Sangre de Alpha.

Capítulo 31.

Donde no hay decisiones, no hay vida.

Emma corrió hasta Román gritando su nombre, todos los demás retrocedieron al ver lo escalofriante de la bestia en la que Arion se había convertido. Pero no sabían que era él. El sonido entre aullido y gruñido que emitió hizo que mi piel se erizara, y junto a eso, las demás bestias volvieron a salir de la oscuridad.

Corrieron hacia nosotros y nuevamente la pelea volvió a comenzar, pero ni Arion ni yo nos movimos.

Una profunda tristeza me inundaba, el hijo del Alpha me había demostrado que no era igual a su padre, me mostro su lado humano y la pureza de su corazón. ¿Cómo fue que había llegado a esto? ¿Cómo es que ahora su sangre era igual a la de su padre? ¿Cómo termino siendo parte de lo que más repudiaba? Y a todo esto, ¿Dónde estaba Cyrone?

—¡Nessa, Román está muy mal! –escuchaba a Emma gritarme, pero mi cuerpo parecía no querer obedecer-. ¡Nessa! –Todo a nuestro alrededor se ilumino, como si de fuego se tratase, y al parecer eso era—. ¡Ayuda! –escuchaba a Emma gritar desesperadamente pero no podía moverme.

Deje caer la espada y a pasos lentos pero decididos decidí acercarme a él. Arion no estaba atacando a nadie, tampoco apartaba su vista de la mía. Tal vez algo dentro de él me reconocía y solo tenía que encontrar la manera de ayudarlo a que volviera en sí. Trece pasos después lo tuve de frente.

—Sé que estás ahí –comencé a hablar sintiendo el temblor en mi barbilla-. Esto no es tu culpa, Arion, dime como liberarte de esto y lo haré.

Su pecho dejo de subir y bajar con brusquedad, sus ojos negros se dilataron y pude ver mi reflejo, esta vez no tenía miedo, sino tristeza.

Su tamaño comenzó a disminuir, su pelo comenzó a desaparecer al igual que sus garras y los horribles dientes. Pronto, frente a mí ya no tenía a una bestia, ya era el Arion del que me enamore.

—Nessa –me rodeo con sus brazos y pude sentir sobre mi ropa su torso desnudo, solo llevaba unos boxers y el cabello mojado-. Cielo santo, Nessa –aumento su fuerza en el abrazo.

—Arion –rompí a llorar sintiendo la calidez de su cuerpo-. Hay que terminar con esto, y con Cyrone –susurre cerca de su oído.

—Eso ya no es posible –susurro.

Rompí el abrazo alejándome de él tratando de entender lo que acababa de decir, y fue en ese momento que el puño de Arion impacto en mi estómago dejándome sin aire. Caí de rodillas al suelo tratando de recuperarlo mientras lo veía caminar hacia la espada.
Antes de poder tocarla, Emma la alejo de ahí con su pie haciendo enfurecer al hombre frente a ella.

—¿Cómo te atreves? –gruño tomando a Emma del cuello comenzando a asfixiarla.

Aun sin poder recuperarme me puse de pie y mientras me acercaba a él, tome del bolsillo de mi pantalón un clavo de plata. Me acerque lo más rápido que pude y con fuerza lo clave en su brazo izquierdo. Era lo único que podía hacer en ese momento.
Sabía que no le haría daño, pero había soltado a Emma que tosía en el suelo.

—No hagas esto, Arion –suplique recuperando el aire que me faltaba-. Tú no eres así.

—Y tú no eres mi pareja eterna –otro golpe, pero esta vez ha acertado.

Mi cabeza golpea con una enorme piedra haciéndome gritar de dolor. Cerré los ojos presionando los parpados con la misma fuerza con la que presionaba la mandíbula. Esto ya no podía seguir así.
Abrí los ojos buscando a Arion pero lo primero que vi fue la espada a un lado mío.

—¡Ahhh! –podía escuchar a Román gritar y quejarse.

—¡Suéltalo! –vi a Emma defenderlo de Arion con todas sus fuerzas.

Lo vi patear a Román que se veía cada vez más débil, lo vi golpear a Emma de la misma manera en que lo había hecho conmigo. No tenía piedad de nadie. Y nadie la iba a tener con él.

Corrí sosteniendo la espada con ambas manos, y cuando estuve cerca de él eleve la espada con fuerza logrando herirlo en la espalda. Su grito de dolor hace temblar mi corazón e ignorándolo me acerco a ayudar a Emma a ponerse de pie.

—Aléjate de aquí Emma –le imploro-. Lleva a Román contigo.

—Nessa, pero tú-

—Yo estaré bien –sonrió para que me crea-. ¡Vete!

Una fuerza descomunal toma mi pie jalándolo y haciéndome perder el equilibrio. Mi cuerpo golpea por completo en el suelo al igual que mi rostro.

—Eres débil, Nessa –siento como me jala hacia él-. Una simple humana.

Arion se pone de pie impidiendo que yo haga lo mismo. Intento patear sus manos para que me suelte, pero es él quien me patea en el estómago y se aleja. Sé que seguirá atacando y decido que debo evitarlo.

El viento frío pega en mi rostro, mis labios resecos lo sienten con más intensidad. El líquido rojo que baja por mi oído no me detiene. Me pongo de pie recargando mis manos contra el frio suelo de la noche, empuño la espada una vez más con fuerza y a grandes pasos me acerco a mi enemigo.

—¿Crees que puedes detenerme? –Se ríe.

—¿Detenerte? –me rio- estás acabado Arion.

Vi sus ojos llenarse de furia, su mandíbula comenzó a temblar y lo vi doblarse mientras su cuerpo comenzaba a cambiar. Di media vuelta y comencé a alejarme, ya había visto esto antes, no necesitaba quedarme para saber cómo terminarían las cosas.

Esquive a los hombres y mujeres que con mucho coraje defendían sus vidas y las que dependen de ellos de los súbditos del dueño de Nowearland. La batalla no era justa, ellos tenían mucha más fuerza que nosotros, pero no por eso nos daríamos por vencidos. Nuestras armas eran pocas, pero bastante eficientes.

Intentaron detenerme bajo la orden de su líder que gruñía corriendo tras de mí, no me detuve y con la espada en mano me deshice de algunos de ellos. Fuera del palacio la noche se veía iluminada por todas las casas envueltas en llamas que nos rodeaban, no había ninguna duda, esto era el fin.

Seguí corriendo sin mirar atrás, hasta que su gruñido seguido de un fuerte golpe me lanzo al suelo haciendo que la espada cayera lejos de mí. Di la vuelta en el mismo lugar sintiendo su garra lastimarme la pierna derecha. Grite de dolor mientras Arion regresaba a su forma humana.




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