –me indico Arion cuando subíamos las escaleras para entrar al palacio-. El salón donde cenaremos está en el mismo pasillo que el despacho de Cyrone, ¿está bien si te espero ahí?

—Sí –asentí en respuesta queriendo preguntar el porqué de su decisión, pero no hubo tiempo.

—No tardes mucho –separo nuestros caminos sin mirar atrás.

Camino al dormitorio de Arion, mi mente divago en preguntas y teorías sobre la cena que Cyrone había organizado, ¿para qué? ¿Con que intención? ¿Sabría ya que Emma no estaba dentro del palacio? De cualquier forma, tenía que actuar normal hasta conocer todos sus planes, sus puntos débiles y la manera de derrotarlo.

Entre a la recamara encontrando un elegante vestido negro de mangas largas y unas zapatillas de tacón pequeño del mismo color. Sonreí sintiendo las mejillas calientes imaginando a Arion escogiéndolo especialmente para mí. Hubiera deseado que fuera en otra ocasión, en otro tiempo y en otro lugar. Hubiera deseado que ambos fuéramos libres y sobre todo, que fuera su pareja eterna.

No había tiempo de ducharse, me saqué la ropa que traía y metí los pies dentro del vestido y comencé a subirlo poco a poco hasta que metí los brazos dentro de las mangas. Subiendo el cierre en un costado, pude notar más de lo normal mis costillas. El descuido era notorio, pero mis preocupaciones eran más fuertes que el hambre, o la sed.

Me puse las zapatillas y trate de acomodarme el cabello. Cuando me sentí lista, abrí la puerta.

Camine a paso lento hacia el salón que me había indicado Arion, poco a poco un mal presentimiento se fue apoderando de mí. ¿Qué podía ser lo peor que podía esperar esta noche? No podía decidirme entre todas las teorías que se formulaban en mi mente y, todas se fueron al ver al hombre en esmoquin que esperaba frente a la gran puerta.

—¿Estas lista? –pregunto cuando estuve a su lado.

—Nerviosa –conteste.

—Tranquila, estaré contigo–abrió la puerta de par en par dejando ver su interior-. Te ves increíble.

No pude asimilar las palabras que acababa de decir, me guio dentro del salón que aparentaba muchos lujos. Había antorchas iluminando el lugar, esta parte del palacio aparentaba tener más color que el resto del mismo. En las paredes eran los banderines rojos los que llamaban la atención acompañados de una alfombra larga de terciopelo rojo que adornaba el piso a la mitad del lugar donde una mesa repleta de comida nos esperaba. Arion me guio hasta una de las sillas del lado izquierdo de la mesa y jalo de ella para que pudiera sentarme.

—No hay nadie –comente lo obvio.

—No deben tardar en llegar –respondió sentándose en la silla a mi lado.

—¿Deben? –cuestione.

—Hay un invitado extra, pero no sé de qué se trata –negó con la cabeza-. Ni siquiera sé el porqué de esta cena.

Coloqué mi mano sobre la suya en un gesto de apoyo, pero cuando me disponía a decir algo, la puerta se abrió.

Cyrone entró sin tomar importancia a nuestra presencia. Arion y yo nos pusimos de pie ante su llegada viéndolo sentar justo a la cabeza de la mesa, quedando Arion en medio de los dos.

—Nuestro invitado demorará un poco –dijo mientras nos volvíamos a sentar-. Pueden iniciar –señalo el gran banquete frente a nosotros.

Su amabilidad era extraña. No podía dejar de ver la forma tan tranquila en la que estaba comiendo, como si hace poco no hubiera intentado ahogarme en la bañera. Decidí dejarlo pasar, tenía que estar tranquila, al menos por ahora.

Escaneé la comida sobre la mesa encontrando pan, queso, uvas, una botella de lo que parecía ser vino, una canasta llena de frutas y un gran plato repleto de carne. Las náuseas aparecieron en mi estómago con la sola idea de pensar que aquello podría ser carne humana. Gire a ver a Arion para intentar copiar sus movimientos, pero él no giro a verme. ¿Qué se supone que tenía que comer?

—Es carne de cerdo –a voz de Cyrone sonó por todo el lugar, como si leyera mi mente-. Puedes comerla.

No me fiaba de sus palabras.

—No la comas, si no quieres –Arion corto un pedazo de queso y lo coloco en mi plato-. Puedes acompañarlo con uvas.

Lo vi servirse carne y espere con miedo su primer bocado.

Nada.

¿Por qué me sentía tan paranoica en este lugar? ¿Por qué tenía este mal presentimiento?

Lo único que escuchaba eran las respiraciones de mis acompañantes y sus cubiertos chocar con la cerámica de los platos en los que comíamos. Y nuevamente, la puerta se abrió.

El invitado especial había llegado, con una entrada triunfal que me helo la sangre.

—Hola, Nessa –sonrió-. ¿Cómo te va?

—Roultzer –susurre su nombre-. ¿Cómo…? –tartamudeé.

—Toma asiento, querido amigo –Cyrone le señalo la silla a su lado en el lado derecho de la mesa, justo frente a nosotros-. Llegas a tiempo para hacer el brindis.

Cyrone había dicho que si traía a Roultzer ante él, podría ser libre. No lo hice.
 Roultzer huyo de su casa dejando solo a Román. Y ahora, ahora estaba aquí.

—Qué extraño es verlo, señor Marín –Arion rompió el silencio una vez que Roultzer tomo asiento.

—Lo mismo digo, Arion –sonrió.




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