Sangre de Alpha.

Capítulo 28.

Era la primera vez que alguien moría y no era devorado por los lobos. Decidimos recostar a Estela en su habitación y, por fuera, cerramos su casa. Para todos ella dormía, eternamente. Había ayudado a todos en este lugar siguiendo su sueño de ser enfermera, y seguramente lo habría seguido haciendo. El lugar quedo en un completo y triste silencio, lo único que se escuchaba eran los sollozos de algunas mujeres.

—Esto no había pasado nunca –dijo una de ellas-. ¿Qué pasará con Clementine?

Todos miraban de Román hacia mí esperando que alguno de los dos hablara. No había nada que decir, nada que no fuera una imprudencia en ese momento.

—No lo sabemos –susurre tratando de evitar que las lágrimas salieran. Baje la cabeza para que nadie las viera.

Y era verdad. Cada vez que nos acercábamos a una solución, cada vez que estábamos cerca de lograr algo importante, algo inexplicable nos detenía. Tal vez salir de aquí si es imposible y todo esto solo nos  ayuda a distraernos.

— ¿Qué hay de Benjamín? –Pregunto alguien más-. ¿Quién se lo dirá?

—Nadie –contesto Román instantáneamente-. Benjamín no debe enterarse.

— ¿Porqué? –pregunte sin pensar.

—Nessa, piénsalo, si Benjamín se entera buscará venganza y lo matarán –podía notar la desesperación en su voz-. Entonces todo terminará para nosotros, y lo sabes.

—En cualquier momento lo sabrá –sentencie.

—Y es momento de que a nosotros también nos digan lo que está ocurriendo –uno de los hombres del lugar nos miró fijamente mientras los demás lo seguían con murmullos aprobando su exigencia-. No nos hagan a un lado, nosotros también queremos ayudar.

Se acordó una reunión en casa de Román, como la primera vez. Contar lo que estaba pasando era igual de difícil que entenderlo, y por más que lo intentamos, no pudimos responder a todas las preguntas que los sobrevivientes de Nowearland nos hacían. Desde el momento es que pise por primera vez el palacio, hasta la nueva transformación de Arion, y eso último, fue lo más difícil.

—¿La sangre de Arion, es negra?

—No –conteste rápidamente.

—Tenemos que actuar rápido, la Luna Roja será en solo dos días –Román intentaba disimular su nerviosismo-. Debemos defendernos, debe ser el fin de la manada Dugés.

Escuchamos cada una de las ideas y propuestas que se hacían, cada una más descabellada que la otra. Pero no por eso imposible. El único acuerdo al que pudimos llegar fue el juntar todos los objetos de plata que estaban a nuestro alcance, si bien no podíamos matarlos con eso, mínimo los lastimaríamos. Diecisiete mujeres, quince hombres, dos niñas y tres niños. Tal vez superábamos en número a la manada, pero no en fuerza.

—Debemos proteger a los niños –Lorena era la madre del pequeño Bill y la pequeña Lara-. Ellos no tendrán compasión por ellos.

—Dentro de esta casa existen pasadizos secretos que nos servirán como escondite para ellos –Román estaba al tanto de todo-. Solo hay que adaptarlo para su comodidad, no podrán hacerles daño estando ahí.

—Traeré mantas, agua y una lata de comida que tengo en casa –Ana, la madre de Lía no lo pensó dos veces y salió directo a su casa por las cosas que prometió traer.

—Necesitamos un plan –Nicolás era uno de los hombres que más participaba, sus ideas y opiniones eran de las más coherentes-. Atacar por atacar no nos funcionará.

—Nessa y yo estamos en busca de una espada especial que creemos es un arma letal contra Cyrone –volvió a hablar Román.

—Ayudaremos a encontrarla –decidido, Isaac alentó a los demás a asentir en señal de apoyo.

—No sabemos dónde más buscarla –confeso Román.

—¿Qué? –pregunto alguien más.

—Lo único que sabemos es que la última persona que la tuvo fue Marín –conteste-. La hemos buscado en todo el lugar, no sabemos dónde más podría estar.

—¿En alguno de los pasajes? –Joan era uno de los pocos jóvenes además de Román y yo-. ¿En el dormitorio del señor Marín? Si me permiten –hizo un ademán con la mano señalando la puerta del dormitorio.

—Adelante –señalo Román.

—Yo ayudaré –Emma, que había estado observando todo este tiempo, entro detrás de Joan al cuarto de Marín.

—Entonces –volvió a hablar Nicolás-. Nuestro plan es atacar, sobrevivir y matar a Cyrone.

—Pero ¿Quién lo hará? –la pregunta de Isaac nos dejó en silencio.

Era una buena pregunta ¿Quién? ¿Quién sería capaz de hacerlo? ¿Quién lograría llegar hasta él y enterrarla en su corazón? ¿Quién sería el valiente? ¿Quién tendría el coraje?

—Yo.

Más de diez pares de ojos se abrieron con sorpresa al escuchar a alguien ofrecerse. No iba a ser fácil y posiblemente era un acto suicida. Pero esto necesitaba que lo diéramos todo.

—Nessa –sabía que Román se opondría.

—Tengo que hacerlo –sentencie.

—Y yo tenía que intentar detenerte –sonrió sin ganas.

—¿Qué hay de Arion? –Pregunto Carlos llamando por completo mi atención-. ¿Cómo lo mataremos?

—No lo haremos –contesté elevando la voz.

—¿Por qué no? –siguió preguntando-. Ahora también es una amenaza.

No podía negar que me molestaba que  vieran a Arion como una amenaza. Aunque dentro de mí sabía que lo era,  no dejaba de importarme. No dejaba de quererlo y pensar que una vez acabando todo esto, todo sería como antes.

—Es por qué Cyrone lo controla –expliqué a la defensiva-. Acabando con él, Arion no será ninguna amenaza.

—No estoy de acuerdo –siguió diciendo-. Tiene que morir para acabar de una vez por todas con ese maldito linaje.

—No –eleve la voz-. Arion quiere lo mismo que nosotros, no morirá solo porque es controlado por su padre.

Carlos estaba a punto de seguir hablando cuando el sonido de un puntillero constante interrumpió. Dentro de la casa comenzamos a buscar el propietario de aquel sonido sin encontrar nada. Una ola fría inundo mi cuerpo cuando vi a Román correr hacia una esquina de la pequeña y antigua sala de estar. Conmocionado, levanto del piso lo que parecía ser una maquina telegrafista que no dejaba de sonar. Corrió a colocarla sobre la mesa y sin perderse ningún movimiento del aparato comenzó a gritar.




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