Sangre de Alpha.

Capítulo 29.

Entre la búsqueda de la espada, la noticia de la señora Clifford y la recolección de toda la plata que teníamos al alcance, se fueron dos días. Mismos días en los que todos los objetos de plata pasaron de ser inofensivos a ser nuestras mejores armas contra hombres lobo. Mismo tiempo que Emma y Joan pasaron buscando la espada sin éxito alguno dentro del pasaje que encontraron en el cuarto de Marín.

—Ten, ahora ya es de tu talla –Emma me entrego un jean de mezclilla negra que encontramos entre las cosas de Marín junto a una blusa de manga larga con el mismo color. Tenía una gran habilidad con las tijeras, aguja y un poco de hilo-. No es digno de una heroína, pero es lo que hay.

—No soy una heroína, Emma –tome el pantalón-. A decir verdad, tengo miedo.

—Y es completamente normal, lo extraño seria que no lo tuvieras –sonrió-. No necesitas tener súper poderes para ser una heroína, necesitas un gran corazón y ya lo tienes.

—Eso y una espada que al parecer no existe –suspire-. Se supone que papá y la ayuda llegaran hoy.

—Y lo harán, ya verás –me abrazo-. Iré con Joan, presiento que estamos cerca de encontrarla.

—Suerte.         

Aun con la noticia de la señora Clifford, decidimos no confiarnos y seguir con nuestro poco planeado plan, si papá y la ayuda llegaban sería lo mejor, pero si no lo hacían, seguiríamos igual.

El refugio de los niños estaba listo, todo parecía estar preparado, solo faltaba alguien. Una comida especial estaba siendo preparada por los hombres y mujeres que en tan solo unas horas arriesgarían sus vidas por la esperanza de salir de aquí.

—¿Crees que Benjamín siga bajo mis órdenes? –pregunte a Román mientras veíamos a los niños ser preparados por sus madres y padres para pasar la noche en aquel pasadizo.

—No lo sé, pero no pierdes nada con averiguarlo –sonrió confidente-. ¿Le dirás lo de su madre?

—Aún no –contesté-. Creo que hay que guardarlo un poco más.

—¿Qué estas tramando, Nessa? –Román se paró frente a mí ocupando todo mi campo de visión.

—Arion no dejará que nos acerquemos a Cyrone, y no por voluntad propia –había pensado en eso y creí haber encontrado una solución-. Benjamín podría distraerlo.

—¿Crees que funcione? –pregunto desconfiado.

—Tiene que funcionar –suspire-. No encuentro otra forma en la cual esto pueda funcionar.

El resto de la mañana ayudamos a preparar el gran banquete que tendríamos en la comida. Sopa de piedra, botellas de vino medio vacías, avena, agua natural, fruta enlatada, eran las cosas que más predominaban en la hilera de mesas en el centro del lugar. Román había sacado lo que para él era su tesoro más valioso, una barra de chocolate.

El día estaba transcurriendo demasiado rápido para mí. Cuando menos lo esperaba, ya era hora de comer, y fue entre risas y anécdotas que el tiempo se fue volando.

—La única condición que pongo para tomar un pedazo de esta barra –dijo Román moviendo la barra frente a todos-. Es que digan algunas palabras de apoyo –los murmullos y las risas no se hicieron esperar-. Yo empezaré.

Román se puso de pie y mientras todos lo observábamos, comenzó a hablar.

—Nessa –me miro-. Nessa Morones, eres la chica más valiente que conozco. Y quiero agradecerte que nunca te dieras por vencida a pesar de las adversidades que has pasado dentro de Nowearland –sonrió-. Pase lo que pase esta noche, nunca dejes de ser tan impulsiva. Y siempre ten en cuenta que si no fuera por ti, no habríamos llegado tan lejos como lo estamos ahora. Eres la única amiga que he tenido en años, pero sobre todo, eres una gran persona.

—No lo hagas –mi voz sonó ahogada-. No hagas de esto una despedida, Román –me puse de pie a su lado-. Vamos a salir de aquí, con la ayuda de todos.

Román sonrió mientras gritos de valentía inundaban el lugar. Sin tomar un trozo de su barra, la pasó a la persona a su lado. Fue la voz de Emma desde la entrada de la casa de Román la que puso nuevamente todo en silencio.

—Continúen –pedí mientras me alejaba de todos.

—Hemos buscado en cada rincón de esta casa y la espada no está –podía notar la desesperación en su voz-. Nessa, ¿Qué vamos a hacer?

—Pelear sin ella –conteste tranquila tratando de transmitírselo a ella-. Tú lo has dicho, la ayuda llegara y con o sin la espada, saldremos de aquí –frote sus brazos con mis manos-. Tal vez esa espada realmente nunca existió.

—O estamos buscando en el lugar equivocado –Emma y yo giramos a ver a Román que tenía la vista clavada en la casa de la señora Hill-. Es nuestra última oportunidad.

—No hay tiempo de buscarla –recalqué.

—Si lo hay –contesto Emma-. Jon y yo buscaremos tan rápido como podamos mientras tú, Román y todos los demás descansaran un poco. Recupera fuerzas Nessa, las necesitaras.

—No puedo descansar con este nerviosismo acumulado en mi estómago.

—Tendrás que hacerlo, confía en mí –asentí al ver la preocupación en su rostro.

Y es que si hacía falta un descanso por mínimo que fuera.

Román me ofreció su cuarto indicándome que el dormiría en el de Marín. Esta vez acepte casi de inmediato y después de cambiarme a la ropa de Emma había arreglado para mí, me recosté en la cama y enseguida me quede profundamente dormida.

—Nessa –escuche que susurraban mi nombre-. Despierta –Sentí ligeros movimientos en mi hombro-. Nessa –seguían susurrando.

—Nessa –esta vez ya no eran susurros-. ¡Nessa!

Desperté de inmediato al escuchar el grito en mi oído.

—Ya es tarde, todos están afuera –divise a Román caminar de un lado a otro en la habitación-. No hay espada, no hay ayuda. Estamos solos.

Me puse de pie recobrando la conciencia de lo que estaba pasando y lo que estaba a punto de pasar.

—Nada es imposible Román –lo detuve-. Vamos a fuera.

Camino a la salida, vi a Lorena y a Anna llevar a los niños hacia el refugio, sus caras de miedo y pánico hicieron latir con más rapidez mi corazón. Fuera de la casa, las antorchas estaban siendo encendidas y acomodadas tal y como habíamos quedado. Nuestras armas estaban listas, el fuego estaba listo y la luz del día se estaba yendo.




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