Sangre de Alpha.

Capítulo 33.

—¡Emma! –escuchaba a mi padre gritar tan fuerte como nunca antes-. ¡Nessa! ¿Dónde están mis hijas? -estaba desesperado, podía notarlo en su voz.

—Papá –grite aguantando el dolor en mi pecho, en mi costado y en todo mi cuerpo-. ¡Papá!

—¡Estamos aquí! –Grito Nicolás llegando a mi lado mientras agitaba sus manos en el aire-. Estamos salvados, Nessa. Solo espera un poco más –me tomo con cuidado y muy despacio me ayudo a ponerme de pie.

Asentí como respuesta mordiendo mi labio intentando no llorar. Que mi padre logrará dar con nosotros era una gran noticia, podríamos creer que estábamos salvados, pero no era del todo cierto. La puerta estaba abierta, ¿Qué pasaría con Arion? ¿Con Benjamín? Sin contar a los demás súbditos de Cyrone y a Marín, esta era su oportunidad para salir de aquí, entonces todo esto habría sido en vano.

—¡Henry, por aquí! –La señora Clifford apareció atravesando la cortina de humo que poco a poco se estaba dispersando-. ¿Qué ha pasado aquí? –Se acercó e inspecciono mi cuerpo con la mirada-. ¿Estás bien? ¿Y Román? He encontrado a tu padre, buscaremos a tu hermana y saldremos de aquí.

—Emma y Román están en el palacio resguardándose, él está muy herido –contesto Nicolás por mí.

—¿Qué? –nos miró horrorizada-. ¿Cyrone también atrapo a Román?

—Todo lo contrario –se limitó a decir Nicolás-. No hay mucho tiempo para explicar, espero que traiga mucha ayuda, señora Clifford.

—¡Nessa! –La voz de mi padre logró que mis lágrimas salieran sin poder contenerlas, corrió hasta mí rodeándome con sus brazos-. Creí que te perdía, hija -Ignore el dolor de mi cuerpo al disfrutar del cariño que me transmitía con su abrazo, no me había dado cuenta de la falta que me hacía esto, de la falta que me hacia él-. Sentí que perdía a toda mi familia.

—Me has hecho tanta falta –lloré en sus brazos sintiéndome libre.

—Señor, tenga cuidado –Nicolás se acercó a nosotros-. Nessa ha librado una dura batalla, está un poco lastimada.

Papá se alejó de mí y trato de ocultar sus lágrimas limpiándolas con sus manos, igual que la señora Clifford me escaneo con la mirada que de inmediato cambio de presentar nostalgia a demostrar preocupación.

—Tenemos que llevarte al hospital, necesitas atención –sentencio-. ¿Dónde está Emma? Salgamos de aquí.

—No podemos irnos aun –conteste-. Tenemos que acabar con estas bestias -hice una pausa mientras en mi mente ideaba la mejor forma de explicarle lo que estaba pasando-. Papá, en este lugar...

—No necesitas explicarme nada hija –me interrumpió-. Lo sé todo.

Voltee a ver a la señora Clifford esperando que me confirmara lo que le había dicho a mi padre, pero su respuesta fue algo inesperado.

—No le he contado nada –respondió-. Tu padre ya lo sabía, y creo que es algo importante que debes saber.

La sorpresa de las bestias regresando nos interrumpe, y vuelve el sonido de las armas de fuego rompiendo la tensión del aire. Mi padre me ayuda a huir de ahí mientras Nicolás a quien pude ver tomar la espada del suelo y la señora Clifford hacían lo mismo. Ahora hay más gente peleando de nuestro lado, y las bestias una por una, van siendo menos. Sin embargo, la diferencia sigue siendo grande.
Se acercaban cada vez más a la puerta, no era difícil saber que su intención era escapar de ahí, aunque la razón no fuera lógica.

—Tenemos que evitar que escapen, ¿hay alguna manera de cerrar la entrada? –la señale-. Estas bestias no pueden salir de aquí.

—Pero eso sería condenarnos a nosotros mismos –contesto la señora Clifford una vez que estuvimos lo más alejado posible de las balas y las bestias-. Lo que tenemos que hacer es ir por los demás y salir de aquí lo más rápido posible.

—No, tenemos que acabar con ellas, solo así viviremos en paz –sentencie.

—Mi hija tiene razón. Tenemos las armas necesarias y suficientes para terminar con ellos de una vez por todas –escuchar a mi padre hablar así era motivante, aunque también parecía que esto ya era algo familiar para él-. El coronel Barnes nos ha brindado todo el apoyo posible –me miró fijamente y paso una de sus manos por mi mejilla-. Lamento que hayas tenido que pasar por esto, debí ser más precavido.

—¿De qué hablas? –pregunte extrañada, no estaba entendiendo sus disculpas.

—No eres la primer Morones en este lugar, pero te juro, que serás la última –sus palabras me habían dejado en shock, tanto que no sabía porque pregunta iniciar-. Espérenme aquí  manténganse a salvo, daré la orden para que ninguna de estas cosas salga de aquí.

Sin esperar respuesta, se fue corriendo hacia los demás hombre con traje de soldados que se abrían paso entre las bestias, disparando y deshaciéndose de ellas. Cuando perdí a mi padre de vista, inconscientemente comencé a buscar a Arion, o a Benjamín, pero al parecer no estaban cerca.

—¿En dónde están? –susurre sin poder evitar una mueca de dolor, esto estaba siendo cada vez más insoportable.

Como si alguien escuchara lo que pensaba, un aullido dejo en silencio nuevamente el lugar. Entendí que era una orden para los lobos que aún estaban presentes y de pie, pues enseguida olvidaron lo que hacían e inmediatamente comenzaron su camino hacia el palacio.

—¡No puede ser! –Grite mis conclusiones-. ¡Es Arion, los está llamando!

—¿Qué? –Nicolás se paró a mi lado-. ¿Cómo?

—Es el Alpha –conteste-. Van hacia el palacio, ¡Emma!

Tomé la espada de las manos de Nicolás e ignorando sus gritos y los de la señora Clifford, comencé a correr detrás de esas bestias que rápidamente me dejaron atrás.

—¿Qué estás haciendo, Arion? –pregunte al aire sintiendo como el mismo salía de mis pulmones-. ¿Qué hiciste con Benjamín?

Tomar el atajo podría haber sido lo más lógico, pero la oscuridad del mismo me haría ir más lento. El dolor en mi costado era cada vez más fuerte, pero necesitaba saber que Emma estaba bien, que Román estaba bien, que Benjamín estaba bien y que Arion no estaba haciendo algo mal. Irónico.
Con poco aire en mis pulmones, llegué al patio del palacio donde, sorprendentemente, no había bestias, solo hombres heridos por todo el lugar, y justo al frente, en la entrada, Cyrone susurraba cerca del oído de su hijo.
Me escondí detrás de uno de los pocos arbustos casi secos que había en el lugar. Esto no tenía alguna explicación lógica, pero Emma estaba dentro del palacio, y tenía que sacarla de ahí.




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