Sangre de Alpha.

Capítulo 30.

El principio del fin.

—¿Puedes recordarme el plan? –el nerviosismo invadía mi cuerpo mientras, frente a todos, Román y yo escuchábamos los gritos de los súbditos al transformarse.

—Sobrevivir –contesto.

—Genial –susurre.

—¿Y Benjamín? –pregunto-. Creo que es momento de liberarlo y contarle lo de su madre.

Cerré los ojos llenando mis pulmones de aire. Una manada de hombres lobo se acercaba a nosotros haciendo todo el ruido posible para asustarnos, aún más de lo que ya lo estábamos. O al menos, eso es lo que parecía.

—No –conteste-. Sin la espada, Benjamín es nuestra mejor arma. Si lo liberamos ahora, acabaran con él.

—Y si no lo hacemos, acabaran con nosotros.

Justo ahora, en este preciso momento, esto no parecía una buena idea. Ni siquiera teniendo a Benjamín de nuestro lado nuestras posibilidades de ganar eran mínimas. Pero ya no había vuelta atrás. Creí que solo podría elegir una de las dos opciones que Benjamín nos había dado al llegar aquí “quedarse y tratar de sobrevivir, o intentar escapar y morir en el intento” y ahora, estoy viviendo las dos al mismo tiempo.

—Entonces, aferrémonos al plan.

Presione con más fuerza el arma que los hombres de este lugar habían creado, una pequeña lanza de punta de plata con cuerpo de madera, mientras que en una pequeña funda de tela sobre puesta en la cinturilla de mi pantalón los clavos de plata guardaban escondidos.

Cerré los ojos.

Uno.

Dos.

Tres.

Contaba los segundos sintiendo la presión en mi estómago hasta que el grito de Román me puso alerta.

—¡Nessa! –abrí los ojos sintiendo su mano jalar mi hombro-. ¡Ahhh! –Grito mientras clavaba una daga improvisada en el cuello de la bestia frente a nosotros-. ¡Apégate al plan!

Una bestia de pelaje grisáceo se retorció de dolor dando pasos hacia atrás mientras gotas de espeso líquido negro comenzaban a salir de la herida, cuando pudo sostenerse de nuevo, se acercó nuevamente lanzando con fuerza a Román por el aire hasta caer lejos.

—¡No! –grite por inercia llamando la atención de aquella bestia. Retrocedí al verla caminar hacia mí, fue entonces que las demás bestias atacando captaron mi atención-. Bien.

Con toda la fuerza que pude acumular, clave la lanza en donde asumía estaría su corazón. Aquella bestia aulló de dolor irguiendo su postura elevándome al tratar de sustraer la lanza de su pecho. Estaba atorada y mis pies habían dejado de tocar el suelo. Comencé a patalear intentado golpearla para poder bajar de ahí.

—¡Suelta a mi hermana! –escuche la voz de Emma acercándose al mismo tiempo en que soltaba la lanza.

Emma corrió sobre la bestia empuñando una brillosa espada de color plateado. Clavándola en su estómago, la piel de la bestia comenzó a desvanecerse hasta desaparecer por completo, al igual que la de aquel hombre al que le había clavado uno de esos clavos de plata.

—¿Estas bien? –preguntamos ambas al mismo tiempo.

—Nessa, debes ser tu quien empuñe la espada –la acerco a mí.

—Estaré más tranquila sabiendo que tú la tienes –la rechace.

—No lo entiendes –negó con la cabeza-. Y tal vez no debas escuchar esto ahora.

—¿De qué hablas? –grite sobre todo el ruido presente para que ella pudiera escucharme.

Emma estaba a punto de contestar cuando otra bestia se interpuso entre nosotras. Mal herida, la bestia había caído con varios clavos en su pecho. Nicolás salto sobre aquella bestia cortando su cabeza con el hacha que había creado.

—¡Espero que con eso sea suficiente! –grito jadeando.

—¡Ayuda! –grito Román llamando por completo nuestra atención.

Corrí mientras lo buscaba con la mirada. Todo a nuestro alrededor era un completo caos, y entonces paso. El cuerpo de Carlos yacía rodeado por un gran charco de sangre. Cubrí mi  boca intentando detener el sollozo que estaba conteniendo. Era muy pronto para tener bajas de nuestro lado.

Distraída, olvide por completo lo que estaba pasando, hasta que una de esas bestias me lo recordó golpeándome con fuerza. Choque con una pared sintiendo el dolor en mi espalda. Me puse de pie lo más rápido que pude al ver que aquella bestia se acercaba a mí. Con torpeza, saque uno de los clavos que llevaba conmigo y al tener de cerca su cara, lo clave en uno de sus ojos.
Aunque la plata no los mataba, sus gruñidos demostraban que si los lastimaba.

Aproveche ese pequeño momento de debilidad y salí corriendo alejándome de ella.

Seguí buscando a Román con la mirada mientras trataba de ayudar a las demás mujeres a atacar a las bestias.

—¡Nessa, no encuentro a Román! –Emma seguía cargando la espada.

—¿Qué? –no podía ocultar el miedo y la preocupación de escuchar eso-. ¡Vamos!

Emma me detuvo de la mano.

—Empuña la espada, Nessa –podía notar la desesperación en su voz-. Arion está aquí.

—No voy a matarlo, Emma –conteste a la defensiva-. Es una víctima más, al igual que nosotros.

—Víctima o no –elevo la voz-. Su sangre ahora es negra y eso lo convierte en nuestro enemigo.

—Su sangre no es negra –conteste irritada, ya había dicho eso muchas veces-. Él no ha consumido carne humana.

—¡Mató y se comió a Joan! –grito empujando la espada hacia mí-. ¡Nos atacó dentro de la casa de Benjamín antes de que todas estas bestias llegaran! –No quería creer lo que Emma decía, pero sus lágrimas y su desesperación al gritar lo que había ocurrido eran signos de su sinceridad-. ¡Se sacrificó por mí, Nessa! Sé que lo amas –bajo la voz-. Pero nos matará a todos si no lo matas antes.

Un aullido interrumpió nuestra charla y mis pensamientos. Aquel aullido había hecho que todo quedara en silencio y que las bestias retrocedieran hacia la oscuridad. Todos los que estaban de pie, aprovecharon el momento para ayudar a los heridos y tomar las armas que habían perdido.




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