—¡Arion! –Grite una vez más su nombre, con todas mis fuerzas, con toda la esperanza de que cambiara algo y al igual que una vez anterior, fue en vano.
La diferencia de tamaño entre ellos era más que obvia, pero eso no impedía que Benjamín se defendiera con todo lo que tenía. O al menos eso parecía.
—Román necesita nuestra ayuda, Nessa –Emma me tomo del brazo para que volteara a verla-. No podemos dejarlo morir.
—Emma yo… —mi voz temblaba de la misma forma que mi barbilla y no podía detener las lágrimas que salían y que mojaban cada vez más mi rostro-. Ya no puedo seguir con esto.
—No, no, no, no digas eso. Puedes más que esto, Nessa –la voz de Emma comenzaba a sonar desesperada-. No llegaste hasta acá por nada, y no te rendirás ahora. Sé que aún hay mucho dentro de ti, pero tienes que sacarlo ahora o todo esto será en vano –me soltó-. Ahora límpiate esas lágrimas, empuña esa espada y salgamos de aquí.
Emma tenía razón, había pasado por tanto en tan poco tiempo que aguantar un poco más era nada. Perdí a mi madre y me separaron de mi padre. Conocí a personas extraordinarias que dieron hasta lo último de ellos por sobrevivir a este lugar, otras más lo siguen haciendo. Hice un amigo maravilloso y entendí que hay secretos que pueden dañar el interior de una persona. Y también me enamore, del hijo del causante de todo esto. Me abrió las puertas del palacio, confió en mí y yo no pude hacer nada por él.
—Tenemos que salir de aquí, hermana —los ojos enrojecidos de Emma fueron lo último que quería ver.
—Lo que sea, por ti —abrace a Emma tan fuerte como pude y fue sobre su hombro que recordé la realidad de lo que estábamos viviendo-. Ve por Benjamín, tenemos que entrar al palacio.
—¿Cuál es el plan? –pregunto rompiendo el abrazo.
—No hay plan, seguimos improvisando.
Busque la espada con la mirada sin encontrarla y un escalofrió recorrió mi cuerpo. Arrastrando la pierna derecha, comencé a moverme buscando desesperadamente la espada, no podía estar lejos.
—¡Cuidado! –muy tarde reaccione a aquella advertencia.
Un golpe en mi costado derecho me lanzo al suelo tan fuerte que sentí el aire salir de mis pulmones sin poder regresar a ellos.
Desesperadamente intente respirar con fuerza sin lograr llenar mis pulmones por completo, fue entonces que una de esas bestias cayo a mi lado. Una garra oscura aplasto su pecho haciendo que aquel líquido negro saliera por montones, gruño y trato de defenderse pero segundos después, estaba muerta.
—Ben… Benja… —Aquella bestia en la que Arion se había convertido se lanzó sobre Benjamín mordiéndole el cuello-. No –estire mi mano hacia ellos suplicando nuevamente que se detuvieran y entonces, mi cuerpo fue arrastrado lejos de ellos.
—Ven conmigo Nessa –Nicolás me ayudo a ponerme de pie y pasó uno de mis brazos por la parte trasera de su cuello-. Emma y las demás mujeres están camino al palacio, llevan a Román con ellas.
Sentí el aire entrar de poco a poco a mis pulmones. Cada vez que tosía el dolor en mi pecho y costados aumentaba.
—¿Ese es Benjamín? –pregunto Nicolás ayudándome a caminar con rapidez alejándonos de todo el caos. Asentí en respuesta-. Y el más grande es Arion –volví a asentir-. Bien –me soltó un momento y detrás de unas piedras saco la espada-. La vi salir volando de tus manos –me la entrego-. Llevemos a todos a un lugar seguro.
Sonreí aguantando el dolor de mi cuerpo, no podía dejarme caer, aun no.
Otra de aquellas bestias se acercó a mí con la intención de golpearme, esta vez reaccione tan rápido como pude y cortando uno de sus brazos, me deshice de ella.
No podía cantar victoria, aquel movimiento brusco me había dolido como el alma y lo único que pude hacer para tratar de disipar el dolor fue gritar con todas las fuerzas que me quedaban en ese momento.
Caí de rodillas presionando mi costado derecho, no me sorprendería que una de mis costillas estuviera rota, pero entendía las consecuencias de que ese pensamiento fuera cierto.
Un estruendo inundo por completo el ambiente.
Seguido de otro.
Y otro.
Y otro.
Y entonces la puerta que nos había mantenido en cautiverio cayó frente a mis ojos levantando una densa cortina de polvo que fue atravesada por el sonido de armas disparando y balas atravesando el aire hasta llegar a aquellas bestias.
—¡Todos al suelo! –grito Nicolás.
Me deje caer siguiendo su orden y con mis brazos intente cubrir mi cabeza.
Entre disparos y gruñidos de bestias sentí miedo al pensar que una de ellas le diera a Arion o a Benjamín y me sentí impotente al no saber qué hacer en ese momento.
—¡Alto al fuego! –una voz que no conocía grito-. ¡Estén alerta y busquen sobrevivientes!
—¡Mis hijas! –Esa voz-. ¿Dónde están mis hijas?
—¡Papá! –grite soportando el dolor.