Fue en sus ojos negros donde pude ver mi reflejo aterrorizado. Hace unos segundos era Arion quien estaba frente a mí, pero ahora no, aquella bestia no era ni un rastro de aquel chico.
—Esa chica no es más que una usurpadora –siguió diciendo Marín-. ¡Una mentirosa! –grito.
En ese mismo momento, aquella bestia gruño mientras liberaba el miedo con un fuerte grito.
Me cubrí la cabeza con ambas manos y en cuclillas cerré los ojos.
—Creo que ya no tienes nada que hacer aquí –la voz tranquila de Cyrone me hizo volver a abrir los ojos-. Tienes dos minutos.
Levante la mirada en dirección a aquella bestia encontrándola alejada de mí. Me puse de pie lentamente temiendo algún ataque, pero no paso.
—El tiempo sigue corriendo, Nessa –Cyrone me miraba con una sonrisa perfilada en su rostro-. ¡Vete!
Rápidamente me puse de pie volviendo a contemplar a la bestia frente a mí. Sus pupilas dilatadas me miraban fijamente, su respiración se había amenizado. No podía entender como una persona tan pacifica se había podido convertir en esto.
—Arion –susurre-. Sé que estás ahí, puedes contra esto.
Siguió mirándome fijamente mientras parecía tranquilizarse aún más.
—¡Largo! –grito Cyrone haciendo que aquella bestia volviera a gruñir mientras lanzaba una de las sillas contra la pared.
Muerta de miedo y con el corazón palpitando con una rapidez que hacia doler el pecho, salí corriendo de aquel lugar con los ojos llenos de lágrimas. Era poco el tiempo que Cyrone me había dado para salir de ahí, pero necesitaba la ropa que había dejado en la habitación de Arion.
Tome los jeans y los tenis con mis manos temblorosas mientras intentaba tranquilizar mi respiración. Me senté en la orilla del viejo colchón rompiendo en llanto.
Hasta hace una hora que todos los problemas parecían haber terminado, con el rescate de Emma lo único que faltaba era derrotar a Cyrone, pero con ella y Arion cerca dándonos toda la información necesaria, todo indicaba un éxito rotundo. ¿Y ahora?
—Ahora hay que salir de aquí, Nessa –susurre para mí-. Y olvidarnos de este lugar.
Salí de la habitación con la ropa en mano, la única forma de salir era por el pasaje que Benjamín alguna vez me mostro. Observe por todos lados para asegurar que nadie me veía y a paso rápido comencé a caminar.
No llevaba más de veinte pasos cuando el gruñido de aquella bestia retumbo entre las paredes de aquel pasillo. Sin dejar de caminar mire detrás de mí con el miedo de encontrarla siguiéndome, pero el no verla me asusto aún más. Se había escuchado tan cerca.
Al llegar a la dichosa habitación note que la cama estaba diferente a como Román y yo la habíamos dejado cuando rescatamos a Emma, el ropero estaba nuevamente en su lugar, pero no le di importancia. Moví rápidamente la cama al mismo tiempo que otro gruñido inundaba el lugar, esta vez más cerca que el anterior.
No me importo no llevar una antorcha que iluminara mi camino, me importaba salir de ahí.
Con las manos fui guiándome tocando las paredes lo más rápido que pude, y nuevamente, un gruñido me erizo la piel.
—¡Viene detrás de mí! –susurre sintiendo el pánico volver.
Corrí lo más rápido que pude sin lograr ver algo, fue el golpe contra el suelo lo que me hizo darme cuenta que había salido del pasaje. Con la caída había lanzado la ropa que llevaba en las manos, a tientas la buscaba cuando otro gruñido me puso alerta. Estaba en el pasaje, y muy cerca.
Me puse de pie sintiendo un leve ardor en las rodillas y comencé a correr. Encontrando la calle e piedra decidí no mirar atrás.
—¡Nessa! –la voz de Román me indico que iba por el camino correcto.
Pronto pude verlo corriendo hacia mí por el mismo camino de piedra.
—¡Román! ¡Corre! –grite sin dejar de correr.
Cuando estuve frente a él, me abrazo.
—Nessa, ¿Qué es...
—¡Es Arion! –Grite rompiendo el abrazo-. ¡Cyrone ha logrado que se transforme y viene para acá!
Sin más preguntas y sin dudarlo Román me siguió.
Alertamos a los hombres y mujeres de que una bestia estaba cerca. Todos y cada uno de ellos realizo la rutina que ya tenían para cuando era luna llena, cerrar bien sus puertas y proteger a sus familias. Lo único que no habían podido hacer era cubrir sus ventanas.
—¡Nessa! –Emma salía de la casa de Estela cuando grito mi nombre.
—¡Emma! –corrí hacia ella envolviéndola entre mis brazos.
Entre todo el caos, el abrazo de mi hermana se sentía cálido y tranquilo. Le di un beso en la coronilla y seguí abrazándola.
—¿Estás bien? —pregunte una vez que rompí el abrazo.
—Ahora estoy mejor —sonrío-. Pero ¿qué está pasando? preguntó mirando todo el movimiento a nuestro alrededor.
—Vamos con Román, ahí te explicaré.
Ayudamos a Román a proteger la pequeña entrada de su casa y nos ofreció una taza de té de yerbas para tranquilizarnos, o al menos a ellos.
—¿Viviste en el palacio? —Emma se sorprendía cada vez más con lo que le contaba.
Sentía que era necesario que lo supiera todo. No podía tener secretos, no con ella.
—Fue poco tiempo —respondí-. Y Arion procuraba no dejarme sola.
—Arion es un buen chico —dijo ella de pronto.
—¿Lo conoces? —pregunté extrañada.
—Cuando Cyrone me llevo me ofreció a él y se negó a lastimarme —intercambiaba la mirada entre Román y yo-. Me prometió buscarte y sacarnos de aquí. Ahora que estamos juntas, seguramente cumplirá su promesa.
Las palabras de Emma me hicieron sentir un pinchazo en el corazón. Me puse de pie con la taza entre mis manos y comencé a caminar en la pequeña estancia que hacía de sala de estar.
—Eso ya no es posible —traté de no hacer contacto visual con ninguno de los dos presentes-. Arion ahora cumple con lo que le ordene su padre.
—Pero, lo odia —Emma seguía insistiendo.